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Origenes del Profanador

AGRAMAR Enviado: 19.05.2006, 11:25
Vidente de Sombras
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"Arremetió contra nuestro frente como un carnosaurio en plena estampida, quemando y aplastándolo todo a su alrededor. Acabó con el Comisario Vaulant con sus garras gigantes y, un segundo después, con el coronel. Le disparé, pero no se detuvo; tan solo siguió matando. Allí donde miraba sembraba la muerte, ya fuera con una ráfaga de balas, con una llamarada o con la fuerza de sus garras".

Sargento Yernek, del 384º de los Dragones de Jouran


El origen de las máquinas de guerra conocidas como Profanadores está envuelto en un halo de misterio. Nadie sabe a ciencia cierta cómo aparecieron, pero existen pistas muy tentadoras y fragmentos olvidados de viejos manuscritos que parecen indicar cómo llegó a existir una aberración como esa. Los desmenuzados escritos prohibidos del Oráculo de Goergia mencionan una creación monstruosa que "caminaba sobre sus múltiples patas mientras iba quemando y segando el suelo de Corstophan con su malicia". A pesar de lo impreciso de esta descripción, los estudiosos que han tenido acceso a los escritos del Oráculo afirman que se trata de la primera aparición de un Profanador avanzando junto a las abominables legiones del Caos. Sin embargo, tal y como señalan los expertos en Caos, la naturaleza de los dioses oscuros es tan variada que existirían un sinfín de máquinas de guerra o criaturas que podrían ajustarse a las palabras del Oráculo.

No obstante, parece indudable que, fuera lo que fuera lo que describió el Oráculo, se asemeja muchísimo a la máquina de guerra que las fuerzas imperiales han aprendido a temer. Los informes de combate y las imágenes fragmentadas recogidas por los imagocráneos han permitido a los estrategas imperiales reunir todas las piezas de este diabólico rompecabezas. Su cuerpo se sostiene sobre seis potentes extremidades accionadas por pistones y posee una torreta demoníaca equipada con todo un arsenal de armamento mortífero, desde cañones segador y parrillas de misiles altamente explosivos hasta mortíferas cuchillas y apéndices parecidos a látigos. El primer caso del que se tiene constancia de fuerzas imperiales enfrentándose a un ejército que incluía Profanadores fue en el planeta Urthwart. Situado al borde del Ojo del Terror, en los límites de la realidad y la locura, Urthwart ha cambiado de manos muchas veces a lo largo de una historia plagada de guerras. A medida que las fronteras del Ojo se expanden, aparecen más hordas de seguidores deformes de los dioses del Caos para saquear y destruir en nombre de sus malignos amos. Urthwart ha sufrido más conflictos de lo normal, pero ninguno fue tan violento y terrorífico como la famosa batalla del Bastión de Bloden.

Primera sangre

Aquella fortaleza descomunal era el hogar de la aristocracia gobernante de Urthwart y muchos la consideraban inexpugnable, pues sus gruesas murallas estaban hechas a prueba de cualquier arma y su estructura estaba diseñada por los ingenieros militares más avanzados de su tiempo. En el 357.M41, las fuerzas del Caos volvieron a descender sobre Urthwart y empezaron a arrasarlo todo a su paso en una marea de destrucción no vista desde que las legiones del Caos huyeran hacia el Ojo del Terror. A la cabeza de la invasión, Abaddon el Saqueador, el Archienemigo, lideraba a sus guerreros de la Legión Negra y vencía a todos los ejércitos que se le oponían. Finalmente, las fuerzas de Urthwart se vieron obligadas a refugiarse en el Bastión de Bloden, donde el Saqueador ofreció a los defensores la posibilidad de rendirse antes de comenzar su ofensiva. Puesto que había enviado una petición de ayuda a Cadia en el mismo momento en que las fuerzas de Abaddon habían aterrizado, el gobernador militar de Urthwart tenía plena confianza en que su fortaleza podría mantener a raya al Saqueador hasta que llegaran los refuerzos y acabaran con el asedio, así que se negó a rendirse. Tras un bombardeo prolongado, los defensores alcanzaron las murallas a tiempo de ver avanzar hacia la fortaleza una hueste de máquinas de guerra con los cañones gigantes montados encima abriendo grietas enormes en unos muros supuestamente indestructibles.

