El sargento veterano Balisto Dulay oteó el campo de batalla intentando asomar la mínima parte de su armadura de exterminador por encima de la semiderruida pared. En sus visores aparecieron varias señales de búsqueda, que se fueron apagando conforme terminaban su sondeo. El enemigo no se encontraba cerca, al menos en teoría. Las grises ruinas de la ciudad continuaban silenciosas, dejando pasar el viento, que dibujaban etéreas olas con el polvo de rocacemento, y arrancaba silbidos fantasmagóricos conforme se filtraba por los muros derruidos, los techos quemados y las ventanas semiabiertas.
Mucho mejor confiar en los asépticos sensores de una armadura de Exterminador que en la propia intuición humana, pensó para sí mismo. La carnicería que había tenido lugar en aquella ciudad, cientos de años atrás, todavía hacía vibrar el sentimiento humano que quedaba en los marines allí desplegados. La presión del millón de almas sacrificadas al Caos creaba una presión casi tangible, lo cual podría llevar a un hombre a cometer un error. Y como bien sabía el veterano, un error, en la guerra, era siempre fatal.
El sargento se obligó a concentrarse de nuevo en la batalla. Obvió las oscuras manchas que salpicaban las paredes formando impíos símbolos, y los huesos humanos dispersos y semienterrados. Avanzó unos metros y buscó un mejor parapeto, quedando de espaldas sobre unas altas columnas derruidas. Continuó durante unos segundos decidiendo su estrategia, mientras jugaba con la empuñadura de su bólter de asalto. Fue consciente en ese momento que sus labios se estaban moviendo silenciosamente recitando una antigua oración de agradecimiento a su servoarmadura. Una fervorosa manera de mantener los fantasmas alejados de su objetivo en esa misión, pensó sombríamente.
Sabía que la presión del entorno podría hacer mella en la moral de sus hombres. Debía actuar. No dudó en enviar un chasquido por el comunicador, haciendo que su escuadra se centrara en él. Con unos simples movimientos de su puño de combate envió al hermano Vaneo a que tomara una posición detrás de una roca más avanzada. Este salió agazapado sin dudarlo, cruzando el pesado cañón láser por debajo de su pecho y cargando el voluminoso generador, mientras los sonidos que emanaban de su respirador facial por el esfuerzo hacían que el sargento hiciese una mueca en el interior de su armadura.
Un instante más tarde, los hermanos Arquece, Eware y Niloson, armados con el sagrado bólter, eran enviados para que conquistaran posiciones cercanas al hermano con el arma láser. El color rojo de las servoarmaduras se veía apagado por la capa de polvo gris que se iba asentado sobre ellas, aunque el brillante verde de los visores impregnaba la estampa de los Ángeles Sangrientos apostados de fría determinación.
El sargento Balisto, comandante de la Primera Escuadra de la Sexta Compañía de los Ángeles Sangrientos, contempló la estampa de sus hombres durante un instante. Sonrió al ser consciente de que finalmente sentía plena confianza en todos ellos. Los cinco novatos ya eran parte de Primera, y la seguridad que tenía el veterano en todo el equipo impediría fracasar en la misión. No importaba qué dificultades se encontraran a partir de ahora. El sargento había decidido el plan a seguir. Sus hombres estaban preparados. Y ahora dejarían que la rueda dentada del combate hiciera su movimiento, para que impulsara el resto del engranaje en la dirección que solo el mismo Emperador sabía.
Un nuevo chasquido por el comunicador, junto con un movimiento de cabeza, fielmente reproducido por su armadura de exterminador, acaparó la atención del veterano hermano Petrus. El interpelado levantó la cabeza y asintió levemente. El sargento tenía en muy alta estima a este veterano guerrero, el cual lo había acompañado desde el día que el sargento se había reincorporado al servicio en la Sexta Compañía.
Balisto lo veía como el más indicado para comandar la Primera Escuadra, en caso de que él cayera. Aunque sabía que el oscuro devenir del destino podía tener planes diferentes.
