Tema: Debate-que transfondo os gusta mas??
AGRAMAR
avatar
Vidente de Sombras
Vidente de Sombras
Mensajes: 2304

Enviado:
7.abr 2006 - 12:08

Me gustaria abrir un debate aqui sobre los transfondos...voy a colgar 2 transfondos de 2 ejercitos de marines:cicatrices blancas y guardia cuervo.
Son de la 2º o 1º edicion..aun no estoy seguro..pero son oficiales.
Son totalmente diferentes y me gustaria que dierais vuestra opinion.

Estan demasiado endiosados los primarcas?cojen demasiado de la historia real, de las pelis..los de la gw?os parecen estos mas originales?estan sacados de inforol...

Cicatrices Blancas

Cuando el Emperador finalizó por fin su proyecto, el Proyecto Primarca, supo que el Universo aún podía salvarse. Llevaba años sintiendo a las fuerzas del Caos luchando por liberarse de la Disformidad. El momento se acercaba, pero con los avances implementados en los Primarcas podía mejorar genéticamente a sus Marines Espaciales, logrando una fuerza de combate imparable. Las fuerzas del Caos estaban enteradas de esto, por lo que sus agentes se infiltraron en el Palacio Imperial. Las cápsulas embriónicas fueron cargadas en generadores de campos disformes y lanzadas a la Disformidad. Un transporte en particular flotó en la Disformidad durante años. Finalmente, los sensores internos localizaron un planeta habitable y la cápsula entró en la atmósfera. Fue de esta forma que el pequeño Jaghatai Kahn llegó al tercer planeta del sistema Denevar.
Denevar III
De todos los planetas posibles para aterrizar, Denevar III era uno de los mejores. Era pequeño, una octava parte de la Tierra, y cubierto en sus tres cuartas partes por agua. El único continente se alargaba perezosamente de un polo al otro. En la región más norteña una gigantesca cadena montañosa se extendía durante miles de millas, manteniendo el frío norteño a raya hasta la llegada del invierno. Más al sur había una serie de suaves colinas y praderas. En el ecuador se encontraba una gran planicie de sal. Era el resultado de un asteroide que en tiempos remotos había impactado en el planeta causando una profunda cicatriz. Toda la vida fue destruida, y el agua que fluyó hacia el cráter se encontró con la lava volcánica que salía de la tierra, creando colosales columnas de vapor que dejaron el lugar cubierto de sal. En el mismo centro de ella, directamente a lo largo del ecuador, hay un gran cañón irregular causado por el impacto. Los terremotos eran algo común en toda la línea de cráteres y cañones del ecuador. La lava fundida puede verse a menudo fluyendo por el fondo de los acantilados, a millas de profundidad.
El sub-continente del sur imita a su vecino del norte, pero al revés. Era un planeta agradable para vivir. Su clima era suave, excepto en las regiones montañosas en las que el intenso frío colisionaba continuamente con el aire más cálido del sur. Es aquí donde las tormentas eléctricas y los tornados son tan horribles que toda vida se ha refugiado bajo tierra.
Denevar III está localizado al borde del Círculo Kolarne. El Círculo es una densa agrupación de sistemas cercanos al centro de la Galaxia. Desafortunadamente, estaba muy cerca de los dominios de los más grandes Señores de la Guerra Orkos. No pasó mucho tiempo hasta que los Orkos aterrizaron en el sub-continente sur Denevar III. Masacraron a los escasos pobladores, o los empujaron hacia el norte. La mayoría de los nativos se atrevieron a cruzar los inestables puentes naturales de piedra que cruzaban el gran cañón, y avanzaron hacia las planicies de sal.
Esos humanos que escaparon hacia el norte se encontraron con una civilización intacta. Allí un grupo de pequeñas bandas de humanos se habían reunido en un lugar de paz y meditación. La campiña estaba perlada de pequeños pueblos, monasterios y academias de artes marciales o yoga. Este pueblo era holístico y metódico en su forma de vida. Acogieron a sus vecinos del sur dentro de su sociedad y les enseñaron sus costumbres.
Los recién llegados pronto se aclimataron y entraron en las órdenes monacales, siguiendo la estela de sus vecinos del norte. Aprendieron las prácticas espirituales de los mojes, y comenzaron a practicar las artes marciales Denevarianas, conocidas simplemente como el Estilo Do.
Los exploradores pronto avisaron de que los Orkos estaban cruzando la brecha, con intenciones de invadir el continente del norte. Los Maestros de las diferentes órdenes de monjes dieron el aviso a cada una de las escuelas: "Reunid a vuestros mejores guerreros y conducidlos al Desierto de la Cicatriz Blanca. Defenderán sus hogares."
El Estilo Do estaba dedicado a los hijos e hijas del Dios y la Diosa de la Luz. Las enseñanzas de estas cuatro figuras formaban el estilo de vida de cada Denevariano. Una de sus hijas, la Diosa Kali la Destructora, tenía un dicho: "Toda vida debe ser preservada. Mantened siempre la mente despejada y el cuerpo listo como una espada de obsidiana. Cuando lleguen para amenazar tu existencia, sólo entonces será necesaria la Guerra. Pero cuando la Guerra sea necesaria, sé rápido y completo en batalla. Deja que la velocidad de tu victoria sea tal que nadie vuelva a intentar atacarte, y la paz será restaurada."
El Estilo Do integraba la meditación y la pureza de mente. Un puñado de monjes Denevarianos habían desarrollado poderes mentales, otorgados como bendiciones sagradas por los hijos de los Dioses de la Luz. Muchos otros monjes habían perfeccionado sus movimientos de yoga para emplearlos en combates rituales que los ayudaban a mantenerse en forma mientras relajaban sus mentes.
Al fin, cuando los Denevarianos se reunieron al borde del Desierto de la Cicatriz Blanca, no era una banda de campesinos lo que se enfrentaba a la horda Orka, si no un preparado ejército de guerreros, maestros de artes marciales y poderosos psíquicos.
Cuando Waaa Nunug consiguió finalmente atravesar el desierto, vio unos 300 humanos que se le oponían, armados únicamente con armas de cuerpo a cuerpo y defendidos por sus amplias túnicas amarillas y rojas. El Jefe Nunug se rió. Mientras contemplaba los cráneos afeitados que cerraban el paso de sus hordas, supo que la victoria sería suya.
Repentinamente, de entre las filas de monjes surgió una bengala. Coloreó las blancas planicies de sal con un color rojo sangre a la luz del atardecer. El grupo de humanos se adelantó con velocidad, tan rápido que los Orkos no podían seguir su avance. Una ola amarilla y roja se abatió sobre ellos mientras manos y pies comenzaban a derribar a los pielesverdes. Las espadas de obsidiana brillaban en el crepúsculo. En la planicie de sal los psíquicos humanos destruían los vehículos Orkos. Cuando una espada de obsidiana partió el cráneo del lugarteniente del Jefe Nunug, se le oyó decir: "¡Eze humano ha zío rápido!" Momentos después del lanzamiento de la bengala, el campo de batalla estaba en silencio. Nunug y otros oficiales estaban escondidos bajo pilas de cadáveres. Ni un solo Orko se movía. La bengala aún no había caído, y estaba suspendida en el aire como un sol en miniatura. Lentamente comenzó a caer, y cuando se extinguió la llanura de sal continuaba coloreada de rojo, pero esta vez era de sangre verdadera.
Los monjes abandonaron el campo de batalla. Nunug y sus oficiales se rieron de los estúpidos humanos que no habían saqueado su equipo. Una vez que lograron volver al continente del sur, Nunung llamó a sus refuerzos. Desafortunadamente para él, la vasta tormenta eléctrica que había forzado a su flota a un aterrizaje de emergencia también bloqueaba las comunicaciones. Nunug estaba impotente: "Voy machacar a ezoz humanoz aunke zea lo último qu'aga", juró el comandante Goff. Así comenzaron una serie de terribles guerras que asolaron Denevar III durante siglos.