El pánico creció entre los defensores cuando aquellas creaciones monstruosas empezaron a avanzar y a abrirse paso fácilmente por los escombros de las defensas exteriores con sus patas insectiles. Los disparos rebotaban en sus caparazones y de cada rejilla y conducto de aire de los lados de aquellas máquinas salía un aullido monstruoso y diabólico. En los cuerpos de las máquinas brillaban runas malditas y, conforme se acercaban, sus torretas envueltas en cadenas vomitaban llamaradas blasfemas y demoníacas. Algunas siguieron atacando a las murallas con sus cañones, mientras que las demás se dirigieron directamente hacia la puerta principal y empezaron a atacarla con sus garras delanteras atravesando el grueso adamantio con facilidad. En menos de una hora, el poder unido de los Profanadores hizo añicos todas las defensas y el Bastión de Bloden cayó en manos del enemigo. Apenas un puñado de militares del alto mando pudo escapar a la carnicería y llegar a Cadia, donde se les extrajo toda la información posible antes de ser ejecutados por posible contaminación y por cobardía ante el enemigo.

"El estruendoso retumbar de la artillería ahogaba por completo los gritos de los soldados heridos, lo cual era su única ventaja según el Capitán Perand. La densa niebla de humo y polvo que llenaba la atmósfera lo asfixiaba y lo dejaba prácticamente ciego, pero, aun así, fue andando a trompicones hacia los peldaños de piedra que conducían a las almenas situadas encima de él.

-¡Kasrkin! ¡Seguidme! -gritó mientras empezaba a subir las escaleras.

Ya podía oír el distante rugido de los motores, lo que significaba que las compañías acorazadas enemigas se estaban aproximando. Las fuerzas del Saqueador lo habían arrasado todo a su paso aplastando un ejército tras otro en brutales batallas sin supervivientes y habían obligado a los restos de las fuerzas armadas de Urthwart a refugiarse en el Bastión de Bloden. Perand subió los escalones de dos en dos murmurando para sí los Principios Militares de Cadia.

-La rendición no existe, solo la victoria o la muerte.

El rugido de los vehículos que se acercaban era más fuerte en lo alto del muro y vio que los artilleros de las baterías de la muralla estaban subiendo por las escalas para manejar aquellos potentes cañones. En toda la muralla se fueron abriendo pequeñas compuertas por las que aparecieron grandes cañones láser y cañones automáticos. Perand esbozó una media sonrisa al imaginarse la carnicería que iban a causar aquellos cañones en las filas enemigas.

Sus soldados kasrkin se desplegaron corriendo tras él hasta situarse en sus posiciones en la tarima de disparo. Segundos más tarde, el sonido de los disparos láser surgió de las murallas y, después de que Perand se cerciorara de que sus hombres estaban cumpliendo con su deber a la perfección, él mismo se apostó en la muralla. Apoyó la culata de su rifle láser sobre el hombro y el cañón sobre el parapeto inclinado y apuntó a través del visor. Al haberse graduado entre los cinco mejores de su clase de puntería, se veía capaz de acertar al comandante de un tanque enemigo con relativa facilidad, así que escudriñó el suelo neblinoso en busca de un blanco.

Empezó a oírse una cadencia de golpes pesados parecidos a pisadas metálicas y Perand contempló una silueta borrorosa saliendo del humo. Levantó su rifle al dispersarse el humo de repente y sintió que el aliento se le congelaba en la garganta cuando una criatura aberrante apareció a través de la niebla. Apoyado sobre cuatro patas acorazadas, su cuerpo sostenía una torreta repleta de cuchillas y pintarrajeada con símbolos fulgurantes. De la torreta sobresalía un cañón largo que se movía de un lado a otro como si aquella máquina de guerra estuviera viva de alguna forma y fuera olfateando a su presa. Tenía el armazón de color negro con rebordes dorados en las extremidades repletas de púas. En su sección frontal se desplegaban unas garras que no paraban de abrirse y cerrarse bruscamente y Perand pudo sentir que la máquina irradiaba ondas de palpable malignidad. A través del humo apareció otra criatura igual, después otra y otra hasta que perdió la cuenta. Los disparos láser rebotaban sobre sus negros caparazones, incapaces de penetrar su gruesa armadura.

La primera máquina de guerra que Perand había visto se detuvo, extendió las patas y se agachó para disparar el cañón de la torreta. El proyectil detonó en el flanco derecho de las defensas y una docena de hombres fueron despedazados por la ensordecedora explosión. Siguieron cayendo proyectiles sobre el parapeto haciendo saltar por los aires pedazos enteros de las murallas bajo una verdadera tormenta de sangre y fuego.

