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El Imperio de la Humanidad

miguel Enviado: 17.06.2007, 15:58
Arlequín
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He hecho otra recopilación con lo sucedido después los posts recopilatorios de la Gran Cruzada y la Herejía de Horus. De nuevo, esta sacada de muchos sitios, Index Astartes, Wikipedia, libros, Codex, etc.

El Imperio de la Humanidad

Abaddon combatió a los Adeptos Custodes en el Espíritu Vengativo, la barcaza de combate de Horus en el momento que este tendía la trampa final al Emperador, y su desesperación al saber de la derrota irremediable de Horus le sumergió más que a nadie en la locura y el odio.

Tras la muerte de Horus, Abaddon condujo a los Hijos de Horus en un contraataque furioso para recuperar el cuerpo de su Señor de Guerra, expulsando a las fuerzas imperiales del Espíritu Vengativo. Cuando llegó ante el cuerpo de Horus le arrancó sus Cuchillas Relámpago, las Garras de Horus, y se las implantó con un aullido de odio que resonó en toda la nave. Todo lo que alguna vez había sentido por Horus había desaparecido:

"Horus era débil. Horus era estúpido. Tuvo la Galaxia en la manos y la dejó escapar."

Mientras la flota rebelde se dispersaba en la confusión, la gran barcaza de Horus desapareció en la Disformidad y tomó la dirección del Ojo del Terror junto a otras legiones traidoras como los Devoradores de Mundos o los Portadores de la Palabra.

Mortarion y su Guardia de la Muerte también se retiraron a ese lugar, pero no en desbandada, como muchas otras legiones hicieron.

Incluso durante la condena, la resistencia de la Guardia de la Muerte quedó intacta y bajo la dirección de su Señor se retiraron intactos al Ojo mientras los Marines Espaciales leales y los regimientos de la Guardia Imperial intentaban darles caza una y otra vez.

En el interior del Ojo del Terror, Mortarion tomó un planeta que acabaría siendo conocido como Planeta Plaga. Su situación, cerca del tejido de la realidad, era ideal para lanzar ataques contra el Imperio y por toda la galaxia. Moldeó este mundo tan satisfactoriamente y lo defendió tan bien con sus Marines de Plaga que su dios, Nurgle el Inmundo, elevó al Primarca a la demonicidad y le dio lo que el Emperador le había negado y Horus no había sido capaz de darle: su propio planeta. Mortarion se convirtió en el señor de un mundo lleno de ponzoña, horror y miseria. Estaba en casa.

Desde su elevación a la demonicidad, Mortarion ha reconstruido, consciente o inconscientemente, el Planeta Plaga hasta que ha alcanzado un gran parecido con Barbarus. Sus habitantes se esconden en pueblecitos en la superficie del planeta y sirven a sus señores supremos, los campeones de Mortarion y otros elegidos demoníacos de Nurgle, quienes residen en ciudadelas fortaleza por encima de ellos. Seres enfermos que deberían estar muertos, pero que no lo están, vagan por el planeta y el esquelético Mortarion, sentado sobre un trono construido en el más alto de todos los picos montañosos del planeta, los gobierna a todos.

Al llegar al Ojo del Terror, los Mil Hijos reclamaron un planeta propio. La Ciudad de la Luz, antigua capital de Próspero, sobrevivió intacta a su tránsito al Immaterium. Ahora descansa en el Ojo del Terror, en un mundo que ha llegado a ser conocido como Planeta de los Hechiceros. Ese mundo demonio es un caldero de poder mágico recorrido por volcanes infernales y con tempestuosos cielos saturados de vapores mágicos. Las torres, retorcidas y obscenas evocaciones de las torres de plata y pirámides de la Ciudad de la Luz, sobresalen de grandes peñascos y se imponen sobre planicies de lava. La más grande de todas ellas es el monolito de obsidiana conocido como Torre de los Cíclopes, de la que se dice que es tan grande que puede ser vista desde el espacio. Lo más obsceno es que la parte más alta de la torre es un ojo disforme gracias al cual Magnus puede escrutar los caminos del futuro. Las Torres de Plata de la Ciudad de la Luz han sufrido una transmutación debido al poder de la hechicería de los Mil Hijos y se han convertido en fortalezas espaciales desde las que los señores psíquicos viajan por todo el cosmos y lanzan vengativos ataques contra el Imperio del Hombre.

Algunos de los Guerreros de Hierro huyeron al Ojo del Terror para fundar un nuevo planeta natal desde donde poder reflexionar sobre todo lo sucedido y preparar su venganza. Medrengard es descrito habitualmente como un mundo convertido en una gigantesca fortaleza en la que todo rastro del planeta original se pierde bajo montañas de torres imposiblemente altas y cuyo núcleo está perforado por mazmorras inundadas de magma. Aunque esto pudiera ser plausible en el interior del Ojo del Terror, donde las leyes de la física no tienen cabida, está claro que las descripciones de fortificaciones similares en el espacio real, mucho más avanzadas todavía en diseño y construcción, no tienen ningún sentido. Medrengard se describiría como una lúgubre prisión en la que los esclavos trabajaban afanosamente y morían de agotamiento mientras otros izaban con cuerdas grandes naves del Caos hasta las cúpulas de las torres más altas, donde residían los Guerreros.

El resto de Guerreros de Hierro defendió su pequeño imperio centralizado en Olimpia, pero el planeta no era refugio suficiente para defenderse de la justicia de las Legiones leales. Los Puños Imperiales apoyaron a los Ultramarines en una campaña para liberar los mundos subyugados que duró décadas. Descubrieron que los Guerreros de Hierro eran como un gancho erizado de púas que, una vez clavado en una víctima, podía causar más daño si era retirado que si se dejaba en el interior de esta. La guarnición de Olimpia resistió dos años y acabó disparando toda su reserva de misiles al ver que la derrota era inevitable. Dejó su mundo natal abrasado, el cual, como el resto de mundos natales de las Legiones Traidoras, fue declarado Mondo Perdita.