La Llegada de Jaghatai Kahn
Fue en una oscura noche de verano, 300 años después de lo relatado, que el pequeño Kahn salió de la Disformidad. Era una de esas raras noches despejadas, en la que la cápsula de Kahn cruzó el estrellado firmamento dejando una estela de fuego a su paso. Los monjes contemplaron esto con aprensión, pensando que eran nuevos enemigos a los que combatir. Enviaron exploradores para investigar el lugar del aterrizaje. Al borde del gran Desierto de la Cicatriz Blanca encontraron una extraña cápsula de desembarco, y en su interior un bebé. Fue llevado ante los monjes, que decidieron que debía ser el hijo no deseado de algún Dios. Sus propias leyendas contaban historias de cuando los hijos e hijas de los Dioses de la Luz vivieron entre los mortales. A menudo estas relaciones tuvieron como resultado alguna descendencia, retoños que no eran bienvenidos en el reino de los Dioses y que debían ser criados por sus padres mortales. Tales semidioses se convertían en héroes y heroínas para su pueblo. Hacía muchísimo tiempo que no aparecía ninguno entre sus filas, hasta los auspiciosos hechos que llevaron al pequeño Kahn hasta ellos.
A medida que el niño era criado por los monjes, aprendió su lenguaje y costumbres con asombrosa rapidez. En su quinto aniversario discutía de filosofía con los monjes más ancianos. En su duodécimo cumpleaños podía derrotar a todos los hermanos o hermanas monjes de los monasterios.
Fue educado en el Estilo Do, y cómo imitar a los animales en sus movimientos para combatir en armonía con la voluntad de los Dioses de la Luz. Pronto sus niveles de habilidad superaron incluso a sus maestros. Fue llevado ante el Anciano Maestro. El Anciano Maestro no era el líder de las cuatro sectas de monjes, pero era tan sabio, y había alcanzado tal perfección en el Estilo Do, que todos lo reverenciaban. El Anciano Maestro sintió el gran poder que había en el joven y decidió enseñarle los más antiguos secretos del Estilo Do. Le enseñó también a canalizar sus pensamientos y liberar su mente, para que el joven pudiese dominar su innegable poder.
Durante años caminó por los estrechos pasos de montaña, discutiendo interminablemente sobre filosofía y teología con el Anciano Maestro, entrenándose sin parar en el Estilo Do. Por más que lo intentaba, Jaghatai no podía derrotar a su nuevo maestro. Sus combates levantaban gran expectación y duraban días enteros, y aunque Jaghatai podía romper piedras con sus manos desnudas nunca pudo siquiera rozar al Anciano Maestro. Finalmente, tras un duro día de entrenamientos, Jaghatai preguntó: "Maestro, si tengo tanta fuerza y poder, ¿por qué no puedo derrotarte?"
El anciano replicó: "Soy muy viejo, y mi fuerza se ha desvanecido hace mucho. La fuerza bruta no forma parte del Estilo Do. ¿De qué te sirve ser tan fuerte si no puedes alcanzar a tu oponente? Ven, y mira."
El Anciano Maestro llevó a Jaghatai hasta una meseta cercana a las montañas. Allí se encontraron con un brunon (una gigantesca bestia nativa de Denevar III, parecida a un oso). El brunon estaba intentando rapiñar un nido de cobra de las rocas, para comerse sus sabrosos huevos. Jaghatai y su maestro contemplaron al brunon dar vueltas alrededor del nido, buscando un punto débil. La cobra de las rocas estaba muy quieta, observando a su rival y meciéndose imperceptiblemente.
El brunon atacó súbitamente, alzando sus poderosas patas para aplastar a su rival. Los músculos se hincharon bajo su pelaje mientras se alzaba para efectuar su ataque final. Pero más rápida fue la cobra. Como un relámpago de las tormentas la cobra saltó hacia delante y mordió al brunon. El letal veneno fluyó con rapidez por la sangre del depredador, y en pocos segundos la gigantesca bestia estaba muerta.
Jaghatai permaneció pensativo durante un rato, mirando el cuerpo del poderoso brunon inerte. "Debo aprender a luchar de esa forma", pensó. "Debo ser tan rápido como el rayo". "Sí", respondió el Anciano Maestro en su mente, "Debes convertirte en cobra".
La Pérdida de Jaghatai Kahn
Los monjes de Denevar III no eran ni misóginos ni célibes. Tanto hombres como mujeres servían en sus filas, compartiendo las tareas del trabajo y la meditación espiritual. Las diferentes órdenes se reunían a menudo en los ritos sagrados, las fiestas o las épocas de cosechas. Durante este tiempo, los habitualmente reservados y contemplativos monjes celebraban sin trabas su amor por la vida. Sus simples canciones se alzaban en el aire para ser llevadas hasta las montañas. Abundaban los bailarines y los contadores de historias, y la gente bebía el preciado vino azul Denevariano, destilado por los propios monjes.
Jaghatai había bajado de las montañas, su entrenamiento con el Anciano Maestro completado. Durante años había estado al mando de las defensas contra las incursiones Orkas. Su reputación como guerrero y líder era ya legendaria. Aquel otoño, durante el Festival de la Cosecha, se encontró con Ariana Turs, de la Hermandad de Siva. Su belleza física superaba al más hermoso de los atardeceres, y era solamente igualada por su calma interior y su eficacia en combate. Se cortejaron mutuamente, y más adelante, en el Pico del Paraíso bajo el brumoso cielo de las montañas, pronunciaron sus votos de unión. Jaghatai se sentía completo.
El invierno se pasó entre risas y felicidad, encerrados en los vastos complejos de cavernas y túneles a salvo de las terribles tormentas invernales de las montañas. La leyendas dicen que Jaghatai y Ariana entrenaban durante semanas, sus risas y ruidos de lucha levantando ecos por todas las montañas. En la primavera, ella trajo al mundo un niño. Nadie podía recordar una vida tan feliz ni próspera como la de Jaghatai Kahn.
Con la llegada del verano, los monjes se desplazaron hacia las planicies para la siembra, como era costumbre. Jaghatai entrenaba con las tropas, esperando las incursiones Orkas que siempre llegaban con la mejora del tiempo. Y llegaron. Los exploradores informaron de una gran concentración de Orkos en un saliente del Desierto de la Cicatriz Blanca, en un lugar del que nunca habían venido. Era una formación inmensa, que obviamente intentaba flanquear los asentamientos de verano de los monjes. Jaghatai reunió a su gente. Les dijo que detendrían esa invasión mediante un "mensaje" al caudillo Orko que lo enviaría hacia el sur durante décadas. Les dio a sus guerreros túnicas blancas, para fundirse con el paisaje salino del desierto, y muchos se tatuaron en sus brazos el dibujo de una cobra. En formación, sus cabezas afeitadas y las espadas de obsidiana desenvainadas en sus manos, eran una visión temible.
Cuando los Orkos cruzaron por fin el desierto, los monjes estaban listos. La columna Orka se detuvo, esperando que sus exploradores informasen sobre lo que les esperaba. Todo a su alrededor, figuras vestidas de blanco se alzaron de entre las planicies de sal como espectros. Antes de que se emitiese ni un solo grito, Jaghatai lanzó una bengala roja al cielo. La victoria fue veloz. Los Orkos parecían diferentes. Tenían la piel verde, pero eran mucho más pequeños. La mayoría no presentó batalla, pero los que huían eran cazados sin compasión. Aunque la fuerza era cinco veces más grande que cualquiera a la que se hubiesen enfrentado antes, la batalla terminó en pocas horas. Jaghatai miró los cadáveres, y vio que sus armas eran viejas o no tenían munición, y el equipo estaba mal cuidado o roto. El miedo recorrió su cuerpo. Había sido un señuelo.