Los gritos de los soldados heridos llegaban a sus oídos a intervalos cortos mientras las almenas crujían bajo sus pies. La sección de las almenas en la que se encontraba Perand empezó a emitir un ruido de piedra resquebrajada, que fue aumentando de intensidad hasta que se desprendió del resto del bastión y se derrumbó hasta la base de la muralla. Perand se lanzó hacia atrás para intentar agarrarse a una barra de refuerzo oxidada, pero no lo consiguió y se precipitó al vacío junto con la sección de la muralla. Cayó desde una altura de diez metros hasta llegar a los escombros y se rompió las piernas en un súbito estallido de ardiente agonía. Rodó por los cascotes y gritó al golpearse los extremos partidos de sus huesos. Un chorro de repugnante humo aceitoso lo envolvió por completo y alzó la vista para contemplar a través de una cortina de lágrimas a la bestia que se levantaba ante él rezumando maldad por toda su estructura. Los pistones chirriaron y de las rendijas manchadas de icor que tenía por todo el casco salieron unos chorros de un infernal vapor abrasador, como si se tratara del aliento de una ancestral bestia.

Perand gritó cuando la máquina maligna extendió sus garras hacia él."


Regreso a El´Phanor

Tuvieron que pasar cien años antes de que volviera a verse a un Profanador en acción. Esta vez sucedió en las ruinas de la ciudadela del Kromarca, en el mundo de El´Phanor, cuando el Saqueador regresó a este planeta que ya había arrasado durante la primera Cruzada Negra. Se desconoce con qué propósito volvió a ese mundo (que tras su ataque el Administratum se había encargado de repoblar), pero un pequeño contingente de Profanadores y legionarios negros aterrizó en las ruinas de la ciudadela del Kromarca y aguantó allí el ataque de los defensores, que se habían reunido a toda prisa. Durante tres días y tres noches, la Legión Negra repelió los ataques de la Guardia Imperial hasta que, finalmente, tuvo que escapar de vuelta al Ojo del Terror.

En los días siguientes se llevó a cabo una investigación a fondo del suelo de la ciudadela, que se volvió a consagrar para proteger su recinto de la mancha del Caos. En el centro de las ruinas se había abierto una sima gigantesca, en cuyo fondo se encontró un Profanador abandonado con el casco abollado y quemado. La máquina de guerra yacía en el centro de una cámara abovedada situada a tal profundidad que nadie en aquel planeta sabía de su existencia. La cámara estaba vacía y lo que había albergado era un misterio. Fuera lo que fuera, ahora se encontraba obviamente en manos de Abaddon, aunque varios agentes del Ordo Malleus que habían estado vigilando El´Phanor desde el primer ataque de Abaddon pudieron salvar los restos del Profanador destrozado, del que proviene la mayoría de la información que se posee acerca de los Profanadores. La máquina corrupta se transportó hasta la fortaleza inquisitorial de Némesis Tessera, donde se purgó de los archivos todo conocimiento referente a su descubrimiento y se eliminó a todo el que había entrado en contacto con la máquina para garantizar que su existencia continuara siendo un secreto.

Secretos desvelados

"El Magos Decimar hizo girar la rueda dentada del panel de madera que tenía ante él, dirigiendo así al servidor controlado hacia la enorme máquina encadenada al suelo de la zona de carga. El aire era caliente y apelmazado y apestaba a sangre. Los restos descuartizados de los primeros tres servidores que habían examinado el Profanador yacían desgarrados en pedazos delante de la máquina de guerra capturada y, a pesar de que Némesis Tessera estaba repleta de servidores, al magos no le hacía gracia echar a perder otro más. Los disparos cuidadosamente apuntados de un rifle de fusión habían conseguido paralizar a aquella monstruosa máquina de guerra fundiéndole las junturas de la pata con el aire supercalentado. El cuerpo de la máquina de guerra emitió un leve gruñido cuando el servidor se acercó y las cadenas que la mantenían sujeta tintinearon al intentar cambiar de posición para usar sus temibles garras. Otro servidor, al que habían intercambiado las extremidades superiores con armas unidas a su carne, dio un paso adelante. Donde debería tener su brazo derecho le habían incorporado quirúrgicamente un cañón de fusión y, cuando la máquina (que no paraba de emitir aquel gruñido) se percató de la presencia del segundo servidor, dejó de hacer vibrar todo su cuerpo.