Los Hijos del Emperador se vieron forzados a huir en todas direcciones al igual que el resto de flotas traidoras. Aquellos navíos imperiales que persiguieron a la flota de Fulgrim desde Terra siguieron un rastro de mundos devastados donde los cadáveres se apilaban hasta muy alto y los supervivientes pedían la muerte para desembarazarse de sus pesadillas. Otros mundos, simplemente, habían desaparecido y no volverían a ser vistos jamás. Finalmente, tras cometer innumerables atrocidades, los Hijos del Emperador alcanzaron el Ojo del Terror, donde se ocultaron de la venganza del Imperio junto con sus compañeros traidores de otras legiones.

Las atrocidades cometidas por los Portadores de la Palabra permitieron que Lorgar se convirtiera en un poderoso Príncipe Demonio.

Los Amos de la Noche siguieron luchando ferozmente. Continuaron sus incursiones por el Imperio y cambiaron los términos de las campañas estratégicas bien organizadas que llevaban a cabo antaño por campañas de muerte y destrucción sin sentido. La mano del Acechante Nocturno aún resultaba evidente en todas las acciones de su legión, pero era obvio (por grabaciones de aquella época) que las órdenes de batalla del Primarca habían variado. Donde originalmente eran fríos y calculadores, los Amos de la Noche empezaron a atacar a objetivos cuya capacidad militar era mucho menor, lo que parecía evidenciar una desesperación autodestructiva en la legión.

Ni los Amos de la Noche ni la Legión Alpha siguieron al resto de Legiones Traidoras al Ojo del Terror.

Era el momento de evaluar los daños y reconstruir el Imperio. Siguiendo los designios del Emperador, se crea la Inquisición, una organización secreta en la que sus miembros no están sujetos a ninguna ley excepto a la suya propia. En principio, se divide en dos facciones claramente diferenciadas: la Ordo Malleus y la Ordo Xenos. La primera se dedicará a erradicar las actividades demoníacas y combatir a las fuerzas del Caos en cualquier forma que puedan adoptar. El Ordo Xenos por su parte dedica sus esfuerzos a combatir a las razas alienígenas que puedan contaminar a la humanidad.

Para gobernar el Imperio en ausencia del Emperador, se designan a los Altos Señores de Terra, los hombres más poderosos de la galaxia. Son ellos los que envían a las flotas Imperiales a la guerra y los que dirigen los inagotables ejércitos del Imperio. Su misión es interpretar y decretar los deseos del Emperador, confiando en que su poderosa mente guíe sus pensamientos e inspire sus acciones.

Cada Alto Señor es el líder de unas de las más poderosas organizaciones del Imperio, a saber:

El Señor del Administratum

El Representante de la Inquisición

El Fabricador General del Adeptus Mechanicus

El Gran Mariscal Proboste de los Adeptus Arbites

El Enviado Paternal de los Navegantes

El Señor del Astronomicón

El Gran Señor del Oficio Asasinorum

El Señor de los Adeptus Astra Telepática

Gran Comandante Militante de la Guardia Imperial

Capitán General de los Adeptus Custodes

Gran Comandante del Segmento Solar

Cardenal(es) del Sagrado Sínodo de Terra

Canciller de las Finanzas Imperiales

Portavoz de los Capitanes Cartógrafos

Una de las primeras acciones del nuevo Imperio, fue atacar Chemos, planeta natal de los Hijos del Emperador, desde la órbita para destruir la fortaleza-monasterio del Capítulo hereje y erradicar cualquier rastro del Caos del planeta. Tras esta acción, el planeta fue puesto en cuarentena por la Inquisición.

Tras perder a todos sus veteranos en el desastroso asalto a Istvaan V, la maltrecha legión de los Manos de Hierro regresó a Medusa llena de ira. Su creciente furia fue enfocada hacia aquellos cuya debilidad había propiciado la muerte de su Primarca y el tener que abandonar su cruzada. Su ira iba creciendo según pasaba el tiempo y llegó a extenderse a aquellas legiones leales que no habían podido proteger al Emperador. Estaban seguros de que, de haber estado más cerca de Terra, las cosas habrían sido muy diferentes. Maldijeron al Señor de la Guerra Horus, de quien creían que conocía de sobra la inquebrantable fuerza y fe de los Manos de Hierro y cuyas sutiles manipulaciones los habían mantenido lejos de Terra y de Istvaan V en el momento del ataque.

Cuando los Ángeles Oscuros llegaron a Terra, la batalla había terminado y los traidores habían sido derrotados. El precio de la victoria había sido elevado. El Imperio estaba en ruinas y las heridas del Emperador lo habían obligado a conectarse al mecanismo preservador de la vida del Trono Dorado. Jonson quedó profundamente afligido por no haber sido capaz de proteger al Emperador ante la Herejía de Horus y, lleno de pena, volvió a Caliban por primera vez en muchos años.

Pero, cuando las naves de los Ángeles Oscuros alcanzaron la órbita de su mundo natal en lo que debería haber sido el fin de una ardua travesía, una fulminante andanada de fuego surgió de la superficie del planeta y destruyó numerosas naves, que cayeron a través de la atmósfera como meteoritos envueltos en llamas. La flota se alejó, confusa, del planeta y Jonson intentó descubrir la razón de aquel ataque. Los Ángeles Oscuros iban a descubrir la aterradora crónica de una traición. Esa crónica es el terrible secreto que los Ángeles Oscuros han ocultado durante diez mil años, la verdad que encubrirán a toda costa.

Durante muchas décadas, Luther había corrompido a los guerreros de Caliban proyectando sus oscuros pensamientos de amargura y envidia a todos los Ángeles Oscuros a su cargo. Su poderosa oratoria los había sumergido en una furia abrasadora contra aquellos que les habían robado la gloria que les pertenecía y que los habían abandonado obligándolos a asumir poco más que el papel de mendigos. Al igual que Horus y el resto de traidores, Luther había sido mancillado por las insidiosas maquinaciones del Caos. Su orgullo y su despecho eran todo lo que necesitaban los Dioses Oscuros para poseerle.