Levantó su puño de combate, y trazó un vago círculo en el aire, con el índice extendido, señalando primero una fundición abandonada que se encontraba a medio kilómetro, y luego una línea de avance imaginaria.
Petrus envió órdenes precisas a los otros cuatro marines, para crear el segundo grupo de combate. La Primera Escuadra, la Calavera Negra, en honor a la banda que portaban sus componentes en la greba derecha, era la Escuadra de disparo por excelencia entre la Sexta Compañía. Y de entre ellos el sargento Balisto había seleccionado a los tiradores con destreza superior para constituir segundo grupo de combate. Se esperaba el resultado del encuentro, y la intuición de un par de siglos en el campo de batalla respaldaba su decisión. Él sería el señuelo. Petrus comandaría la guadaña.
El hermano Petrus avanzó rápidamente, seguido de los hermanos Bael, Melanius y Nuau. El hermano Alio salió levemente rezagado, mientras enfocaba su casco picudo hacia su antiquísimo rifle de plasma, rozando con el guantelete el condensador principal en un gesto automático. Balisto los vio alejarse tomando todas las precauciones necesarias para no ser descubiertos.
Entonces, debía dar paso a la siguiente parte del plan.
Se volvió a asomar en dirección al objetivo, dejando entrever lo mínimo posible de su amplia armadura entre los escombros y ruinas, tal y como había hecho anteriormente. Tras unos instantes, las lecturas de los sensores volvieron a arrojar un resultado totalmente negativo. Lanzó de nuevo todas las rutinas de búsqueda de enemigos, mientras paseaba su visión por el tramo de asfalto que se extendía ante sí, lleno de socavones y cráteres, guardado por los fantasmas de góticos edificios de un pasado muy lejano. Armas de bombardeo orbital habían retorcido y desgarrado toda la belleza de esa ciudad, dejándola como un triste mausoleo profanado por los Traidores. Cuando la todos los sistemas volvieron al estado de espera, centró su atención en la plaza del fondo, donde se alzaba la majestuosa estatua, en brillante marfil blanco, del Bendito Alado, rodeada de cenizas que anteriormente podrían haber sido setos decorativos.
El objetivo de la misión, sin duda. Parecía tan fácil conquistar la posición de la plaza y establecer un fuerte cerrojo defensivo, que le hacía paladear el desagradable sabor de una emboscada. Y esa sensación se reforzaba en su interior por encontrar el escenario tan preocupantemente vacío. El enemigo conocía cual era la meta de la Primera Escuadra, así que era muy improbable que no estuviera al acecho. Aunque el sargento ya no tenía opción. Las piezas estaban listas. Aun contando con la renombrada flexibilidad en el combate de los marines tácticos, el camino por el cual había desarrollado su estrategia no le dejaba demasiada escapatoria si se había equivocado.
Balisto sintió un estremecimiento dentro de su armadura de Exterminador, conforme enviaba la orden de avance. La sensación del comienzo del combate le hacía tener que contener la creciente ansiedad. Después de los abnegados rezos, el violento despliegue en cápsula a las afueras de la ciudad, y el lento y tedioso avance durante horas por las calles muertas, acompañados de las almas sin descanso de los difuntos, todo iba a comenzar. Una desagradable sonrisa torcida le cruzó la cara mientras su respiración se aceleraba inconscientemente.
Sus hombres armados con bólter avanzaron rápidamente, haciendo cambios fugaces entre parapetos, hasta llegar a una posición donde se cubrían eficientemente. Inmediatamente después progresó el hermano Vaneo, cargando su arma pesada, hasta llegar a una sección de tejado derruida, donde apoyó su cañón láser. Una parte de su improvisado soporte se desprendió, dejando que un chasquido volara por las calles abandonadas. El marine giró la cabeza en un contrito movimiento hacia Balisto. El esfuerzo lo hacía respirar fuertemente de nuevo.
El sargento conquistó rápidamente la posición al lado del tirador, moviéndose hábilmente en su voluminosa coraza. Revisó nuevamente el terreno que se extendía ante él. Absolutamente nada.