"¡A casa!" gritó Jaghatai "Corred como el viento, porque nuestras familias están en peligro". Durante dos días los monjes corrieron sin detenerse. Cuando llegaron a los asentamientos de verano, era demasiado tarde.
Las columnas de humo podían verse a kilómetros. Cadáveres de Orkos estaban esparcidos por el campo, pero también los de muchos monjes. Podían verse cuerpos por todas partes. Sólo unos pocos habían sobrevivido. Mientras recogían a los muertos para llevarlos a las piras funerarias, le contaron a Jaghatai la historia.
Los Orkos habían atacado dos días después de que se marchasen. Era una gran fuerza, llena de armas que podían matar a mucha distancia. Los guerreros de reserva habían llevado a los jóvenes y desvalidos a las montañas. Entonces, los sacerdotes y sacerdotisas se habían lanzado al combate para proteger sus hogares y los almacenes de comida para el siguiente invierno. Los Maestros habían usado sus grandes poderes Do para invocar furiosos relámpagos que habían castigado una y otra vez a los Orkos. Los Orkos tenían nuevas armas que atronaban el aire, haciendo caer fuego líquido sobre los monjes. Todo había parecido perdido, hasta que el Terror Danzante bajó de las montañas. El Terror Danzante era una orden de mujeres guerreras. Conocidas por muchos como un simple mito, habían sido expulsadas hacía mucho por haber abrazado la adoración de Kali la Destructora sin el balance de Siva el Dador de Vida. La orden había sido desbandada y sus Maestros expulsados de los templos. Sin embargo se habían ocultado en lo más profundo de la montaña, reclutando en secreto a las guerreras que consideraban dignas. Llegaron del norte con un grito de batalla que hizo paralizarse en el sitio a todo combatiente. Entraron en el campo de batalla como un tornado en un campo de trigo. Se vestían blasfemamente según la tradición, sus cabezas sin afeitar luciendo enormes crestas. Llevaban ropajes funerarios negros, y cubrían su rostro con máscaras que imitaban calaveras. Cayeron sobre los Orkos como una manada de bestias salvajes. Así se rompió la voluntad de lucha de los pielesverdes, mientras las espadas curvas de las recién llegadas los segaban sin cesar. Los Orkos corrieron en una desordenada retirada. Los Terrores Danzantes los cazaron hasta los límites del desierto, matando a cualquier rezagado. Después desaparecieron de nuevo.
Jaghatai preguntó por Ariana. Los monjes movieron sus cabezas, demasiado tristes para hablar. Lo guiaron hacia el centro de la villa, aún lleno de pilas de cadáveres de Orkos. En el centro se encontraba el montón más grande de pielesverdes muertos, y sobre ellos los restos de Ariana.
Ella sola había frenado el avance del centro Orko, mientras los demás llevaban a los no combatientes hacia las montañas. Había matado a un Orko tras otro hasta que la acumulación de cadáveres había hecho muy difícil el moverse. Entonces había escalado sobre una pila de cuerpos y había seguido combatiendo desde su posición elevada. Cuando los guerreros habían vuelto, el fuego ya consumía sus hogares y Ariana había caído en batalla.
Jaghatai rugió desafiante. Contemplando el cadáver de su verdadero amor, su calma se derrumbó y su paz interior se hizo añicos. "Me cobraré cada gota de sangre que ha derramado con un millar de vidas", aulló salvajemente. "¡Los Orkos no volverán a atacar, porque yo soy la Cobra! ¡Soy el rayo! ¡Hoy expulsaré a los Orkos de la lista de seres vivientes, y al anochecer me alimentaré de sus almas perdidas!".
A su alrededor todos lloraban abiertamente, ya que su mente había quedado fuera de control y llenaba a cada uno de los presentes con la tristeza que él sentía por su pérdida. Lloraban y se sujetaban sus cabezas o se agarraban el pecho con dolor. Los más veteranos de sus guerreros se arrodillaron frente a él. "Nuestras familias también están en los brazos de Kali la Destructora. No tememos a la muerte, sino que daremos la bienvenida a su abrazo. Déjanos beber las almas de los perdidos junto a ti."
Jaghatai corrió hacia el desierto con sus seguidores. Eran más salvajes que los Terrores Danzantes. Cruzaron sin detenerse las planicies de sal. Cruzaron los mismos puentes por los que habían avanzado los Orkos, con la furiosa lava de Denevar fluyendo bajo ellos. Los Orkos también tenían una pequeña economía de subsistencia basada en la caza y algo de agricultura. Cada silenciosa granja que se cruzaban en su camino bullía de actividad durante unos instantes y luego quedaba de nuevo en absoluto silencio. Los grupos de caza se convirtieron en comida para los carroñeros. Jaghatai seguía avanzando más y más. Ciudades enteras eran convertidas en ruinas por él y sus Bebedores de Almas. Hasta que llegaron a la capital, donde se refugiaba el caudillo.
Greeg, gran nieto de Nunug el Magnífico, era ahora el líder. Había luchado duro para seguir con vida, pero ahora tenía un nuevo problema. Había perdido a muchos de sus mejores oficiales en combate contra los humanos, y parecía que no había forma de volver a formar un grupo de combate. Extraños sonidos le llegaron desde el exterior de su palacio. Sonidos de lucha, parecían. "¡Malditoz Gretchin.", pensó, "Sólo podque loz hemos empleado en el atake falzo ya piensan que loz tratamoz mal." Era verdad que los gretchins habían estado bastante inquietos debido precisamente a que se sentían engañados por haber sido empleados como carne de cañón, pero esta era la primera vez que se originaba una lucha en firme por su causa. Los alrededores de la ciudad habían estado muy tranquilos durante meses, sin informes de los exploradores. "Lo que paza ez ke me odian podque zoy el jodío amo. Unoz pocoz de elloz mueren ¿y ké? ¡Mejor elloz ke yo! ¡Por ezo zoy el rey!". El sonido de lucha se volvió más intenso, y Greeg deseó que sus guardias estuviesen matando a muchos gretchins.
Repentinamente la puerta se abrió de golpe y entró una criatura cubierta de sangre fresca desde la cabeza a los pies. "Heyyyyyy...", pensó Greeg, "Eze ez un apeztozo humano. ¡Pero ze supone que somoz nosotroz loz que atakamos, no al revéz!" La figura atravesó de un salto la distancia que los separaba y su espada trazó un sangriento arco. "Oh, genial.", fue el último pensamiento de Greeg, "Azí zon laz cozaz".
La Llegada del Emperador
Jaghatai Kahn salió victorioso del fortín Orko. Todos los pielesverdes estaban muertos por todas partes, o habían huido tan al sur que jamás volverían. Jaghatai y sus oficiales estaban bañados en sangre. Permaneció de pie sujetando la resbaladiza empuñadura de su espada de obsidiana, y los acontecimientos de los últimos nueve meses lo invadieron. Durante nueve meses su banda había arrasado el territorio Orko. Durante nueve meses había combatido día y noche. Hacía nueve meses que su adorada Ariana había muerto. Jaghatai Kahn cayó sobre sus rodillas en medio de la silenciosa ciudad, y lloró.
Por encima suyo, atravesando las tormentas eléctricas que sacudían las partes altas de la atmósfera, apareció una nave. Descendió lentamente, haciendo sonar estrepitosamente sus motores electroestáticos. Los hombres de Jaghatai lo levantaron y le enseñaron lo que se acercaba. Jaghatai se preparó. Los Orkos no estaban derrotados aún; ésta debía ser su arma secreta. Jaghatai y los demás permanecieron en formación esperando que su nuevo enemigo hiciese el primer movimiento.