Los pensamientos del Primarca son puras conjeturas, pero lo que es indudable es que Jonson había combatido por toda la galaxia junto al Emperador para liberar innumerables planetas de la abominación del Caos y, al volver a su amado hogar, se lo había encontrado entregado a las mismas terribles fuerzas. Al descubrir la verdad, su furia debió de ser terrible. Sus naves tomaron posiciones para destruir a aquellos que los habían traicionado y empezaron a bombardear el planeta sin piedad, pese a las defensas planetarias. Las selvas ardieron y la tierra tembló con el fragor del combate, pues las naves y las torres de defensa planetaria se disparaban unas a otras con la energía de diez mil soles. Poco a poco, las defensas fueron cayendo y la resistencia fue debilitándose, hasta que Jonson ordenó finalmente la invasión y dirigió personalmente el asalto a Caliban con el corazón consumido por la sed de venganza.

Los Ángeles Oscuros Caídos se habían refugiado en la gran fortaleza monasterio de la Orden, así que Jonson dirigió a sus guerreros contra su propio hogar, sabiendo que Luther le estaría esperando.

El Primarca se enfrentó a su antiguo hermano y supo que lo había perdido, que los Poderes Oscuros habían destruido al honorable hombre que había sido. El Primarca era un dios viviente entre los hombres, pero los poderes del Caos habían agraciado a Luther con unos poderes prácticamente iguales en todos los aspectos. Los dos guerreros libraron una batalla jamás presenciada hasta entonces y que jamás se ha vuelto a presenciar. El antiguo hogar de la Orden fue reducido a escombros mientras tenía lugar esta batalla épica, pues la flota no había detenido el bombardeo planetario y arrasó las ciudadelas de todos los demás monasterios. La superficie de Caliban empezó a resquebrajarse y a crepitar bajo el incesante bombardeo, pues la furia que sentían los Ángeles Oscuros no les permitió percatarse de que estaban destruyendo su propio mundo.

"Ambos lucharon con una fuerza sobrehumana, iguales en todos los aspectos salvo en el propósito... Luther tropezó por accidente y dejó su cuello expuesto ante la hoja justiciera de su hermano. Cuando Luther cayó, Jonson levantó su espada, pero incluso preso de una terrible rabia no fue capaz de asestar el golpe definitivo. Luther no tenía tales miramientos, así que, cuando Jonson vaciló, descargó un terrible ataque psíquico que hirió de muerte al Primarca… Luther se levantó henchido, pero, cuando contempló cómo el Primarca luchaba para sostenerse en pie con la cara torcida de dolor, se le cayó el velo de los ojos y se percató de lo terrible de su traición. No solo había traicionado a su amigo, a su Legión y al Emperador, sino que también había traicionado su propio sentido del honor. Dejó caer el arma a sus pies y cayó al suelo junto a Jonson: su cordura estaba destrozada debido a la enormidad de sus actos".

Alrededor de Caliban la disformidad se convulsionó cuando los Dioses Oscuros se dieron cuenta de que habían sido derrotados una vez más. Su rabia titánica abrió una brecha en el propio tejido del espacio alrededor de Caliban y una tormenta de disformidad de furia inigualable emergió de la brecha para tragarse el planeta.

El vórtice de energía disforme desatado barrió Caliban. Furiosos terremotos despedazaron su superficie, que empezó a resquebrajarse. El bombardeo sin compasión de la flota de los Ángeles Oscuros había debilitado el planeta, que, ante su horror, se rompió en pedazos y dejó de existir, ya que los restos arrojados en sus estertores agónicos fueron tragados por el torbellino disforme. Lo único que quedó de Caliban fueron las ruinas de la fortaleza monasterio de la Orden.

Cuando los Ángeles Oscuros descendieron a la roca muerta, descubrieron a Luther en posición fetal repitiendo sin cesar la misma frase. Una y otra vez les explicaba a los Ángeles Oscuros que ellos (los que Vigilan en la Oscuridad) se habían llevado al Primarca y que, un día, lo devolverían para que perdonase a Luther por sus pecados. Los Marines Espaciales buscaron por el asteroide a la deriva, pero no encontraron ni rastro del Primarca. Lion El´Jonson había desaparecido.

Tras la caída de Caliban, los ancianos del Capítulo celebraron un cónclave secreto y decretaron que el conocimiento de la caída de sus hermanos jamás debería ser revelado. Nadie debía saber del cisma que había dividido al Capítulo o cómo los Ángeles Oscuros se habían convertido al Caos. De saberse aquel terrible secreto, sin duda alguna el Capítulo sería destruido, con lo que todas las esperanzas de restaurar su honor se perderían para siempre.

El Capítulo creó un Círculo Interior con los oficiales más veteranos para guardar este peligroso secreto y cada hombre pronunció juramentos de silencio inviolables. Los traidores de Luther, los Ángeles Caídos, desaparecieron en lo más profundo de la disformidad durante el cataclismo, arrojados por la furia de los Dioses Oscuros a través del espacio y del tiempo. Hasta que cada Angel Caído fuera capturado y se arrepintiese, la paz no existiría para los Auténticos Hijos de Lion. Así que, mientras uno solo de los Caídos siguiera con vida e impenitente, los Ángeles Oscuros seguirían siendo los No Perdonados, condenados por sus hermanos a expiar eternamente los errores del pasado.

Jaghatai Khan luchó al lado de sus guerreros durante quizá setenta años más antes de su desaparición final en una región del espacio cercana al Torbellino. Tras la derrota de Horus, Jaghatai se impuso la misión de rescatar a los miembros de la tribu que los Eldar Oscuros habían capturado en su ausencia, mientras se encontraba luchando en la Gran Cruzada. Los Cicatrices Blancas afirman que él y sus guerreros más valientes lucharon contra el líder de una de las asesinas Cábalas alienígenas y que fueron arrojados a la horrible dimensión que existe fuera del espacio y del tiempo para luchar contra los Eldar Oscuros por toda la eternidad. No se sabe exactamente cuánto hay de cierto en esta historia, pero es más que probable que la nave del Khan simplemente se perdiera en la disformidad, dado que el viaje por esta región del espacio es extremadamente peligroso.