Pasó su bólter de asalto a su puño de combate, y posó su mano derecha sobre el hombro de su hermano de batalla.
La castigada faz de Vaneo continuaba escudriñando el impasible yelmo de exterminador. Decenas de tubos salían de su servoarmadura y se conectaban a un gran respirador que se incrustaba en la posición en la que debería tener la nariz y boca. El hueso y el metal asomaban en algunos puntos de su cráneo visible, donde la piel estaba agrietada y desprendida. Sudaba profusamente, lo que hacía que el polvo grisáceo se le pegase, restándole aún más humanidad.
Pero los ojos, negros como la capa de la muerte, se clavaban con un brillo desafiante en los verdes visores del sargento. El eterno ceño fruncido del tirador de láser estaba más tenso que de costumbre. Si el poco rostro humano que le quedaba hubiese podido expresar con mayor precisión, el mensaje hubiese sido un retador "Cuente conmigo. No volveré a fallar".
Balisto lo entendió plenamente. Sabía perfectamente lo que era ser degradado desde una Compañía de combate a una de reserva. Su propia armadura de exterminador era la mejor muestra de ello. Pero, aún así, si el excelente tirador no estaba a la altura, lo relevaría de la Calavera Negra. Aunque ese momento no había llegado. Aún no, al menos.
Su coraza la reprodujo el sonido de varios chasquidos provenientes del otro lado de la plaza, como una altiva declaración de guerra. Ahora ya podía fijar la posición enemiga. Levantó la mano del hombro de su interlocutor, y señaló con el dedo extendido a la plaza.
-Están ahí. -Aseveró por el intercomunicador. Su voz sonó áspera, debido al silencio mantenido durante las últimas horas. -Mantén la posición. Dispara a mi orden.
-¿Piensa actuar como la última vez, Sargento? -Respondió Vaneo con voz robótica.
Balisto volvió a empuñar su bólter de asalto en su diestra. Lo amartilló deliberadamente. El seco chasquido se unió al constante silbido de la ciudad de los muertos, creando una nota más, una nota diferente, al lamento que llevaban escuchando durante toda la misión.
Inmediatamente se unieron los chasquidos de las servoarmaduras de su grupo de cuatro marines, pasando a nivel de combate, aumentando la capacidad de movimiento entre pequeñas nubes de vapor, y el intencionado amartillamiento de tres bólter más. El cañón láser zumbó a su lado, preparándose para la descarga.
El leve eco que el ruido simultáneo había creado se deshizo rápidamente, dejando la aceptación del duelo en el aire. El sargento Balisto sabía que estaban listos para comenzar.
-Pero esta vez serán ellos los que mueran. -Sentenció mientras en su visor se iluminaban todas las señales de alarma.
FIN DE SECCIÓN 1: BALISTO Próxima sección, "Morton", el próximo lunes 04-07-07... Paciencia
Lo primero, hola de nuevo a todos, y disculpad la tardanza... he estado liado...
Lo segundo, gracias por los comentarios ...
Lo tercero, la sección se llama "Balisto" por ser el nombre del sargento. Me gusta dividir los relatos en capítulos, y cada capítulo en secciones.
Y por último, quiero poner más secciones... esta noche salgo a Bilbao, para pasar el finde allí y ver a Metallica, así que si puedo sacar la sección 2 (si tengo tiempo) la subiré, y si no, para el próximo martes intentaré ponerla... y esta vez no miento...
Me gusta, si escribes siempre asi (que supongo xD)se te da bien la escritura, es más en algunos puntos me recuerdas mucho a J.R.R. por tus descripciones xD.
Enhorabuena, y a ver si nos pones el resto pronto xD
¿Qué prefieres, la República Monárquica Muista o ese tal Imperio? Alístate.
Hola de nuevo... Ya he vuelto del norte de España... y qué decir de MetallicA y sus directos... BRUTAL!!!...
La entrada me costó 65¤... como a todos... supongo...
Siento que la Emperatriz te impidiese el estar allí ... al principio fue un poco caótico, pero luego se estabilizó todo y se pudo disfrutar plenamente...