La nave aterrizó en la desolada plaza. Bajo su tren de aterrizaje, los cuerpos de los Orkos y sus casas fueron aplastados. Los motores se detuvieron y un panel se deslizó formando una rampa. De la nave salió una única figura. No era un Orko. Permaneció de pie en toda su majestad, y el poder salía de él en oleadas como si fuese el Maestro de todos los Ancianos Maestros. Caminó directamente y sin miedo hacia el ensangrentado Jaghatai.
"Largo tiempo te he buscado. Eres el siguiente en reunirte conmigo" dijo el hombre. Sus ojos azules indicaban un profundo conocimiento de la vida. Jaghatai adoptó una postura defensiva al frente de sus hombres.
"¿Qué clase de criatura eres?", exigió saber, aunque no podía evitar que el asombro abandonase su cuerpo.
"Soy el Emperador de la Humanidad", dijo el recién llegado en voz baja.
Jaghatai sacudió su cabeza. "¿Qué significa eso? ¿Eres un Dios?"
El Emperador sonrió sarcásticamente. "Algunos te dirían que sí."
Jaghatai oyó a sus hombres arrodillarse tras él y comenzar a cantar las bendiciones sagradas. Jaghatai bajó su espada. "¿Qué quieres de mí?"
La sonrisa del Emperador se ensanchó. Miró a su creación y se preguntó cómo alguien de tal inocencia y fuerza de voluntad era capaz de llevar a cabo la salvaje carnicería que había presenciado desde la órbita. Había tenido suerte de encontrarlo tan pronto, ya que había sido el último en ser creado y el Caos había dispuesto de más tiempo para buscarlo. Afortunadamente él llegó primero. Tendría que domar la furia que ahora latía en su interior.
El Emperador caminó hasta coger a Jaghatai por los hombros. "Soy tu padre, Jaghatai".
Las Cruzadas
Una vez que terminó el período de transición y Jaghatai comprendió quién era, le invadió una sed de conocimiento. El Emperador podía pasar mucho tiempo con él, aunque seguía estando muy preocupado por una posible mancha del Caos en su recién descubierto hijo. También lo inquietaba la profunda tristeza que anidaba en su pupilo. Jaghatai le habló al Emperador sobre Ariana y su furia contra los Orkos. El Señor de la Humanidad temió que los Poderes del Caos ya hubiesen alcanzado a Jaghatai.
El Emperador le dio a Jaghatai una nave, un gran crucero de combate, el Constantinus. Le dijo: "Es hora de que conozcas a tus hermanos". El Emperador y Jaghatai se fueron juntos. Durante años viajaron de sistema en sistema, visitando a los demás Primarcas, reuniéndolos a todos y a sus respectivas fuerzas de Marines leales a bordo del Constantinus. Regresaron a la Tierra donde el Emperador presentó a Jaghatai a sus propios Marines. En honor a su mundo natal y sus victorias sobre los Orkos vestían de blanco para recordar los desiertos de sal de su planeta. El Emperador dijo: "Estos son tus guerreros, hijo mío. Una vez se llamaron la Legión de la Estrella Blanca, pero ahora han sido renombrados. Han sido escogidos de las filas de mis mejores soldados. Te damos la bienvenida, Jaghatai Kahn, Primarca de los Cicatrices Blancas." Los hermanos de Jaghatai prorrumpieron en aclamaciones y vítores. Saludó al Señor de la Guerra Horus, chocó sus manos con Rogal Dorn, y fue aplastado por un bestial abrazo de Leman Russ. El Emperador reunió a sus veinte vástagos y dijo: "Hijos, el Imperio está desmoronándose. Nos enfrentamos a poderosos enemigos por toda la Galaxia. Orkos, los agonizantes Eldar, y los más poderosos de todos, la amenaza del Caos. Vosotros, hijos míos, debéis ir y reconquistar la Galaxia. ¡Yo invoco una Cruzada Sagrada! ¡Reunid a vuestros Marines y partid!"
Jaghatai invocó a sus semejantes, enseñado en las letanías de la activación por sus tutores Tecno-sacerdotes de Marte. A bordo del Constantinus los Cicatrices Blancas viajaron hacia el sur, a través del centro galáctico, hacia el Imperio Orko. Mundo tras mundo los Cicatrices Blancas fueron carcomiendo el dominio de los Orkos. La visión del estandarte del rayo se convirtió en una pesadilla para los Jefes Orkos. Cada batalla ocurría lo mismo. Los Orkos avanzaban hacia los quietos Marines, con intención de destrozarlos. Y cada batalla una bengala solitaria señalaba el ataque para las fuerzas de Jaghatai. A partir de entonces lo único que se escuchaba eran los gritos de muerte de los Orkos. Tales ataques relámpago se volvieron legendarios. Por todo el Imperio, las victorias de los Cicatrices Blancas se convirtieron en rutina. Sin ninguna ayuda empujaron al Imperio Orko más allá de los límites de la Galaxia, conquistando la segunda porción de espacio conocido más grande jamás reclamada por un Capítulo de Marines, por detrás de los Ultramarines.
La Herejía de Horus
De todos los Primarcas Jaghatai no era el más fuerte. Ese título correspondía a Horus, Primarca y Señor de la Guerra del Emperador. Su Capítulo también conquistó muchos planetas destacados, y Horus viajaba con frecuencia a la Tierra para consultar con el Emperador y trazar nuevas estrategias. Los dos estaban muy cercanos, y se rumoreaba que algún día Horus reemplazaría al Emperador como su sucesor. Esto no era suficiente para Horus. Su Capítulo, los Hijos de Horus, habían conquistado grandes porciones del Norte y el Este galáctico. Le fue otorgado el control de más y más tropas. No sólo controlaba su propia Legión, si no que le era concedido mando sobre otros Primarcas, liderando a miles y miles de Marines hacia la batalla.
Horus tenía poder, pero lo quería todo. Las Fuerzas del Caos tocaron a Horus. El Caos encontró que su orgullo era fácilmente manipulable y en algún momento Horus renunció al Emperador y decidió que sería el nuevo gobernante del Universo. Muchos de los Capítulos de Marines bajo control directo de Horus se unieron a su causa. Otros renegaron de él y de sus acciones. La lealtad de los Cicatrices Blancas nunca se puso en duda.
Horus había jurado obediencia a los Dioses del Caos, poderosos Demonios Supremos que moraban en la Disformidad y querían conquistar el mundo real para su propia diversión. A cambio, los Dioses del Caos concedieron a Horus poderes malignos más allá de lo imaginable. Poder más allá de los ya increíblemente mejorados Primarcas. Poder que rivalizaba con el del mismísimo Emperador. Guerreros corrompidos por el Caos combatieron contra los Marines Espaciales en miles de mundos. Mucho de lo que se había ganado durante las Cruzadas se perdió. Como un cáncer la Herejía infectó toda la estructura del Imperio, y finalmente las fuerzas del Caos se abrieron paso hacia la Tierra.
La Batalla de la Tierra
El Emperador finalmente comprendió que el Caos tenía las de ganar. El más grande de sus hijos, Horus, había sido tentado por los Dioses Oscuros y se había rendido. Ahora contemplaba con horror cómo sus propios Marines Espaciales, deformados por los poderes del Caos, combatían contra él por todos los rincones del Imperio. La vasta percepción psíquica del Emperador recorrió toda la Galaxia, y se horrorizó ante lo que vio. Planeta tras planeta caían ante las hordas del Caos. El Emperador sabía que Horus iba a ir a por él. Horus quería su trono.
El Emperador llamó a sus Marines Espaciales más cercanos. Los Puños Imperiales, liderados por Rogal Dorn, tenían su base en la Tierra y eran la fuerza principal de defensa del Sector Terra. Ellos y la Guardia Imperial Real no serían suficientes para resistir el asalto final. El Emperador envió una señal de emergencia a todos los Capítulos de Marines que pudiesen responder. "La Tierra está a punto de ser atacada, venid a cualquier precio."