Corax y su Guardia del Cuervo tardaron mucho tiempo en conseguir rehacer su Legión. Su habilidad para las operaciones encubiertas tras las líneas enemigas les hicieron útiles para Guilliman a pesar de su falta de recursos y hombres. Corax consiguió reconstruir su Legión pero a un coste muy alto. Los calabozos debajo de la fortaleza de la Guardia del Cuervo estaban repletos de los gritos de los monstruos creados por orden del Primarca utilizando ingeniería genética. Los experimentos no salieron nada bien y Corax no sabía que hacer con ellos, aunque finalmente decidió acabar con cada uno de ellos personalmente mientras rezaba por todas y cada una de sus almas.

La guerra estaba ganada para cuando los guerreros de Guilliman llegaron a Terra, pero el Imperio estaba en medio de un torbellino. La mitad de las legiones de Marines Espaciales se habían puesto de parte de Horus y el resto había sufrido graves bajas. Había muy pocos Marines Espaciales y nunca habían sido tan necesarios. Los enemigos de la Humanidad, que conocían la precariedad en la que se encontraba el Imperio, se prepararon para atacar, pero Roboute Guilliman juró que el reino del Emperador no caería y tomó como propia la necesidad de mantenerlo unido. Mandó a su legión por toda la galaxia para parar la ola de invasiones y para mantener unido el frágil Imperio durante estos difíciles momentos. Macragge proporcionaba reclutas tan rápido como podía y pronto los Ultramarines llegaron a ser más de la mitad de todos los Marines Espaciales que había en la galaxia.

Mientras los Ultramarines mantenían el orden en el Imperio, los Puños Imperiales dieron caza a los traidores y acabaron con sus fortalezas una tras otra. Dorn los dirigía, vestido de luto y abandonada su compasión habitual hasta que desapareciera todo estigma del mal. Mientras otros reconstruían el Imperio, Dorn estaba inmerso en la aplicación rigurosa de la justicia. Se rumoreaba que consideraba que la muerte del Emperador era culpa suya y que su cruzada era la penitencia que se había impuesto. Después de todo, ¿no eran los traidores sus hermanos? Fuera por lo que fuera, Rogal Dorn siempre estuvo ausente de los concilios a los que era convocado hasta que Roboute Guilliman, Primarca de los Ultramarines, presentó su Codex Astartes como el futuro de los Marines Espaciales.

Leman Russ estaba devastado por su incapacidad de salvar al Emperador, y se lanzó sin miramientos a una serie de campañas para tratar de estabilizar el Imperio. Durante este tiempo, Roboute Guilliman, Primarca de los Ultramarines, finalizó y presentó el Codex Astartes. Al igual que sus hermanos Vulkan y Rogal Dorn, Russ no atendió a las peticiones de Guilliman y se centró en sus campañas.

Dorn se sorprendió ampliamente. Su cruzada por la redención le había cegado a la llegada de nuevos tiempos. No entendía por qué la Humanidad no iba a confiar en los Puños Imperiales por lo que habían hecho las legiones traidoras. Sin el fragor de la batalla, Rogal Dorn y los Puños Imperiales se sentían desnudos. El Emperador había muerto y, ahora, parecía que su propia hermandad fuese a desintegrarse. En este momento de incertidumbre, los Guerreros de Hierro lanzaron un desafío a los Puños Imperiales al construir una impresionante fortaleza y retarles a que la atacaran.

Perturabo preparó una trampa para el Primarca en el planeta Sebastus IV, donde mandó construir la singular "Fortaleza Eterna". En cuanto tuvo noticias de la fortaleza, Rogal Dorn declaró públicamente que los Puños Imperiales sacarían a rastras a Perturabo de su agujero y lo traerían de vuelta a la Tierra en una Jaula de Hierro. Roboute Guilliman ofreció su colaboración a Dorn; pero este, tal y como Perturabo había planeado, fue lo bastante arrogante como para llevar a cabo la misión en solitario.

Los capellanes de los Puños Imperiales enseñan que Dorn sacaba su fuerza de la meditación. Durante siete días, resistió el guante del dolor hasta que recibió el regalo de una visión del Emperador. La fe de los Puños Imperiales flaqueaba ahora que el Emperador había muerto, aunque sabían que aún los observaba desde el Trono Dorado. Aunque los Puños Imperiales no podían servir al antiguo Emperador, podían servir al Emperador tal y como era ahora. Rogal Dorn decretó que los Puños Imperiales entrarían simbólicamente en el guante del dolor como una legión y saldrían, redimidos, como un capítulo. Dorn sabía que muchos de sus Hermanos de Batalla no querían crear nuevos capítulos tal y como pretendían los Ultramarines. Por cada capítulo mucho más fuerte, habría miles mucho más débiles. Abandonó Phalanx y condujo a todos los descontentos contra la guarida de los Guerreros de Hierro.

Rogal Dorn esperaba una batalla honorable, pero no era esto lo que Perturabo tenía en mente. La Fortaleza Eterna no era otra cosa que una trampa tremendamente sofisticada. En su centro había una fortaleza amurallada rodeada por treinta y cinco kilómetros cuadrados de búnkeres, torres, campos de minas, trincheras, alambradas, trampas antitanque y reductos. Dispuestos en radios que partían del centro de la fortaleza formando una estrella de ocho puntas, había infinidad de túneles subterráneos que conectaban las fortificaciones de la superficie. Todas las entradas a la red subterránea estaban selladas y la propia fortaleza era una construcción decorativa sin valor real. La mayoría de fortificaciones se limitan a proteger algo cuando es necesario; la Fortaleza Eterna eran más de cien kilómetros cuadrados de terreno letal.