Detalle para Datox5... creo que te equivocas, la verdad... no creo que mi nivel de escritura ni siquiera evoque a JRR... , además, cuando me siento a escribir, tengo que repasar una y otra vez (por eso consumo horas de un modo exagerado para escribir un poco... de hecho, para esa sección, he invertido unas seis horas aproximadamente) para acercarme a lo que quiero expresar... y cuando lo releo al día siguiente, muchas veces me contengo para no borrarlo todo
Bueno, subo la siguiente... a ver qué os parece...
El sargento veterano Morton Leen refrenaba a duras penas su ansia por entrar en combate. Mascullando oraciones mecánicamente, se repetía una y otra vez que tenía el objetivo de la misión en la palma de la mano. Aunque la imperante sensación de que podría aplastar a su adversario le urgía a olvidarse de todo y lanzarse a la carga. Su pistola bólter continuaba enfundada, mientras jugaba con los dientes sierra de su espada, arrancando chispas cuando los golpeaba con el guantelete.
Escudriñó a sus tropas lenta y deliberadamente. Intentó registrar todos los detalles posibles. El gran cráter donde se encontraban, justo al lado de la plaza del objetivo. Los escombros levantados que habían creado magníficas trincheras para soportar un asedio. Los nueve hombres que estaban situados en posiciones inmejorables para destruir a cualquier enemigo si dejaban hablar las armas de un modo síncrono.
Notó cómo la sangre le hervía mientras se lamentaba de lo impropio de que Ángeles Sangrientos tuviesen que esperar confiando en sus armas de fuego. Qué absurdo el tener que estar atrincherados para intercambiar disparos, en vez de entrar en el honroso combate a cuerpo a cuerpo.
La victoria estaba en la palma de su mano, se repetía constantemente. Pero no tendría valor real. No para él, al menos. Las órdenes eran claras, pero en el campo de batalla todo cambiaba. Conseguir una posición no era más que estar quieto esperando ser emboscado, o emboscar al enemigo. Notaba cómo no podía evitar que temblara su espada sierra mientras seguía escupiendo rezos sin separar los dientes.
La auténtica gloria estaba en la destrucción más allá de cualquier límite del enemigo. Su aniquilación total y definitiva. Su erradicación hasta el mínimo elemento. Eliminación de su cuerpo, su alma, sus recuerdos, su paso por la galaxia. Hacer que nunca hubiese existido.
Además, notaba como su sentimiento era compartido por el resto de componentes de su grupo. Sentía como, apostados entre los escombros y los cascotes, sus Ángeles Sangrientos deseaban que el enemigo se acercara para dar rienda a su objetivo en este Universo: traer la muerte desde las estrellas.
La Segunda Escuadra de la Sexta Compañía, la Calavera Azul, nunca se limitaría a una deshonrosa defensa, aunque fuese de una estatua de su mismísimo Primarca. Ser la escuadra táctica más fiera de la Sexta Compañía le confería el divino deber de aplastar a cualquier enemigo, fuese la situación que fuese.
Escuchó el chasquido. Lejano pero totalmente reconocible sobre el eterno lamento de la ciudad caída. El enemigo estaba ahí. Miró a su tirador láser, establemente apoyado sobre una sólida barricada. Rodilla clavada en tierra. Sin mover un músculo. Pero aún así sediento por entrar en combate, el sargento lo sabía.
Se pasó una mano enguantada por el rostro, casi convertido en un cráneo de metal debido a las múltiples heridas que había recibido en su larga vida. Sintió el aroma y el sabor de la tierra gris de esa ciudad. Una ciudad maldita en un planeta muerto. El mejor lugar para abrir la tumba a sus enemigos.
Finalmente su combate interno llegó a su conclusión. El sargento veterano se había decido, mientras una fiera sonrisa recorría su rostro. Destruiría a su enemigo. Aplastaría a su contrincante de un modo inapelable. Era su deber, por su honor mancillado, el de volver a humillar a su adversario más allá de la simple derrota o la justa redención de la muerte.
