El capitán Aertes Dragmatio
avanzó cautelosamente a través de la enmarañada
selva. Su Guardia de Honor de cinco hombres y el Sacerdote Sangriento
Várem le seguían a corta distancia y más
atrás, el resto de su ejército. Hacía tres
días que se habían adentrado en aquella maleza llena de
plantas y que resonaba por todas partes por los ruidos de animales
salvajes en busca de su objetivo: una base orka. Los rastros y huellas
encontrados en plantas y veredas evidenciaban indicios de actividad
orka en la zona, pero la antinaturalmente espesa jungla no
permitía el paso de vehículos de reconocimiento; ni tan
solo los land speeders podían sobrevolar los inmensos
árboles, y los tanques, exterminadores y dreadnoughts
harían demasiado ruido y tardarían demasiado en abrir
caminos por la vegetación. Aquel era un trabajo para las tropas
de jungla de Catachán, pero el destacamento más cercano
hubiera tardado por lo menos dos meses en llegar, y se requería
una acción inmediata. Casualmente una fuerza de la 6º
Compañía de marines espaciales Ángeles Sangrientos
atravesaba aquel sistema y recibió la llamada de la guardia
imperial. De modo que las Thunderhawk aterrizaron en el fuerte Hold
Mankind y, tras haber sido informados por el Capitán Morris de
la Guardia imperial, cuyas tropas mantenían el fuerte, Aertes
envió a sus dos escuadras de Exploradores a reconocer la selva.
Una hora después salía él con el grueso de sus
fuerzas, quedando en el fuerte todos los vehículos y los
hermanos exterminadores, que hubieran retrasado la marcha mucho
más. Las voluminosas servoarmaduras no permitían a los
Ángeles Sangrientos avanzar a buena marcha por los tortuosos
recovecos que las plantas dejaban; Aertes empezó a golpear una
maraña de troncos que obstruían el paso.
- ¡Esos malditos alienígenas han tenido que venir a
ocultarse en la parte más verde del planeta! -dijo con rabia
mientras su espada de energía cercenaba troncos como si fueran
barras de mantequilla- ¡Esta misión no es para nosotros!
¡El sigilo no forma parte de nuestro credo!
Mientras avanzaba repudiando su propia conducta, echó un vistazo
atrás. Vio a sus cinco guardias de honor y al sacerdote
sangriento Várem a un metro tras él. Tras ellos vio las
escuadras tácticas Crasso y Meranis, de siete hombres cada una;
a la izquierda avanzaban los cinco devastadores de la escuadra
Fulventos portando Bolters Pesados y Lanzamisiles que podían
barrer la jungla en caso de emboscada, y a la derecha marchaban los
ocho Marines de Asalto de Dédalo. Todos ellos lucían la
servoarmadura color rojo de su capítulo, salvo los Devastadores
y los Marines de Asalto, cuyos cascos eran azules y amarillos
respectivamente. En último lugar venían el
Capellán Sagos y los seis marines de la Compañía
de la Muerte con sus armaduras negras cargadas de cadenas y
símbolos de su capítulo. Les hizo ir en último
lugar para evitar que se sobreexcitasen yendo en vanguardia, aunque
él mismo empezaba a sentir una cada vez mayor e incontrolable
sed de combate. Algunos hermanos habían caído en la Rabia
Negra desde antes de llegar al planeta; el último fue el hermano
Elmarc, a quien Sagos encontró dos noches atrás temblando
espasmódicamente en su lecho y gritando el nombre de su
Primarca. Ahora su armadura había sido pintada totalmente en
negro por el capellán quien también había trazado
varias cruces en las hombreras con su propia sangre.
- Capitán Aertes -susurró de pronto el intercomunicador
de su casco, Aertes se detuvo junto a un tronco caído y se
arrodilló para cubrirse- aquí escuadra de exploradores
Trenos llamando al Capitán Aertes. Cambio.
- Aquí Aertes, ¿habéis encontrado algo sargento
Trenos?. Cambio.
- Sí señor, hemos encontrado un rastro claramente orko,
es bastante reciente y parece dirigirse hacia el sector Kappa 2.3
Cambio.
- ¿Está seguro de que se trata de orkos?.
- Completamente, señor. Incluso puedo decirle qué ha
comido.
- Seguid el rastro, sargento, nosotros nos dirigiremos hacia el sector
Kappa 1.1. Informad de cualquier cosa sospechosa que veáis.
Cambio y corto.
- Recibido Capitán Aertes. Corto.
Aertes manipuló los controles en el lateral de su casco para
contactar con la segunda escuadra de Exploradores.
- Aquí el Capitán Aertes llamando a la escuadra de
Exploradores Midian. Cambio... Capitán Aertes llamando a la
escuadra de Exploradores Midian, responded escuadra Midian. Cambio...
El comunicador no respondía, el silencio aún duró
unos segundos más.
- ¡Escuadra Midian, responded!. Cambio.
- Aquí Explorador Karpla -dijo la radio con una voz jadeante- el
sargento Midian ha muerto, señor. Él y el Explorador
Genno...
- ¡¿Cómo?! ¡Qué es lo que ha ocurrido!
-ladró Aertes
- Una especie de planta extremadamente hostil, señor... Una boca
inmensa rodeada de espinas ha surgido desde el interior de un tronco
hueco cuando el Sargento Midian se detuvo junto a él para
contactar con vos... y... lo atrapó por la cabeza. El Explorador
Genno trató de separar... las... dos hojas que formaban la boca
y un tentáculo le atravesó el estómago... los que
quedamos hemos conseguido abatir a la criatura, pero el Sargento ha...
muerto...
- ¡Maldición! ¡Los informes no hablan de un
organismo así en esta selva! -Aertes miró el tronco tras
el cual se estaba parapetando y dio unos pasos atrás-
¿habéis visto algo aparte de ese desafortunado hallazgo,
Explorador Karpla?. Cambio.
- Em... No, señor, desde el sector Alpha 1.0 al sector Delta 6.4
no hay ni rastro de orkos. Eh... Cambio.
- Bien, ocultad los cuerpos de los caídos, los recogeremos
más tarde. Reuníos con nosotros en el sector Kappa 1.1.
Ahora sois el Cabo Karpla, hermano. Cambio y corto.
- Órdenes recibidas, señor. Corto.
Aertes intentó contactar con Hold Mankind, pero, como se
temía, estaban fuera del alcance de los transmisores. De modo
que, tras advertir a la Escuadra de Exploradores Trenos y al resto de
sus hombres del peligro de encontrarse con estas plantas,
prosiguió su camino hacia el Nordeste, hacia el sector Kappa 1.1.