Perturabo y los Guerreros de Hierro aguardaron los primeros impactos del bombardeo orbital bajo la superficie. En cuanto comenzaron, respondieron a ellos con una serie de disparos desde unos silos alejados de la fortaleza. Los Puños Imperiales reaccionaron precipitadamente enviando al ataque contra los silos a sus tropas transportadas en Thunderhawks y, pronto, desembarcó el resto de la Legión en pleno para llevar a cabo un asalto a gran escala. En cuanto los Puños Imperiales iniciaron su ataque a los silos, Perturabo hizo explotar los almacenes de misiles. Miles de toneladas de escombros se esparcieron por la atmósfera de Sebastus interrumpiendo cualquier posible comunicación entre las tropas terrestres y su flota.

La explosión era la señal que esperaban los Guerreros de Hierro para atacar. La flota traidora no era más fuerte que la de los Puños Imperiales, pero las cañoneras Thunderhawk de la flota leal se encontraban en la superficie del planeta. Además, las naves del Caos contaban con muchos Guerreros de Hierro ansiosos por dirigir las naves de asalto. La flota de los Puños Imperiales intentó resistir, pero fue inexorablemente alejada de su posición. Después de algunas horas, los únicos objetivos atacados en el planeta eran coordenadas calculadas previamente por Perturabo.

Los Puños Imperiales, bajo el fuego que llegaba del espacio, procedieron a preparar su asalto y formaron un frente de cuatro compañías. Perturabo los vigilaba desde una torre de observación y empezó a destruirlos metódicamente. Primero, los campos de minas diezmaron sus filas; después, en cuanto los Puños Imperiales alcanzaron la primera hilera de fortificaciones, los Guerreros de Hierro emergieron de sus trincheras y abrieron fuego. Mientras las trincheras atraían la atención de los Marines leales, varias escuadras de Guerreros de Hierro equipados con granadas perforantes y bombas de fusión salieron de sus búnkers ocultos y atacaron los tanques que se habían detenido al lado de las fortificaciones. Los Puños Imperiales se dieron la vuelta para responder a aquella nueva amenaza y, durante varios minutos, fueron acribillados entre las trampas antitanque. Se reagruparon una vez más y efectuaron un movimiento de barrido para arrasar a los Guerreros de Hierro de las trincheras; no obstante, cuando llegaron, las encontraron vacías. La lucha prosiguió así: Perturabo eliminaba a los Puños Imperiales tanque por tanque y escuadra por escuadra. Rogal Dorn seguía convencido de que la victoria estaba al alcance de la mano, así que hizo avanzar a sus hombres. Perturabo replegó a algunos de sus defensores y dio orden de mantener la posición a otros: una estratagema que fracturó a los Puños Imperiales primero en compañías, después en escuadras. Al sexto día de combates, cada Marine luchaba prácticamente solo. Las tropas de Dorn se vieron obligadas a esconderse en el fango y a apilar los cadáveres de sus compañeros para tener algo de cobertura. Perturabo conservó la paciencia y dejó que Dorn corriera de trinchera en trinchera gritando su nombre y retándole a un combate personal, pues contaba con que la visión de la impotencia de su Primarca minaría la moral de los Puños Imperiales.

El asedio de la Fortaleza Eterna iba a durar tres semanas más todavía. Los Puños Imperiales habían penetrado en la zona letal y no tenían posibilidad de escapar. Aunque sus capitanes aconsejaron la retirada, Rogal Dorn no quiso dar la orden. Rechazó las evidencias que le mostraban sus ojos y siguió insistiendo en esa "última carga" o en que Perturabo se enfrentaría a él. Incapaces de abandonar a su Primarca, los Puños Imperiales se prepararon para morir con él.

Si Perturabo cometió algún error, fue el de recrearse demasiado en atormentar a sus enemigos. Podría haber acabado con los Puños Imperiales en cualquier momento, pero prefirió no hacerlo. Por fortuna para Rogal Dorn, Roboute Guilliman puso la seguridad del Imperio por delante del orgullo y llevó a los Ultramarines al rescate. La poderosa flota de los Ultramarines obligó a los Guerreros de Hierro a replegarse, mientras que sus Thunderhawks se zambullían entre las nubes de polvo para evacuar a los Puños Imperiales. Perturabo no tenía ningún deseo de luchar contra dos Capítulos y se concentró en evitar que los Puños Imperiales pudieran evacuar a sus muertos y heridos.

La semilla genética capturada fue sacrificada a los Dioses Oscuros, que, a su vez, elevaron a Perturabo a la categoría de Príncipe Demonio. Uno de los insultos había sido vengado y, desde entonces, los Guerreros de Hierro solo han vivido para saldar cuentas con el cadáver encerrado en el Trono Dorado.

Rogal Dorn estaba deshecho y se sumió en un profundo estado de depresión. Dejó a más de cuatrocientos Marines en la Fortaleza Eterna y los que sobrevivieron lo hicieron con horribles heridas.

Algunas facciones de las otras Legiones de Traidores acusaron a los Hijos de Horus de ser los culpables de la derrota sufrida en Terra, al retirarse al espacio disforme con el cuerpo de su amado Señor de la Guerra y dejando a las fuerzas del Caos sin un líder. Sin embargo, los Hijos de Horus seguían venerando a su Primarca como su líder incluso tras haber muerto, y en su nuevo planeta crearon una gigantesca tumba que les servía también como fortaleza.

Los Hijos del Emperador agotaron rápidamente sus reservas de esclavos y juguetes y empezaron a capturar a las únicas presas disponibles: los esclavos y sirvientes del resto de Legiones Traidoras. Las guerras resultantes fueron terribles y sangrientas y solo podían tener un vencedor; así que, finalmente, la Legión de los Hijos del Emperador fue desmembrada, pero se aprovecharon del descontento del resto de Legiones Traidoras para atacar a los Hijos de Horus.

Los Hijos de Horus lucharon ferozmente con las otras Legiones, pero todo terminó con la destrucción de la fortaleza de los Hijos de Horus por una fuerza combinada de las Legiones de Traidores. Para agravar aún más el ultraje, el cadáver del Señor de la Guerra fue robado por los Hijos del Emperador y clonado por Fabius Bilis, uno de los Capitanes de los Hijos del Emperador. Privados de su Señor de la Guerra, los Hijos de Horus juraron lealtad a Abaddon, Capitán de la 1ª Compañía, como su nuevo Señor de la Guerra.