Muchos de los Capítulos de Marines leales ya estaban librando combates, defendiendo todos los planetas que podían, manteniendo todo lo que podían de la Galaxia lejos de las garras del Caos. De todos los Capítulos de Marines leales sólo los Lobos Espaciales, los Ángeles Oscuros, los Ángeles Sangrientos y los Cicatrices Blancas respondieron a la llamada. Los Lobos Espaciales y los Ángeles Oscuros estaban en un sector muy alejado. Seguramente no llegarían a tiempo. Así que Jaghatai Kahn reunió a sus Marines y partió hacia la Tierra.
El Emperador tenía un plan. Los Puños Imperiales se encargarían de la primera defensa en las afueras del Palacio Imperial. Dentro, Sanguinius lideraría a sus Ángeles Sangrientos. La Guardia Imperial defendería los dos masivos espaciopuertos, evitando que las fuerzas del Caos pudiesen desembarcar tropas ya que Ciudad Imperial estaba abarrotada de torres y construcciones masivas.
A los Cicatrices Blancas les concedió el honor de emboscar al Caos. El Emperador había escuchado a Jaghatai hablarle sobre su emboscada a los Orkos. En lugar de esconderse bajo la superficie de un desierto de sal, el Emperador los hizo esconderse dentro de edificios derruidos y antiguos almacenes. Una vez que las fuerzas del Caos hubiesen pasado ante ellos hacia el Palacio Imperial, los Cicatrices Blancas los atacarían por la retaguardia.
El Caos llegó. Los Ángeles Oscuros y los Lobos Espaciales estaban aún a mucha distancia de viaje. Justo antes de que el Caos comenzase a desembarcar sus tropas, tuvo lugar la mayor traición de todas. La Guardia Imperial, que había estado defendiendo los espaciopuertos, se volvió contra sus camaradas. Leales ahora al Caos, masacraron división tras división de sus antiguos compañeros. La 1ª División Blindada, leal al Emperador, escapó de la carnicería y se retiró hacia los barracones que ocupaban los Cicatrices Blancas. Allí fueron admitidos y sus heridos atendidos. Cuando Jaghatai oyó estas noticias se puso furioso. A través de sus dientes apretados gruñó: "Haré que el Caos pague por su traición a mi padre."
El Caos pasó a su lado. Odiosos seres de todo tipo de viles contaminaciones formaban sus filas. Se apiñaban contra los edificios en los que los Cicatrices Blancas acechaban en silencio. Pronto hubo pasado la primera oleada. Jaghatai oyó el sonido de la lucha llegar desde el Palacio. Se dirigió a sus tropas y dijo: "Cicatrices, ha llegado la hora. Por todo lo que creemos sagrado, si vamos a sobrevivir a este día debemos actuar con la velocidad de la Cobra y el poder del Relámpago. Hoy se trata de vivir o morir. Recitad las letanías de la invocación con fuerza y reverencia. Hoy vamos a morir con gloria y honor en el nombre del Emperador. ¡CICATRICES BLANCAS! ¡ADELANTE!" Los Marines salieron de sus escondites y corrieron por la ciudad en ruinas hacia el Palacio Imperial. En lo alto de su Rhino de mando, Jaghatai Kahn anunció su presencia a los viles Señores del Caos y a los leales defensores de los muros del Palacio. Alzando su pistola, Jaghatai lanzó una única bengala de color rojo.
Ese día murieron muchos más que cualquier otro. Los cuerpos de los muertos yacían sobre los escombros, y los vehículos y las tropas marchaban indiferentemente sobre ellos como si fuese tierra firme. Los Cicatrices Blancas lucharon con una ferocidad que a menudo igualaba o incluso superaba la furia berserker atribuida a los Lobos Espaciales. Estos guerreros entrenados por el Emperador lucharon como inmortales, pero no eran bastantes. No tenían el Estilo Do impreso en sus almas, y aunque eliminaron a cien guerreros del Caos por cada Cicatriz Blanca que caía, seguían cayendo. Al final resultó que había demasiados traidores. Por detrás de los Marines Traidores avanzaban los Hombres Bestia, y también Demonios. Caían del cielo en una constante lluvia de cápsulas de desembarco. Por cada renegado que moría tres ocupaban su lugar. Los Cicatrices Blancas estaban perdiendo. Habían perdido las Compañías 5ª a 8ª, ambas inclusive. La 3ª estaba aislada del resto, rodeada de Demonios. Tras varios días de duros combates en los que ninguno de los dos bandos consiguió progresos significativos, Jaghatai les ordenó que se escondiesen y esperasen su señal.
Jaghatai se retiró a la retaguardia. "Si solamente estos engendros del Caos no recibiesen refuerzos tan rápidamente, ya hubiésemos podido ganar la batalla.", pensó. Podía ver cómo el Palacio se estaba desmoronando. Sobre él, en el aire, se estaba desarrollando una tremenda batalla entre Sanguinus y uno de los Grandes Demonios del Caos. La inspiración le llegó a Jaghatai, que ordenó a sus tropas dar media vuelta. Cuando llegó la noche y todos sus hombres estaban preparados, ladró por su comlink: "Primera y Segunda Compañías, preparaos para un ataque relámpago sobre el Espaciopuerto Puerta del León. Tercera Compañía, espera mis órdenes. ¡1ª División Acorazada, responda!"
"Aquí 1ª Acorazada."
"Soy el Primarca Jaghatai Kahn de los Cicatrices Blancas. Tomo el mando de su División. Dejad a los heridos y poned en marcha cualquier tanque disponible. A mi orden, abridnos camino hacia el Espaciopuerto Puerta del León. Pasad por encima de cualquier cosa que veáis. Si no sois lo suficientemente rápidos, os alcanzaré y os mataré personalmente ¿Entendido?"
"Afirmativo, Primarca Kahn."
"Entonces a mi señal". Kahn sintió el poder fluyendo por su cuerpo, como el día que cruzó el Desierto de la Cicatriz Blanca. "¡Ahora beberemos las almas de los muertos!", gritó. "¡POR EL EMPERADOR Y ARIANA!". Por primera vez en su vida, Jaghatai lanzó una segunda bengala en una misma batalla.
La 1ª División Blindada cumplió su promesa. A través de vehículos, tropas, edificios, parques y cadáveres abrieron un camino hacia el Espaciopuerto Puerta del León como si fuesen un estilete. Saliendo de sus escondites, los Cicatrices Blancas los siguieron. Cuando llegaron, Jaghatai saltó de su Rhino hacia los muros. Estaba envuelto por la furia de su pasado. La 1ª División Blindada empleó sus propios vehículos destruidos para formar una rampa de chatarra que alcanzase lo más alto del Espaciopuerto. El grito de furia de Jaghatai resonó en los odios de sus Marines, que se apresuraron a seguirle trepando por la rampa.
Al final no hubo supervivientes del Caos. Jaghatai reactivó los escudos defensivos del Espaciopuerto, y se rió cuando varias Thunderhawks capturadas se estrellaron contra las barreras de energía y estallaron. Los Marines Espaciales tomaron posiciones en los muros mientras los restos de la 1ª División Acorazada retiraban la rampa y entraban por las puertas antes de sellarlas. En el Espaciopuerto había suministros médicos, armas y munición almacenadas por el Caos, aunque comida y agua permanecieron intocadas por miedo a que no fuesen totalmente saludables. Reforzados, los Cicatrices Blancas tomaron la decisión de resistir hasta la muerte. Jaghatai alzó el estandarte del Emperador sobre los edificios del Espaciopuerto. Junto a él ondeaba el símbolo del relámpago rojo de los Cicatrices Blancas. Incluso a tal distancia pudo ver a las tropas en lo alto del muro del Palacio Imperial recobrar fuerzas y expulsar a los atacantes una vez más. Los Cicatrices Blancas habían cortado una importante línea de suministro enemiga, y las tropas del Emperador habían logrado la primera victoria significativa contra los Traidores. Gracias a los Cicatrices Blancas aún había esperanza.