Levantó una mano. Notó como los visores de sus hombres, salvo el del tirador láser, se volvían como activados por un resorte hacia su guante carmesí. Lo habían estado esperando. El ávido espectro de la ansiedad se había filtrado en las venas de todos ellos durante los últimos instantes. La ira del legado de Sanguinius clamaba ser desatada.
El sargento saboreaba esos momentos con auténtico deleite. La sensación compartida de la víspera del combate. La aceleración del pulso, el aumento de la percepción sensorial, la ardiente presión en el pecho. La imparable conversión de un simple marine espacial a un depredador del campo de batalla.
Contuvo heroicamente la necesidad de incluirse en el primer grupo de combate. Seleccionó a cinco de sus hombres, comandados por el Hermano Nuctus. Mantuvo a su lado al marine Aramio, desconfiando de su falta de sigilo ante un asalto inminente.
Los cinco elegidos abandonaron sus posiciones y formaron ante el sargento. Éste tocó con dos dedos su espada sierra, para luego arrastrarlos en un salvaje gesto bajo su cuello, mientras su rostro mostraba una mueca depredadora y sus dientes apretados continuaban convirtiendo fervorosas oraciones en meros jadeos furibundos.
Los cinco astartes asintieron de un modo automático, entendiendo el mensaje. Blandieron sus espadas sierra y las cruzaron sobre su pecho. Sabían que su sargento defendía el silencio en las últimas órdenes antes de entrar en combate. Prefería que sus hombres destilaran su odio en profundas oraciones mudas, para rugir como demonios cuando llegase la anhelada colisión de las armas.
El sargento Morton Leen levantó su mano. Cerró el puño en el aire. Con un movimiento síncrono las cinco armas restallaron sobre los pechos de los marines, en un seco golpe con el reverso de las espadas.
El veterano líder sufrió un espasmo de anticipación al escuchar esta declaración de guerra. Soportó su creciente sed de sangre e indicó la ruta a seguir con su espada sierra a sus hombres. Los fantasmagóricos edificios serían la mejor cobertura para el avance de los poderosos guerreros.
El segundo grupo de combate de la Segunda Escuadra de la Sexta Compañía de los Ángeles Sangrientos salió rápidamente por la zona señalada. Morton lo miró alejarse con una atroz sonrisa. Cuando dejó de ver el último generador, compuso de nuevo su rostro y se acerco al hermano Iland.
-Tú darás comienzo al ataque.
-Dispararé únicamente para baja segura. –Aseveró el tirador láser sin dejar de mirar por el visor de su arma.
-Por supuesto, hermano. –Morton tuvo que volver a contener la necesidad de gritar y lanzarse a la carga por la avenida principal al escuchar una serie de chasquidos de la posición enemiga. La declaración de guerra había sido aceptada. –Cuento con ello. –Siseó al marine.
Observó que la efigie de su adorado Primarca. De varios metros de alto, capturaba a su venerado padre en posición relajada, con la espada clavada entre sus pies, y sus manos apoyada en ella. Dibujaba elegantes ropajes que se entreveían dentro de la capa que se mostraba ondeante sobre un viento imaginario. El bello rostro, de un blanco puro, le estaba mirando desde que habían arribado a la posición. Y ahora le parecía que sonreía aceptando su decisión. Morton le devolvió la salvaje sonrisa mientras el sonido del naciente combate apagaba el eterno lamento de la ciudad muerta.
FIN DE LA SECCIÓN 2: MORTON ¡¡Gracias por todos los comentarios!!... Pero no pondré fecha para la próxima sección, ando algo liado, y no quiero volver a fallar por más de un mes...
Son iguales de brillantes, Lo unico que si te fijas yo le puse una capa sobre el ^^
Fijate como en la parte superior de la cabeza y la inferior de los pies se ve igual, bueno... aparte de que al mio se le ven mejor los detalles de los pies ^^
Tux v.2.2
Siempre hay un lanzallamas a mano si uno lo necesita.