Nadie está seguro de cuál ha sido el destino de Fulgrim. Los enemigos de Slaanesh afirman que murió durante las batallas contra el resto de Legiones Traidoras, pero los buscadores automatizados del Adeptus Mecánicus nunca recuperaron ni su cuerpo ni los restos de su nave de batalla. Entre los Hijos del Emperador supervivientes se rumorea que Slaanesh lo elevó a la categoría de Príncipe Demonio y le otorgó un mundo infernal.

Los Mil Hijos habían estado a punto de ser destruidos por la amenaza de la mutación descontrolada en sus comienzos y antes del encuentro con su Primarca. Incluso la salvación que les otorgó la instrucción de Magnus era imperfecta, ya que requería una vigilancia constante. El miedo a la mutación nunca abandonó a alguno de los miembros más veteranos de la legión y la gran corrupción que pesaba sobre algunas de las legiones traidoras al inicio de la Herejía los horrorizaba. Se dedicaron por entero a su nuevo señor y, durante un tiempo, pareció que Tzeentch los protegiera de sufrir un destino igual. Pero los caminos del Maestro de la Hechicería son caprichosos y en cuanto los Mil Hijos se acomodaron en el planeta, El que Cambia las Cosas empezó a alterar sus formas. En los miembros de la legión aparecían espontáneamente grotescas mutaciones a imagen y semejanza de Tzeentch. Muchos se resignaron a estas mutaciones como pago por su nuevo destino, pero para los miembros más veteranos de la legión fue como haber caído para nada. Todos sus sacrificios, la caída de Prospero, la sangría de la Herejía, todo pasó a perder su significado. Su valiente búsqueda del conocimiento se había tornado en locura y abominación: aquello que siempre habían temido.

Entonces tuvo lugar una cábala interna compuesta por los más poderosos hechiceros y dirigida por el bibliotecario jefe y consejero más fiel de Magnus, Ahriman, con la intención de acabar con la corrupción producida por la disformidad. Sentaron las bases de un poderoso hechizo y protegieron su trabajo con guardas de secretismo, ya que dudaban de que Magnus fuese a estar de acuerdo con una empresa tan arriesgada. Dispersarían las terribles mutaciones sufridas por sus hermanos y harían que los Mil Hijos fuesen inmunes a los efectos del Caos. El Grimorio Hereticus lo describe como un hechizo de poder tal que incluso los horrores demoníacos huyeron de la corriente mágica producida por Ahriman y su cábala. El Planeta de los Hechiceros se vio envuelto por unas impenetrables tormentas de las que surgían relámpagos azules y amarillos, que eran los tridentes de las poderosas energías que fueron golpeando a los Mil Hijos de uno en uno hasta que, tal y como se cuenta, el propio Magnus se vio forzado a intervenir.

Pero el resultado obtenido no se parecía en nada a lo que la cábala esperaba. La fuerza de combate de los Mil Hijos fue destruida por completo de un plumazo y preservada para toda la eternidad. Las mutaciones ya no estaban, porque la carne de los Marines Espaciales afectados se había convertido en polvo, sellado para siempre en el interior de su servoarmadura cerrada místicamente. Cada abertura, juntura y costura se había sellado como por efecto de un fuego infernal; y las almas de los Mil Hijos habían quedado atrapadas en su interior. La legión de Magnus se había transformado, literalmente, en poco más que un grupo de implacables autómatas. Magnus estaba enfurecido. La legión por la que lo había sacrificado todo había desaparecido. La búsqueda de conocimiento, que siempre había sido su último objetivo, ya no podría llevarse a cabo. La mayor parte de los eruditos de su legión habían perdido la capacidad de pensar por sí mismos.

Todo lo que había hecho, lo que había sacrificado, todas las decisiones críticas que había tenido que tomar en su vida se había fundamentado en dos creencias básicas: que el conocimiento era puro y que él era su señor. Ahora que su planeta natal estaba destruido, su padre era su enemigo jurado y su legión estaba en ruinas, Magnus de los Mil Hijos subió desesperado a su torre. Posó su mirada en el fragil Imperio del Hombre, cosido por la guerra, tal y como Horus había hecho durante la Herejía, y juró que vería arder la galaxia.

Abaddon quiso distanciarse rápidamente de la figura de Horus y su memoria, por lo que renombró su Legión como la Legión Negra y lideró un ataque contra los Hijos del Emperador para destruir por fin el cuerpo de Horus. A partir de ese momento, Abaddon sólo viviría para destronar al falso Emperador que se pudría en el trono de Terra.

Tras casi toda una década de guerra total no solo se había devuelto la estabilidad a la galaxia, sino que la filosofía de los Ultramarines había calado hondo en las demás legiones. El sagrado Codex Astartes empezaba a tomar forma bajo el liderazgo de Guilliman y sus doctrinas servirían para educar a toda fuerza de Marines Espaciales y para sentar las bases y fundamentos del poder militar convencional del Imperio.

El Codex Astartes sentó las doctrinas tácticas de las fuerzas de combate del Imperio y creció y evolucionó a lo largo de los milenios hasta convertirse en un masivo tomo que detalla desde las estrategias de batalla hasta las insignias de los uniformes de los diferentes tipos de escuadras. El cambio inmediato más importante fue el decreto de que toda legión sería dividida en unidades más pequeñas conocidas como Capítulos. Uno de los capítulos mantendría el nombre y la heráldica original de la legión, mientras que el resto buscaría un nombre y una iconografía nuevos. Nunca volvería a recaer el poder de toda una legión de Marines Espaciales sobre un solo hombre. Algunas legiones se resistieron a poner en práctica este cambio y se negaron a acatar la orden de Guilliman, pero, cuando el asunto amenazó con convertirse en una nueva guerra civil, entraron en razón.