La voz de Rogal Dorn resonó en el comlink unos días después de tal hazaña: "¡Saludos, Kahn! Siento informarte de que aún tenemos problemas. Voy a enviar a la mitad de mi fuerza para intentar tomar el Espaciopuerto Muro de Eternidad. El Emperador nos necesita para defenderlo, Sanguinius está malherido, quizás demasiado para seguir luchando. Estoy en ruta hacia el Palacio a bordo de la Fortaleza Celeste. Cuando llegue, la enviaré a buscarte."
"Comprendo", replicó Kahn. "¿Qué hay de Russ y El'Johnson?"
"Llegarán pronto, aunque no sabemos exactamente cuándo. Si tus tropas pueden resistir hasta entonces, tendrán un sitio donde aterrizar gracias a tu actuación. Con esos refuerzos podemos cambiar el curso de esta batalla. Pero creo que ese bastardo de Horus intentará alguna jugada antes de que lleguen. Sabe que entonces le superaremos, y puede que haga algún esfuerzo por intentar llegar al Emperador."
La Fortaleza Celeste nunca llegó al Espaciopuerto Puerta del León. Después de dejar al Primarca de los Puños Imperiales fue destruida por una andanada disparada por los titanes de la Legión Cabeza de Muerte. Jaghatai contempló con horror cómo el transporte que tendría que llevarlo junto al Emperador era derribado. Sin otra opción, los Cicatrices Blancas mantuvieron el Espaciopuerto libre de tropas traidoras durante un par de días más. Entonces la historia siguió su curso. Horus desactivó los escudos de su nave, y el Emperador, Dorn y Sanguinius aceptaron el reto. Antes de irse, Jaghatai escuchó a Dorn.
"Kahn, ¿dónde estás? Estamos atacando la nave insignia. ¡KAHN! ¡Te necesitamos, maldita sea! ¡Responde!". La estática de los teleportadores cortó la respuesta de Kahn. Todo lo que podía hacer era mirar hacia el cielo.
Jaghatai presintió el momento en que Horus murió. Eran, después de todo, hermanos. Todas las fuerzas del Caos quedaron desordenadas. Era como si se hubiesen olvidado de cómo luchar. Se volvieron unas contra otras como si quisiesen borrar toda prueba de su existencia. Los defensores estallaron en júbilo. Jaghatai no compartió su alegría. Por el comlink oyó a Dorn. "Kahn, Sanguinius ha muerto, y el Emperador está agonizando. Ha dado instrucciones para la construcción de una máquina que quizás le permita seguir viviendo, pero no es seguro. Horus también ha muerto. Nos ha costado mucho, pero lo hemos detenido. Hemos ganado."
"Sí," pensó Jaghatai. "Primero mis tácticas perdieron a Ariana, y ahora mi Padre yace moribundo sin que yo haya hecho nada. Hemos ganado, pero... ¿a qué precio?"
Cuando los Lobos Espaciales y los Ángeles Oscuros llegaron, los Cicatrices Blancas les dieron la bienvenida en el Espaciopuerto. Una vez que Jaghatai les contó a sus hermanos lo ocurrido, reunió a sus propias tropas.
"Marines, habéis luchado con valor durante estos oscuros días. Pero ahora sé que mi espíritu está debilitado. Podía haber salvado al Emperador, pero ahora está moribundo. Es una vergüenza que no puedo soportar. Estoy cansado de la guerra. Permaneceréis aquí y recibiréis los honores que se os deben como héroes que sois. Yo me iré en la Constantinus a Denevar III."
Sus tenientes se arrodillaron ante él: "Eres nuestro Primarca," dijeron "Allá donde tu vayas, nosotros te seguimos. Somos demasiado pocos para ser de utilidad aquí. Déjanos ir contigo." Tras ellos se arrodilló el Comandante de la 1ª División Acorazada: "Si el Emperador muere, yo te juro obediencia a ti, Jaghatai Kahn de los Cicatrices Blancas. Las vidas de mis hombres te pertenecen pues tú los salvaste; ahora te ofrecemos nuestras almas."
"Muy bien, entonces." dijo Jaghatai gravemente "Iremos a Denevar III y nos recuperaremos todos."
El Regreso de Jaghatai Khan
Cuando Jaghatai volvió a pisar Denevar III, cuatrocientos años después de su partida, se encontró con que la gente aún no le había olvidado. Varias naves de desembarco fueron lanzadas desde la fragata Constantius. Aterrizaron en los bordes del Desierto de la Cicatriz Blanca. Las puertas se abrieron y Jaghatai llegó a su hogar.
En menos de una hora, a través del desierto y las colinas, apareció una tropa de monjes. Iban vestidos con las mismas ropas blancas de batalla, en lugar de las amarillas y rojas de meditación. Confiados y seguros avanzaron hacia Jaghatai.
Jaghatai se dirigió a los mojes cuando éstos llegaron a una distancia prudencial. En voz alta dijo: "Soy Jaghatai Kahn, quien creó a los Guerreros Cobra y los Bebedores de Almas. Soy quien expulsó a los Orkos de Denevar. He perdido mi rumbo. He regresado a casa para encontrarlo".
El grupo de monjes inclinó sus afeitadas cabezas en señal de respeto. Sus líderes se adelantaron. "Soy Shinsori Kahn, nieto de Tenitsu Kahn. Soy el líder de los monjes guerreros de la Cicatriz Blanca. Bienvenido a casa, Honrado Abuelo. Nuestros profetas dijeron que volverías."
La reunión fue tranquila. Los monjes de Denevar simplemente aceptaron a los recién llegados y comenzaron el proceso de integrar a los Marines en sus distintas Órdenes. Se afeitaron sus cabezas, se escucharon sus votos y se pronunciaron las letanías. Jaghatai y Shinsori hablaron durante muchos días. Shinsori era tan rápido y fuerte como cualquiera de los genéticamente alterados Marines Espaciales. Su esperanza de vida era mucho mayor que la de otros humanos, y sus años le habían permitido dominar muchas formas del Estilo Do, y hacía mucho que llevaba el título de Anciano Maestro. Se convirtió en el líder de todas las Órdenes.
Le dijo a Jaghatai que aunque quedaban Orkos en Denevar, eran mayoritariamente criaturas salvajes. Habían sido conducidos a la locura o una existencia animal después de la noche que significó la destrucción de su raza en el planeta. La Orden de los Monjes había comenzado incluso a cultivar las tierras al sur de la Cicatriz Blanca. Los monjes recordaban las batallas. Habían recordado su entrenamiento militar y lo habían incluido en el Estilo Do. Mantenía las mentes alerta y los cuerpos en forma.
Jaghatai dijo a su nieto: "Mi mente está destrozada, y mi espíritu ha flaqueado. Me iré a las montañas y meditaré hasta que esté curado. Te dejo al cargo de mi Legión, ya que el Imperio necesita defensores. Cogerás a los más dignos de cada Orden, y los Apotecarios de mi tropa te dirán cómo darles el poder de los Cicatrices Blancas. Mientras yo esté fuera, reconstruirás el Capítulo con tus monjes."
