Tema: Relato - Sción: el nacimiento (2º parte)
aertes
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Vidente de Sombras
Vidente de Sombras
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Enviado:
6.dic 2005 - 04:01

Todo había sido verificado. La adivinación de los sensores augméticos había sido positiva. Los relicarios no habían señalado ninguna reacción de repulsa. Incluso el campo psíquico de la urna-contenedor estaba intacto, sin señal alguna de agresión por parte del... prisionero.
Fuera lo que fuera lo que habían creado, sin duda era único.

- Según todos los augurios, sería posible desactivar los campos de contención, quitar los sellos de pureza, retirar los pergaminos y limpiar los ungüentos benditos y esa cosa permanecería ahí dentro sin representar peligro alguno.
A Clemens no le gustó que el tecnosacerdote lo llamara “cosa” pero se mostró satisfecho. Una voraz sonrisilla estaba a punto de aflorar a sus labios desde hacía dos semanas.

Todo indicaba que lo habían conseguido con creces. Sus teorías habían sido confirmadas hasta lo asombroso. Él, León Clemens apodado el Negro por sus estudios de hechicería y demonicidad, proscrito y rechazado por sus colegas del Ordo Malleus, acababa de escribir todo un capítulo sobre el Espacio Disforme y sus secretos gracias a la cooperación de otros como él.
“Extremistas”. Ahora todos sabrían el verdadero significado de esa palabra que tan gratuitamente utilizaban contra ellos.

La compuerta estanca y hermética siseó primero y se deslizó suavememtne a un lado después. Vincent Delacroi entró en la pequeña aunque bien aprovechada sala de control; apenas un hueco cilíndrico excavado en la roca viva. Dos hileras de paneles rúnicos eran atendidas por sendos operarios; sacerdotes y tecnócratas al servicio de La Guardia Oculta, como tantos otros allí en aquella recóndita instalación. Por encima de las parpadeantes teclas de vidrio brillante, todos los monitores mostraban distintas tomas del mismo objeto. En cuatro pasos Delacroi llegó al otor extremo de la sala y se detuvo junto a Clemens.
- Es hermoso, ¿no es así? –dijo el inquisidor sin volverse hacia su camarada. Sus ojos, que ahora reflejaban una luz azul claro, estaban fijos en otra parte.
- Lo es –respondió Delacroi, consciente de que Clemens no sólo se refería al aspecto externo, material, del artefacto-. Quizá demasiado.
- ¿Crees que puede estar engañándonos? ¿fingiendo que no es una amenaza para nosotros le liberemos como estúpidos?.

Clemens había conseguido que tal afirmación resultase ridícula.
- Exactamente.
- Vincent, he utilizado urnas como esa para encerrar a decenas de demonios y nunca había visto nada semejante –la fascinación de Clemens crecía a cada palabra.
- Lo sé, he oído que una vez utilizaste una de tus urnas a modo de bomba de tiempo para destruir un templo del culto al Caos.
- Sí. El demonio que había aprisionado en ella sobrecargó el sagrado escudo etéreo ¡y rompió sus ataduras con tal poder! –el inquisidor dio un grito dramático a la vez que entrechocaba los nudillos blindados- ¡que el edificio entero se inundó en llamas y explotó como si la piedra fuera arena!. Fíjate en eso.

Hubo silencio durante un rato. El zumbido de los congitadores y el tableteo de las impresoras era monótono, sin embargo el burrimiento no tenía cabida en aquellos días.
- ¿Te das cuenta?.
Delacroi supo a qué se refería su amigo. No era necesario ser un experto en demonicidad para saber que un estado de tanta calma durante dos semanas con un demonio allí mismo, al otro lado del cristal, era algo inconcebible.

- Aún así muchos tenemos dudas, León. Que eso se comporte de un modo excepcional es lo menos que cabría esperar. ¡Nunca ha existido nada parecido!.
- ¿Por qué tan reticente aún, Vincent? ¡Mírale! ¡lo conseguimos!.
- ¿Conseguimos que?. Hemos utilizado métodos del Caos en un ritual eldar para crear a un demonio. ¡Crear un demonio, León! ¡ten siempre en mente qué es lo que hay en esa urna!.
- ¡Lo que hay en esa urna es la prueba de nuestra verdad! –Clemens respiró un momento para calmarse-. La tuya, la mía y la de todos, Vincent. Tú mismo estabas de acuerdo: si los eldars pueden crear algo como un Avatar, los humanos también podíamos; sólo era cuestión de conocer el secreto y tú nos lo proporcionaste.
>> La Disformidad no es sino un reflejo del mundo material, y los seres que lo habitan, los demonios, son el reflejo de los sentimientos de los seres vivos. Los eldar canalizan su ansia guerrera, su voluntad de defenderse y de vencer a sus enemigos para crear a un demonio nacido de esos sentimientos. Ahora los humanos tenemos a nuestro propio Avatar, engendrado de nuestra lealtad al Emperador y nuestro amor hacia él y hacia el Imperio que Él forjó; inspirado por el valor de los más fuertes guerreros que hemos podido encontrar, imbuído por las mentes de los psíquicos más dotados de que disponemos. ¡La fusión de los más puros sentimientos del Hombre!.