Como resultado de esto se creo la Segunda Fundación de Marines Espaciales. Teniendo en cuenta el número de Marines de los que disponía cada Legión se subdividieron en diferentes Capítulos. Así por ejemplo los Ultramarines, que eran la Legión más numerosa de todas, se subdividió en 23 Capítulos diferentes. Se desconoce el número exacto de Capítulos que fueron creados, y aunque muchos de estos Capítulos seguían a rajatabla las directrices organizativas y tácticas postuladas en el Codex Astartes, otros tantos como los Ángeles Sangrientos o los Lobos Espaciales tienen una organización que se aleja en mayor o menor medida de sus enseñanzas.

La Ordo Malleus de la Inquisición no dejó pasar su oportunidad y en Titán, la luna más grande de Saturno, crearon una mastodóntica fortaleza monasterio de basalto, lugar de residencia a partir de entonces del Capítulo creado para este cónclave de la Inquisición: los Caballeros Grises. Se desconoce el modelo genético utilizado por este Capítulo, pero algunos dicen que fueron creados a partir del propio cuerpo del Emperador.

Los reclutas son psíquicos en potencia, seleccionados de las más salvajes culturas guerreras imaginables. Los aspirantes son llevados a la base del Capítulo en Titán, donde deben superar las duras pruebas que dejan fuera a aquellos que no posean la fuerza física y la inmensa fortaleza mental necesarias para convertirse en Caballeros Grises. A los pocos que sobreviven al proceso de selección se les implanta la semilla genética que convertirá el humano que son en el Marine Espacial que serán. En este momento empieza el verdadero entrenamiento.

Se utilizan la más avanzada bioingeniería y psicocirujía para convertir a los aspirantes en los guerreros más poderosos de la galaxia, inmunes al miedo y a las visiones que acabarían con la cordura de otros Marines Espaciales. Los Rituales de Execración y el duro régimen de entrenamiento aseguran que sólo los aspirantes más dedicados y puros alcancen los requisitos de esta sagrada orden. El alma de un Caballero Gris debe estar acorazada contra las tentaciones del Caos y las dulces mentiras de los demonios. Afrontar tales horrores y superarlos sin la más mínima mancha en el alma requiere la fe más fuerte, la voluntad más decidida y el corazón más puro.

De todos los reclutas que llegan a Titán, son pocos los que sobreviven o muestran las capacidades mínimas requeridas por la hermandad. Ser un Caballero Gris significa llevar una vida de pureza espartana, solemne meditación y negación de los placeres de la vida, con la intención de fortalecer la mente y acorazar el espíritu con la fe. Al contrario que el resto de Capítulos, los Caballeros Grises no siguen los principios del Codex Astartes al organizar sus fuerzas. Debido a la manera tan especial que tienen de ser reclutados e instruidos, cada guerrero va subiendo puestos en un escalafón preestablecido y formará parte de una escuadra dirigida por un hermano de mayor rango, en vez de ser asignado a una compañía de batalla.

Tuvieron que pasar diecinueve años para que Rogal Dorn y los Puños Imperiales pudieran volver a participar en una guerra tras lo sucedido con los Guerreros de Hierro.

Los Templarios Negros y los Puños Carmesíes son los dos primeros capítulos que se formaron a partir de los Puños Imperiales. El interés de Dorn por redimirse de sus primeras dudas y por abrazar el Codex Astartes, no había Capítulo que lo siguiera con más firmeza a excepción de los Ultramarines, convenció a los Altos Señores de Terra. Debido a que no estaban atados a un mundo natal y a que tenían una fortaleza monasterio móvil, los Puños Imperiales podían atender más fácilmente las llamadas de auxilio. De hecho, Rogal Dorn era más comprensivo que el resto de Primarcas ante las peticiones de ayuda de otras instituciones y esto le labró una buena reputación.

Los Salamandras fueron la única Legión que no tuvo Capítulo sucesor conocido durante la Segunda Fundación por el limitadísimo número de Marines con los que contaba. Además, los sistemas de reclutamiento estaban entre los más estrictos de todos los Capítulos de Marines Espaciales.

En el Ojo del Terror se mantenía la tensión. Los Devoradores de Mundos luchan contra los Hijos del Emperador en el mundo demoniaco de Skalathrax. Los traidores de Kharn separan la Legión de los Devoradores de Mundos en bandas guerreras errantes separadas.

Más de 100 años después de que los Hijos del Emperador robasen y comenzasen a realizar ejercicios de clonación del cuerpo de Horus, los Hijos de Horus, liderados por Abaddon, realizaron una ofensiva contra la fortaleza de los Hijos del Emperador destruyendo el cuerpo de su antiguo Señor y el de todos sus clones.

Con este acto, Abaddon quería demostrar tanto a los suyos como al resto de Legiones Traidoras que se habían alejado de los errores del pasado. Abaddon se autoproclamó como el nuevo Señor de la Guerra, Abaddon el Saqueador, y renombró su Legión como la Legión Negra.

Por su parte, Guilliman se vio envuelto en una campaña contra la Legión Alpha en Eskrador. En esta campaña, Guilliman consiguió llegar hasta Alpharius, al que dio muerte en combate singular.

Guilliman creyó que con la muerte de su Primarca, la Legión Alpha se desmembraría fácilmente, pero no fue así. La capacidad de operar sin un líder claro pronto quedó patente, al mantenerse en campaña dos semanas más y causar grandes bajas entre los Ultramarines, lo cual provocó que Guilliman tuviera que ordenar el redespliegue de sus fuerzas.

La Legión desapareció y se ocultó en algún lugar de la galaxia, siendo una de las Legiones Traidoras que no utilizó el Ojo del Terror como escondite.