Le dio más instrucciones a Shinsori. Aunque Jaghatai no confiaba en vehículos pesadamente blindados que enlentecerían un asalto relámpago, había aprendido en el asalto a la Tierra que en ocasiones eran necesarios. Los miembros de la 1ª División Acorazada fueron alterados con material genético de su Primarca y ascendidos al estatus de Compañía. Dado el pequeño número de monjes, y la gran necesidad de Marines, también fueron elegidas mujeres para formar parte del Capítulo. Los más sobresalientes de los oficiales recibieron el distintivo de los Bebedores de Almas, y el mando de sus propias Compañías. Los monjes de la Orden de Jinn entrenaron con los Tecno-marines Imperiales, y finalmente fueron enviados a Marte para completar su iniciación. Aquellos que no fueron elegidos no guardaron rencor. Los monjes y adeptos de los Marines trabajaron codo con codo incluso durante la cosecha.
Cuando el entrenamiento ya había comenzado, y el Capítulo podía considerarse recuperado, Jaghatai caminó hacia el Monasterio de la Montaña del Invierno, en lo más alto de las cumbres norteñas. Antes de irse le dijo a Shinsori: "Una vez que hayas curado al Capítulo, viaja a la Tierra. Los Tecno-marines enseñarán a la Orden de Jinn cómo pilotar la Constantinus. Si el Emperador está vivo, le servirás. Si no, servirás a su sucesor. Debo pagar por mis faltas. Mi mente viajará por la Disformidad. Cuando esté curado, algún día, regresaré." Esas fueron las últimas palabras conocidas de Jaghatai Kahn. Muchos han peinado las montañas norteñas en su busca, pero nunca ha sido encontrado.



editado por: AGRAMAR, 07 Abr, 2006 - 12:22



AGRAMAR
avatar
Vidente de Sombras
Vidente de Sombras
Mensajes: 2304

Enviado:
7.abr 2006 - 12:08

Guardia del Cuervo

Corax
La Guardia del Cuervo, Capítulo 19, fue fundada en los últimos años de la Gran Cruzada. El Emperador y sus Legiones llegaron a Deliverance, un mundo selvático en el extremo occidental del Segmentum Obscurus. Los escáneres orbitales descubrieron una única Ciudad Colmena de proporciones enormes, pero sin defensas de ningún tipo. Equipos de investigación liderados por el propio Emperador aterrizaron para descubrir habitantes humanos y artefactos de la Era Oscura de la Tecnología. Las máquinas no eran empleadas por los nativos, que vivían en comunidades tribales al pie de las gran pirámide. Las comunicaciones iniciales con los lugareños proporcionaron la historia reciente del planeta a los investigadores. De acuerdo con esas historias, el planeta se había librado recientemente de la dominación de los habitantes de la Ciudad Colmena, que empleaban a las tribus como mano de obra esclava.
Los pueblos que vivían alrededor de la gran ciudad habían sufrido semejante estado durante siglos, hasta que el jefe de una de las tribus, Corax, las unió alzándolas en rebeldía. Entraron en masa en la Ciudad Colmena, rompiendo sus grilletes y empleando lanzas y espadas contra las armas láser de los defensores. Diez mil guerreros murieron en el ataque inicial, pero mientras seguían su avance hacia los pisos superiores de la ciudad, consiguieron destruir la grandiosa planta de energía que proporcionaba abastecimiento a todos los niveles. Con las salas a oscuras, y su munición escasa, los defensores cayeron mientras los tribales los cazaban por las calles y salones a oscuras. Los mejores soldados de la ciudad se refugiaron en las esferas más altas de la ciudad. La victoria pareció decantarse hacia los insurrectos hasta que comenzó un bombardeo vírico de los niveles más bajos de la ciudad.
Los antiguos esclavos murieron por centenares, sin medios para defenderse de la enfermedad. Con el ataque detenido por la plaga, los nativos hicieron lo que pudieron para defender lo que habían conquistado mientras los defensores de la ciudad contraatacaban por primera vez en meses. Su victoria tan cercana parecía condenada, mientras los esclavos liberados, enfermos y desmoralizados, eran aniquilados por las tropas de refresco. Una fuerza expedicionaria salió de la ciudad y masacró a las mujeres y niños que estaban en los campamentos cuidando a los heridos.
Entre estos muertos estaban Felinon y Tigrissa, los viejos padres adoptivos del Jefe Corax. El mensajero temblaba mientras relataba tal noticia al gigantesco líder de los rebeldes, pero no tenía por qué haber sentido miedo. Con el rostro pálido, Corax estuvo un rato mirando al vacío, y luego con movimientos bruscos se acercó a su estante de armas. Cogiendo sus jabalinas y su espada, abandonó la estancia. Los centinelas fueron los últimos en verle mientras desaparecía por los desiertos corredores de la Ciudad Colmena.
Con la marcha de Corax, los demás jefes no estaban seguros de lo que hacer. Enviaron exploradores para localizar a sus enemigos, y fueron estos los primeros en ver las señales de la masacre. En la oscuridad de las salas se encontraron con el primer destacamento de las fuerzas de la ciudad, desmembrados por una fuerza inimaginable. Éste fue el primer acto de lo que las tribus llamaron La Venganza.
Corax, ciego de furia por las muertes de su familia y su pueblo, comenzó una guerra de un solo hombre contra la Ciudad. Acechó en las avenidas en silencio, descendiendo de los pozos de ventilación para masacrar a todos los hombres con los que se cruzaba. Batallones enteros cayeron ante su espada mientras ascendía más y más por la ciudad llevando la muerte a todas partes. Los exploradores lo siguieron hacia lo alto de la cúpula y fueron ellos los que contaron con detalle su batalla final. Como una fuerza de la Naturaleza Corax se abrió camino por entre la élite de los guerreros de la ciudad para enfrentarse al gobernante de la ciudad, Lord Cortez.
Con sus guardaespaldas muertos o huidos, estaba atrapado en sus propias habitaciones. Los exploradores llegaron a las grandes puertas dobles a tiempo para escuchar el último intercambio de palabras entre los dos. Cortez se encontraba apuntando una pistola láser al pecho del jefe tribal cuando los exploradores entraron. Antes de que pudiesen actuar, el cruel líder le disparó en pleno pecho. La lanza luminosa le impactó en el centro de su cuerpo, quemando un brillante agujero a través de él. Pero Corax no cayó. Cubierto de heridas por sus batallas a lo largo y ancho de la Ciudad Colmena, miró a los ojos a Cortez y dijo: 'La venganza no termina con la muerte'. Los ojos del dictador se abrieron de par en par cuando el brazo del Primarca se alzó y cayó de nuevo para decapitarlo limpiamente. Permaneció mirando el cuerpo durante un instante, y entonces se volvió con los ojos en blanco, caminando fuera de la habitación. Cuando sus guerreros intentaron seguirle, no encontraron ninguna pista del lugar al que podía haber ido. Los exploradores regresaron ante sus jefes y les contaron lo que había ocurrido, y que la guerra había terminado.
De Corax no había ni rastro. No se había reunido con su gente, si no que parecía haberse internado en la jungla. Los jefes declararon maldita la ciudad y nadie excepto los más valientes o locos se atrevían a vivir en su nivel inferior. La gente creía que las partes altas de la ciudad estaban encantadas por el derramamiento de sangre que se había producido y por el mal que allí había vivido. Sin embargo nadie podía decir qué había sido del gran guerrero que había purgado la ciudad de su mal, aunque muchos creyeron que había muerto finalmente por la terrible herida que Cortez le había infligido. Otros decían que su corazón ya estaba roto por la muerte de su familia, y que había abandonado el mundo de los hombres para vagar con los espíritus de la jungla.
Los investigadores informaron al Emperador de que tales hechos habían ocurrido probablemente en los últimos diez años estándar.
Sintiendo curiosidad sobre este jefe perdido Corax, y quizás presintiendo su verdadera naturaleza, el Emperador ordenó una búsqueda masiva. Los nativos, aunque suspicaces por el despliegue tecnológico de la fuerzas Imperiales, los condujeron al lugar donde su familia había sido asesinada. Era el único lugar que se les ocurría para empezar a buscar.