- Los eldar siguen métodos que se escribieron antes de que el Emperador no fuera más que una lejana profecía y sus conocimientos sobre disformidad aún multiplican a los nuestros ¡de hecho los ridiculizan!. Sólo El Emperador sabe qué es lo que hemos creado con nuestro ritual y rezo por que no sea algo que nos expulse de Su gracia para siempre.

El gigante, completamente desnudo, se tumbó él mismo sobre la camilla haciéndola quejarse por su peso. No había habido muchos voluntarios para elegir, pero habían dispuesto de uno insuperable: un marine espacial, Kóledor Mack de los Despojadores.

Clemens bendijo al Emperador en voz alta por la existencia de los marines espaciales mientras ataba los recios miembros del Despojador con correas primero y cerrando pesadas esposas en torno a sus muñecas y tobillos después. Conectó cables y tubos a los terminales del caparazón negro del marine y luego posó su mano enguantada sobre la frente para recitar con él la Letanía de la Pureza del Alma. Los ayudantes del inquisidor permanecieron en silencio mientras su señor hacía los preparativos él solo.
El marine lo merecía, estaba a punto de sacrificar su vida.

- Vas a ser el anfitrión del ser más extraordinario que haya existido nunca en ninguno de los planos –le explicó Clemens con lóbrega solemnidad, los ojos fijos en los del Despojador-. Serás recipiente del orgullo, la determinación, la fuerza y el valor de toda una raza: la nuestra. Recipiente de un ser creado del reflejo disforme de nuestra mente... y eso te matará.
- ¿Que ocurrirá con mi alma? –preguntó Mack con severidad. Ya había asumido el precio a pagar.
- Sinceramente, hermano; no lo sé. Siempre que he hecho esto, el demonio ha destruido el alma del hombre para ocupar su lugar en su cuerpo.
- ¿Destruido?
- Muchas veces sí. En otras, el alma humana es consumida, y en otras arrancada y arrojada al vacío de la disformidad para ser presa de los depredadores. En cualquier caso, todo lo que el hombre era deja de existir para siempre, reducida a nada. El cuerpo se convierte en una cáscara vacía para que el demonio la habite.
Un estremecimiento se apoderó del espinazo de Mack al pensar en los depredadores a que podía referirse el inquisidor. “Su alma reducida a nada”, todas las batallas que había librado, cientos y cientos de ellas. Todos los enemigos que había abatido, todos los mundos que había contribuido a salvar en el nombre de su capítulo... todos los recuerdos... hasta su propia identidad, su consciencia, lo que le hacía ser humano, borrados como la información de un holodisco en el mejor de los casos. Descuartizados en cualquier otro. ¿Sentiría dolor el alma?. No temía al dolor, pero de repente todo le planteaba muchas preguntas.
Clemens había sido crudo aposta. No estaba dispuesto a sacrificar a un marine espacial si su voluntad no era sincera.

La compuerta se abrió y cuatro siervos entraron con un pequeño palanquín sobre el cual transportaban la urna. De inmediato todo el laboratorio se inundó de su luz azulina y lsa arrugas de Clemens se acentuaron dándole un aspecto atroz. Tras ellos entró Ivnekar Cogliostrus. Clemens sintió que el Despojador se calmaba al ver al Jefe Bibliotecario de su capítulo y que todas sus dudas se reducián a una sola respuesta.
- Por el Emperador –dijo Mack en voz alta.
- Que Él te guíe en tu viaje, hermano –el frío guantelete metálico de Cogliostrus aferró el antebrazo de Mack-. Eres el mejor de todos nosotros. Gracias a tí, no fallaremos. Sea tu nombre recordado por siempre en los archivos de honor de los Despojadores, Kóledor Mack. Me ocuparé personalmente de cincelarlo en oro.

Ahora fue orgullo lo que se apoderó de él y recordó que aún ante la más vil de las muertes, su capítulo sostendría su memoria. Una sonrisa vaga arqueó sus labios y una repentina emoción humedeció sus ojos.
- ¡Fuerza de voluntad! ¡Voluntad con coraje! –exclamó el bibliotecario.
Mack repitió el grito de guerra del Capítulo, ahora más lleno de significado que nunca, mientras la urna era encajada en un hueco a medida de la camilla, sobre su cabeza..





Alanthos
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Vidente de Sombras
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Enviado:
24.feb 2006 - 10:43

Señor... ¿Qué crearan los Señores de la Guardia Oscura?
Se verá en el próximo episodio...
Joder si es bueno... Es buenísimo...





editado por: Alanthos, 24 Feb, 2006 - 01:43

Atentamente,
Alanthos Steelway