Tema: Reencarnados necrones....
AGRAMAR
avatar
Vidente de Sombras
Vidente de Sombras
Mensajes: 2304

Enviado:
13.feb 2006 - 19:47

 TROPAS DE ÉLITE 

0-1 Reencarnado Necrón Reencarnado
Puntos45 HA4 HP4 F4 R5 H2 I3 A2 L 10 Sv3+

Los Reencarnados son terroríficos y letales. Su esqueleto de metal está recubierto de tejido orgánico vivo, convirtiéndolo en indetectable. Estas criaturas aprenden rápidamente del entorno en el que se infiltran, aprenden la costumbres y adquieren hábitos o tics que camuflan su origen necrón. Cuando marchan junto a las tropas enemigas, lucharán con las armas que se le han entregado o que tomó del sujeto al que está suplantando como si realmente creyera en sus ideales; pero cuando reciba la orden de actuar, sólo un sentimiento tendrá lugar en su mente de necrontyr: exterminar a todos los enemigos.

Escuadra: 1.

Armamento: rifle gauss.

Opciones: puede cambiar su rifle gauss por una de las siguientes armas: garras (sin coste, le proporcionan +1 Ataque), bláster gauss (+8 ptos), cañón gauss (+16 ptos), proyector de partículas (+16 ptos, igual que un báculo de luz pero no cuenta como arma de energía).

Puede equiparse con Campo de Disrupción (+5 ptos).

REGLAS ESPECIALES

Suplantador: un Reencarnado no despliega con el ejército necrón, sino que se encuentra entre el ejército enemigo, suplantando a uno de sus soldados. El jugador necrón debe elegir en secreto una escuadra de infantería del ejército enemigo que haya sido elegida como Tropas de Línea para ocultar al Reencarnado. El Reencarnado siempre permanece en reserva, incluso si el escenario no lo permite, y el jugador deberá efectuar una tirada al principio de cada turno como es habitual para determinar cuándo está disponible. Cuando el Reencarnado esté disponible, estará preparado para empuñar sus armas ocultas y destruir a los enemigos.
Entonces, cuando la escuadra en la que está oculto sufra alguna baja, el jugador necrón puede desplegar la miniatura sustituyendo a una de las miniaturas que el jugador rival haya retirado como baja; el Reencarnado debe ser colocado inmediatamente después de producirse la primera baja o no ser colocado en ese turno, en cuyo caso deberá esperar a que la escuadra vuelva a sufrir bajas. Un Reencarnado sólo puede desplegar en sustitución de una miniatura de tamaño normal (guardia imperial, marine espacial, orko, eldar, tau de la casta del fuego...). No puede suplantar a demonios.
Si la suplantación se produjo en la fase de disparo el Reencarnado puede disparar considerándose estacionario o puede renunciar a considerarse estacionario para asaltar en la fase de asalto. Si la suplantación se realizó en la fase de asalto no podrá moverse o atacar (ni ser atacado de ningún modo) en ese turno.

La suplantación sólo puede realizarse si la escuadra sufre bajas durante el turno necrón. El Reencarnado no puede desplegar si la baja a la que sustituye no fue causada durante el turno del jugador que lo controla.
Si el Reencarnado no ha sido desplegado antes de que termine la batalla, se considera destruido a efectos de puntos de victoria. Si la escuadra en la que se encuentra oculto es eliminada y no es desplegado, también se considera destruido.

Causa miedo: ver cómo uno de tu propio camarada se vuelve contra ti y descubrir que en realidad se trata de un necrón puede desmoralizar al soldado más recio. Cuando el Reencarnado sea desplegado, la escuadra en la que se ocultaba deberá superar inmediatamente un chequeo de moral para no retirarse. El Reencarnado puede atrapar a la escuadra en fuego cruzado.

Coraje: los Reencarnados superan automáticametne todos sus chequeos de moral y acobardamiento. Nunca se retiran y nunca quedan acobardados.

Independiente: un Reencarnado no puede controlar cuadrantes ni objetivos ni contarse como tropas supervivientes. Ningún personaje independiente puede unirse a él.