Contra el consejo de sus ayudantes, el Emperador buscó en solitario por toda la zona de selva que según los tribales había sido el hogar del gran Jefe. Fue allí, entre los humeantes claros de la jungla, donde una lanza se clavó a escasos centímetros de la cabeza del Señor de la Humanidad.
Completamente quieto, el Emperador observó los árboles con sus penetrantes ojos, pero su atacante permanecía oculto. Repentinamente una rama se partió a sus espaldas. Girándose bruscamente, vio una figura humana gigantesca, de pelo color cuervo, con una basta espada en su mano. El Emperador reconoció a su hijo, pero antes de que pudiese hablar el bárbaro se abalanzó sobre él. Incapaz de hacer otra cosa, el Emperador golpeó con su mente, despedazando la espada que llevaba su atacante. Los ojos del Primarca se abrieron como platos y cayó de rodillas.
Como un poseído, el impredecible Primarca comenzó a hablar como si hubiese caído en trance. Suplicó el perdón del Emperador, diciéndole que había tenido visiones en las que se le había anunciado su llegada. Explicó que un espíritu le había hablado, anunciándole que llegaría un gran pájaro del cielo, con el poder de matar con la mirada. Dijo que era el poder del sol, de las estrellas y de todo el cielo. Que entonces se lo llevaría al mundo de los espíritus, donde se uniría a su familia, su verdadera familia.
Allí, en el bosque, el Emperador perdonó a su hijo por el ataque y le explicó sus verdaderos orígenes. Corax acompañó a su creador de vuelta a la gran nave que orbitaba sobre el planeta. En Deliverance quedaron muchos misioneros y predicadores que ayudarían a reconstruir la infraestructura y educación del populacho. Corax recibió más tarde el mando de la 19ª Legión de Marines Espaciales, que fue llamada la Guardia del Cuervo.
La Herejía de Horus
Durante la rebelión de Horus contra el Emperador la Guardia del Cuervo luchó a lo largo de los Bordes Sureños contra un Waaaaagh! Orko liderado por el Señor de la Guerra Kruk Piñozgrandez. Cuando las fuerzas de Marines Traidores cayeron sobre la Tierra, la Guardia del Cuervo estaba demasiado lejos del núcleo del Imperio como para tomar parte en la lucha. Fue tras la última lucha a bordo de la nave insignia del herético Horus, cuando los Cuervos llegaron apresuradamente en ayuda de su señor. Los Ultramarines y los Lobos Espaciales les habían precedido y los Marines del Caos estaban siendo empujados de vuelta al área conocida como el Ojo del Terror.
Lleno de amargura por haber fallado a su voto de proteger al Emperador, el Primarca llegó en audiencia al Trono Dorado. Allí, entre su verdadera familia, el Primarca de la Guardia del Cuervo juró venganza contra los asesinos de su padre. Rogal Dorn, Jaghatai Khan, Ferrus Manus y Vulkan estaban presentes en tal ceremonia. Roboute y Russ estaban persiguiendo aún a los traidores. Fueron los últimos en ver a Corax con vida, y las palabras exactas que se pronunciaron sólo están vivas en sus recuerdos.
A la mañana siguiente el Alas de Oscuridad, la nave insignia de Corax, junto con la 1ª Compañía de la Guardia del Cuervo, hicieron un salto a través de la Disformidad hacia el Ojo del Terror. Corax no compartió sus planes con ninguno de sus hermanos, pero los demás Primarcas susurraban que el Cuervo (apodo informal por el que llamaban a Corax) había comenzado otra guerra en solitario. Ni el Primarca ni los Marines que lo acompañaron fueron vistos de nuevo jamás. Después de diez años Roboute Guilliman, el primer Alto Señor de la Tierra, los declaró oficialmente desaparecidos.
Alpharius
Es sabido que muchas de las Legiones que tomaron parte en la Gran Cruzada verían la competición como una sana expresión de su devoción hacia el Culto Imperial. Incluso hoy en día muchos Capítulos ven a los demás como rivales. Los Ángeles Oscuros y los Lobos Espaciales, pro ejemplo, mantienen agravios de hace eras que comenzaron con las disputas de sus Primarcas fundadores.
El Primarca Alfarius, sin embargo, fue un hombre conducido a la desesperación por su propia naturaleza competitiva. El último de los Primarcas, fue nombrado Comandante Imperial de la 20ª Legión de los Adeptus Astartes unos pocos años antes del final de la Gran Cruzada y el comienzo de la Herejía de Horus. Habiendo entrado tan tarde en juego, sentía la necesidad de combatir más duramente y conquistar planetas más rápidamente que ninguna otra Legión. Es dicho por los historiadores Imperiales que fue esto lo que provocó su caída final.
Pero nunca pudo igualarse a los demás Primarcas, algunos de los cuales ya habían estado reconquistando planetas para el Imperio décadas antes de que el Emperador lo encontrase. Sólo Corax, que había sido encontrado un año antes, estaba más o menos al mismo nivel. Alpharius se obsesionó con superar en todo las hazañas del Primarca de la Guardia del Cuervo. Por cada mundo que Corax conquistaba, Alpharius asaltaba dos. Pero durante la Campaña de Graecia su Legión Alfa había quedado tan dispersa y estaba tan mal dirigida tácticamente que la Guardia del Cuervo fue enviada para ayudarle. La Legión Alfa sólo pudo contemplar cómo la Guardia del Cuervo ocupaba su lugar y conquistaba las ciudades que ellos habían intentado tomar durante semanas.
Alpharius palideció de furia ante lo que él entendía como una ladina táctica para humillarle. Comenzó a imaginarse todo tipo de conspiraciones lideradas por Corax para minar su crédito a los ojos de los demás Primarcas. Al final, fue este cáncer de envidia y competitividad lo que hizo que la Legión Alfa se rebelase contra la humanidad y el Emperador.
No estaba en la naturaleza de Corax el competir así con sus camaradas, y por lo tanto nunca comprendió del todo la traición del Alpharius al Imperio. Simplemente se había limitado a seguir los deseos de su padre, y no buscaba otra recompensa más que la satisfacción del deber cumplido. Cuando la Legión Alfa se rebeló, rompió la fe que era sagrada para la Guardia del Cuervo. Desde entonces y hasta ahora la Guardia del Cuervo y sus descendientes han mantenido un vendetta sin fin contra los hombres de Alpharius, desviándose de cualquier curso de acción para ser destinados a cualquier conflicto en el que participen.
La Segunda Fundación
Durante la Segunda Fundación, las Legiones Leales originales fueron divididas en unidades más pequeñas, llamadas Capítulos. La Guardia del Cuervo generó tres nuevos Capítulos. Los Injuriadores y los Raptores son Capítulos del Codex Astartes, operando bajo el mando de Comandantes Imperiales y sirviendo como fuerzas leales al Emperador. Ambos Capítulos han demostrado su valía en miles de campos de batalla, siempre buscando venganza por el asesinato de su Emperador.
La Guardia Negra opera casi exclusivamente como una flota de élite. A diferencia de otras fuerzas de Marines, que luchan donde y cuando se las necesita, la Guardia Negra está en servicio permanente como escolta de las Naves Negras Imperiales. Actúan como protección y fuerza de choque de la flota que recorre la Galaxia en busca psíquicos para servir al Emperador. La Guardia Negra ha sido la encargada de llevar a cabo esta función desde su fundación, y tan importante es que ha permanecido inalterada durante diez mil años.



Sidex
avatar
Vidente de Sombras
Vidente de Sombras
Mensajes: 663

Enviado:
26.jul 2007 - 01:40

El trasfondo de las cicatrizes blancas es excelente, mil vezes mejor que el de ahora.