-Eso es -tranquilizó Decimar-. Pórtate bien y no tendremos que volver a usar el cañón…

-¿Empieza a cooperar? -preguntó el Inquisidor Rothenburg, que se encontraba detrás del magos.

-Sí, ahora que sabe que podemos herirle, es reacio a atacarnos.

-¿Pero cómo puede saberlo? -dijo Rothenburg-. No es más que una máquina, ¿no es cierto?

Decimar reprimió su enfado: -Es mucho más que una mera máquina, Inquisidor Rothenburg. Creo que es una blasfema simbiosis de máquina y demonio. Es una perversión del santo espíritu de la máquina y, cuando hayamos aprendido todo lo que podamos sobre él, haré que lo destruyan.

Rothenburg asintió: -Sí, su sola presencia aquí me ofende.

-Eso es un efecto secundario de la posesión demoníaca -apuntó Decimar.

-¿Es que tiene usted una respuesta para todo lo que digo? -le contestó Rothenburg bruscamente.

-Sí -dijo Decimar prosaicamente.

-Entonces, cuénteme todo lo que ha descubierto.

Decimar se volvió para dirigirse al inquisidor.

-Hemos aprendido que esta bestia fue creada para combatir junto a los ejércitos del Saqueador, que su creación se llevó a cabo por orden expresa del propio Saqueador, gracias a la artesanía de su artificiero más preciado, y que la sagrada tecnología utilizada en la construcción de los dreadnoughts ha sido corrompida y pervertida para crear su impío armazón.

Antes de que el magos pudiera continuar, un terrorífico y desgarrador sonido atravesó la cámara y ambos se volvieron para ver al servidor controlado tirado en el suelo ante la máquina de guerra con el cuerpo partido en dos a la altura de la cintura. La sangre iba creando un charco alrededor del cadáver y goteaba también de las garras recubiertas de entrañas del Profanador.

-¡Maldición! -exclamó el adepto del Dios Máquina maldiciéndose por su falta de concentración-. ¡Otra vez no!"



Némesis Tessera es una enorme fortaleza subterránea excavada en la roca de la superficie del planeta, que no es más que un desierto de hielo. Aquí, los inquisidores del Ordo Malleus se preparan para desafiar a las fuerzas del Caos y profundizar en los misterios de la Disformidad en su incansable misión de defensa de la Humanidad. Los mejores expertos en Caos del Imperio estudiaron el Profanador para tratar de desvelar sus secretos y encontrar una manera de vencerlo en el futuro. La investigación de un artefacto tan diabólico no estaba exenta de riesgos y se perdieron muchas vidas antes de que el Adeptus Mechanicus lograra finalmente penetrar en el interior del Profanador. Lo que en principio se había tomado como la cabina de la tripulación estaba cerrado con cadenas y, tras abrirlas ritualmente con un martillo demonio sagrado, los investigadores descubrieron que el casco estaba vacío. Donde habían esperado hallar los restos descompuestos de la tripulación, encontraron los cadáveres destripados de varios Marines Espaciales, con sus órganos extirpados y la carne grabada con todo tipo de símbolos impíos. Todo parecía indicar que eran víctimas de un sacrificio, lo que llevó al Ordo Malleus a deducir que el Profanador no estaba controlado por una tripulación en el sentido convencional, sino que estaba más bien poseído por un demonio.

"Al Marine Espacial le habían arrancado la armadura y habían extendido su musculoso cuerpo sobre el lomo del Profanador. Le habían marcado la carne con tal multitud de antiguos símbolos de rituales de invocación que de su piel solo podía verse el tatuaje de la cuarta compañía de los Ultramarines. Zaraphiston, el hechicero del Profanador, blandió la daga de los sacrificios y hundió la punta en el pecho del Marine Espacial. La sangre manó del corte y se coaguló en cuestión de segundos, pero el Ultramarine no emitió ningún grito; hacía varias horas que le habían arrancado la lengua y que le habían quemado las cuerdas vocales. Ahora la violación final de su carne atraería la presencia de una criatura de la disformidad para que poseyera el armazón vacío del Profanador.