El sargento Dineos arengó a sus hombres para que continuaran haciendo llover fuego y láser sobre el frente necrón que se acercaba. Los operarios del bólter pesado, Ricardo y Arnoldo, manejaban el arma con la experiencia de muchos años de combates bien ocultos tras un montón de sacos terreros. El propio sargento disparaba su bólter hacia las relucientes y silenciosas filas de esqueletos metálicos observando la futilidad de sus intentos por detenerles.
Los disparos láser se abatían sobre los necrones como una resplandeciente lluvia. Avanzaban paso tras paso; ni gritos de guerra, ni gestos amenazantes, ni siquiera un avance a la carrera; sólo caminaban, paseaban hacia las trincheras imperiales como si no supieran hacer nada más. Sus anatomías de arcana, infinita antigüedad se sacudían a causa de los impactos, pero no se detenían.
-¡Seguid disparando, maldita sea! –gritaba Dineos-. ¡Vamos, quiero ver a esas cosas mordiendo el polvo!.
El artillero del bólter pesado dirigió una ráfaga al centro de una de las formaciones de necrones y derribó a tres de ellos, de los cuales dos volvieron a levantarse como si nada hubiera ocurrido y el tercero se desvaneció dejando un leve fulgor verdoso en el suelo.
-¡Eso es, chicos!. ¡Cuando veáis ese brillo es que ha muerto otro de ellos!, ¡vamos, dadles todo lo que tengáis!.
Los necrones empezaron a disparar. Sus armas escupían relámpagos de energía verde que trazaban su camino hacia sus objetivos con una precisión increíble. Varios impactos se estrellaron en la barricada de Dineos obligándole a parapetarse.
-¡Vamos! –gritó el soldado Estefano-. ¡Venid a por mí!.
El fuego se intensificó en la posición de Dineos. Muchos de sus hombres no se atrevían a volver a tomar posiciones de tiro. Estefano siguió disparando su rifle láser sin dar tregua hasta que uno de aquellos disparos le acertó en la cabeza. El sargento pudo ver con toda claridad cómo se evaporaba en un microsegundo; primero la piel, luego los músculos seguidos del cráneo y finalmente pudo verle los sesos antes de que se esfumaran en forma de vapor gris.
-¡Hijos de...!, ¡disparad, responded al fuego!.
Otro guardia más cayó con el pecho carcomido por aquellas armas cuando sus hombres obedecieron a su orden. De nuevo dispararon contra los necrones, cada vez más cercanos. El constante tableteo del bólter pesado seguía atronando y lanzando muerte a ráfagas. De pronto, el tableteo cesó.
Dineos giró la cabeza. “Maldición, han alcanzado a Arnoldo”, pensó, pero era Ricardo quien estaba en apuros. Arnoldo había dejado de disparar y había agarrado al soldado cargador. Con una brusca sacudida le rompió el cuello y lo dejó caer a plomo.
-¡Pero qué demonios...!.
Antes de que el sargento pudiera reaccionar, Arnoldo cogió el bolter pesado en brazos como si no pesara más que un rifle láser y empezó a disparar sobre su propia trinchera. Los impactos explosivos a quemarropa aniquilaron por completo la escuadra de Dineos, quien giró rápidamente y le devolvió los disparos antes de resultar partido en dos cuando un proyectil le reventó el vientre. El guardia arrojó a un lado el arma pesada y rebuscó algo de entre un montón de sacos terreros que protegían la munición.
El sargento de comandos García, posicionado en la trinchera contigua, había quedado horrorizado por la escena que acababa de contemplar.
-¡Bastardo traidor! –masculló apuntándole con su pistola infierno.
El soldado renegado levantó lo que había escondido; un arma. Al ser activada pudo verse claramente que el cañón estaba compuesto por dos cilindros que emitían un intenso brillo verde. Antes de darle oportunidad de usarla, García y dos más dispararon sobre él haciéndole caer al interior de la trinchera con una potente ráfaga láser. No emitió un solo grito de dolor.
El soldado volvió a emerger de la zanja todavía humeando. Los disparos le habían destrozado el uniforme y perforado su carne en varios puntos. La mitad de su cara había desaparecido descubriendo un cráneo metálico y un brillante punto verde donde antes estaba su ojo izquierdo.
-¡Emperador bendito!. ¡Ese hombre era un necrón!.
La criatura avanzó hacia ellos y bajó su arma hasta apuntar directamente a García. El primer disparo atravesó al sargento de parte a parte y acabó también con el comando que estaba tras él.