El hechicero serró el caparazón negro y la placa ósea que protegía los órganos internos del Marine Espacial y, tras abrirle la cavidad pectoral, se quedó mirando cómo los latidos de los corazones de la víctima se iban haciendo más pausados a medida que se acercaba a la muerte. Clavó la punta de la daga en el corazón primario y le perforó los pulmones mientras acababa de decidir qué iba a arrancar. Iba a necesitar los mejores órganos para poder invocar una bestia monstruosa de las profundidades del immaterium.

Zaraphiston se inclinó sobre la oreja del Marine Espacial y le susurró:

-No temas, volverás a vivir, hermano. Tu muerte anunciará el oscuro alumbramiento de una criatura más antigua que el tiempo. Deberías arrodillarte y darme las gracias por el honor que te concedo.

Los ojos del Marine Espacial quedaron presos de un horror mudo cuando Zaraphiston deslizó la punta ensangrentada de la daga en su pecho y levantó una gruesa membrana para dejar al descubierto su glándula progenoide.

-Sí -siseó Zaraphiston-, esto será perfecto…"



Era prácticamente imposible estimar con exactitud la antigüedad de la máquina, ya que varias partes de su anatomía mecánica provenían de edades diferentes de la historia del Imperio. Algunas partes del cuerpo se remontaban al nacimiento del Imperio y en una de las porciones de la torreta del Profanador se encontraron las señales de un antiguo ingeniero.

Se llevó a cabo una búsqueda exhaustiva en las cámaras de datos del Ordo Malleus para encontrar alguna clase de información al respecto y, tras un mes de búsqueda ininterrumpida, un plumoservidor encontró una referencia a las señales. Pertenecían al famoso tecnomarine Salernia, que había prestado servicio en los Lobos Lunares antes de que estallara la Herejía de Horus, hacía unos diez milenios. Salernia se había especializado en la construcción de dreadnoughts, los potentes gigantes andantes que permitían a los Marines Espaciales heridos de muerte seguir sirviendo a su capítulo más allá de la vida. ¿Podría ser que aquella creación fuera una perversión de la sagrada tecnología de los dreadnoughts? Aquella idea era demasiado terrible para siquiera pensar en ella, pero, a medida que los obreros lobotomizados fueron desmantelando más y más partes del Profanador, se hizo evidente que, efectivamente, los creadores de aquella máquina se habían inspirado en la tecnología dreadnought (o la habían incorporado directamente) para construirlo.

También se hizo evidente que su construcción tuvo que llevarse a cabo por orden expresa del Saqueador, ya que, cada vez que se había visto a un Profanador en batalla, este acompañaba siempre a los guerreros del archiseñor de la guerra; y una gran cantidad de aspectos de su diseño interior se basaban en las investigaciones del tecnomarine de los Lobos Lunares (que más tarde pasarían a llamarse Legión Negra). Cuando se decretó que ya no se podía extraer más información del Profanador, se redujeron todos sus componentes a un amasijo derretido que se arrojó al corazón de una estrella. Los descubrimientos del Ordo Malleus se incorporaron al Machina Daemonica, un texto sagrado en el que se describen con detalle todas las armas y las máquinas de guerra del Caos.

Tal era el miedo que provocaban aquellas creaciones que se incrementaron las defensas de los mundos alrededor del Ojo del Terror y se crearon gran cantidad de nuevos regimientos de la Guardia Imperial y varios capítulos de Marines Espaciales (los llamados capítulos del Astartes Praeses) exclusivamente para proteger al Imperio de futuras incursiones del Caos que pudiesen contar con dichas máquinas de guerra. A lo largo de la incesante vigilia alrededor de Cadia y de los planetas que rodean al Ocularis Terribus, los incidentes en los que las fuerzas del Caos contaban con Profanadores se hicieron, si no raros, menos frecuentes que los que no contaban con ellos.

Incluso hoy en día, tan solo la sospecha de que un contingente del Caos pueda incluir un Profanador basta para infundir el terror en los corazones de aquellos que van a tener que enfrentarse a él, pues para luchar contra una bestia como esa y sobrevivir son necesarias grandes dosis de heroísmo.

"Con razón esta monstruosa creación es conocida como Profanador, ya que su blasfema existencia hace que el suelo se revuelva con cada una de sus pisadas y a su paso no deja nada con vida donde antes había verde naturaleza. Dondequiera que vaya una de estas malditas máquinas, corrupción y pestilencia es todo lo que queda atrás".

Heriaclis Freom, erudito inquisitorial


Sacado de la web de la GW y Adaptado por Me



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