Roboute Guilliman siguió dirigiendo a los Ultramarines durante los siguientes cien años, hasta que sus guerreros y él se enfrentaron al Primarca traidor Fulgrim y a los Hijos del Emperador en el mundo de Thessala. Fulgrim había cambiado hasta el punto de resultar irreconocible. La noble persona que fuera antaño había muerto hacía tiempo, desde su ascensión a príncipe demonio de Slaanesh, y ahora estaba corrupto hasta la médula. Su cuerpo con forma serpentina tenía varios brazos y en cada uno de ellos portaba una espada envenenada. Nubes de humo de incienso envolvían a ambos Primarcas mientras se enfrentaban en combate singular en los campos de Thessala. Nadie de quien estuvo allí aquel día puede decir a ciencia cierta qué pasó, pero, cuando las nubes de humo se disiparon, los Hijos del Emperador se habían ido y Roboute Guilliman yacía en el suelo inmóvil con una raya de sangre en su cuello. Ni siquiera el cuerpo celestial del Primarca pudo detener el veneno de Fulgrim y, mientras Guilliman moría, los apotecarios colocaron un campo de éxtasis en torno a su cuerpo y lo trasladaron a Macragge.

Ciento noventa y siete años después de la ascensión del Emperador al Trono Dorado, Leman Russ desapareció. El Primarca Leman Russ de los Lobos Espaciales convoca a sus más fieles seguidores al Banquete de Ascensión del Emperador. Allí, Russ se sube a la mesa donde hace tanto tiempo luchó contra el Emperador, y arrodillándose dio diversas instrucciones a sus guerreros de más confianza. Tras esto, anunció que se iba, pero volvería “para la batalla final, para la Hora del Lobo”.

Siete años después, los Señores Lobo supervivientes se reúnen y escogen a Bjorn como su líder, dándole el título de Gran Lobo. Bjorn reúne al Capítulo y anuncia una Gran Caza en un intento de encontrar a Leman Russ, aunque no son capaces de obtener indicios del paradero de su Primarca.

Tras las primeras reticencias, Corax accedió a unirse a las doctrinas del Codex Astartes, del que surgieron tres Capítulos Sucesores de la Guardia del Cuervo. Tras esto, Corax se encerró en su fortaleza, rogando por su perdón al Emperador por las atrocidades que había cometido. Un año después de su encierro, Corax reapareció, enfurecido. Se puso al mando de un navío y dejo Deliverance en dirección al Ojo del Terror, con una única palabra como legado: “Nunca jamás…”.

La mitad de los asesinos Callidus existentes tenía la misión de localizar y destruir al Primarca de los Amos de la Noche, con la esperanza de que se desbandasen para siempre tras la muerte de su líder.

Las últimas palabras del Acechante Nocturno son uno de los grandes enigmas de la historia imperial. Se piensa que se permitió conscientemente la infiltración de la asesina M´Shen en el palacio de Tsagualsa, un edificio construido en su totalidad con cuerpos aún vivos. Aunque esperaba tener que enfrentarse a varios guardias, la asesina encontró el gran vestíbulo de hueso y carne completamente desierto. Las cámaras situadas en los brazaletes de la asesina, que se guardan en la capilla más venerada del templo Callidus, muestran el combate que tuvo lugar entre el retorcido Primarca y el ángel vengador.

Sentado en un trono construido a partir de los huesos de sus víctimas y cubierto por las sombras, se encuentra el propio Acechante Nocturno. Irradia odio y locura. M´Shen se detiene cuando el Primarca levanta su cabeza y su cara se refleja en los negros e impasibles ojos del Acechante Nocturno. Tras un eterno momento, con una voz profunda y llena de dolor, el Acechante Nocturno habla.

"No me sorprende tu presencia, asesina. He sabido de tu existencia desde que tu nave entró en la Franja Este. ¿Por qué no te he matado? Porque tu misión y la acción que estás a punto de llevar a cabo prueban que todo lo que he dicho o hecho es cierto. Solo he castigado a los que estaban equivocados, al igual que tu falso Emperador pretende castigarme a mí ahora. La muerte no es nada en comparación con la confirmación de lo que ya sabía".

Luego, la imagen vibra en el momento en el que M´Shen salta hacia adelante. Lo último que se ve, antes de que la grabación se corte inexplicablemente, son unos ojos llenos de locura.

La vida de Bjorn como Gran Lobo, no obstante, estaba predestinada a ser corta: La saga "Bjorn, el de la Garra Implacable" narra que recibió su herida mortal en la batalla en que dirigió a los Lobos Espaciales durante el rescate de sus hermanos de manada en la Fortaleza del Sol Siniestro. Su ataque fue un éxito, pero dejó a Bjorn tullido y a un paso de la muerte. Ni siquiera las formidables habilidades de los Sacerdotes Lobo podían salvarle, así que Bjorn pidió como último deseo el ser enterrado en el sarcófago blindado de un Dreadnought.

De esta manera, durante los quinientos años siguientes Bjorn siguió luchando por su amado Capítulo y destrozando a los enemigos del Emperador con la misma garra relampagueante que había sido su arma preferida cuando todavía caminaba como un hombre. En Algol Nueve destruyó al demonio Thran´saba y en los desiertos de Quaran abatió al Señor de la Guerra Orko Makrima. El psíquico renegado Vornalan también murió a "manos" de Bjorn y así se evitó una sangrienta rebelión en Thranx.

Rogal Dorn sobrevivió a muchos de sus hermanos Primarcas y sufrió con cada pérdida. Cuantos menos Primarcas restaban con vida, más enfermizo fue el respeto que empezó a tenérseles. Con el Emperador en Terra, muchos sistemas lejanos empezaron a deificar a los Primarcas. Para Dorn, el Emperador era el único digno de esta atención y temía las posibles consecuencias de la deificación.

Abaddon comenzó a reunir y a liderar a muchas de las legiones del Ojo del Terror para lanzar su primera ofensiva contra el recién formado Imperio de la Humanidad. Esta sería su primera Cruzada Negra.

Aprovechando la calma en las corrientes de Disformidad de la Puerta de Cadia, Abaddon el Saqueador condujo a las fuerzas combinadas de las Legiones de Traidores contra muchos mundos de la zona, y fue responsable de millones de muertes en solo la primera semana de combates. Muchos mundos se perdieron y obligó al Imperio a fortificar toda la zona al máximo, con legiones enteras de Titanes, e incontables regimientos de la Guardia Imperial, apoyados por la Flota y por elementos de la Inquisición.

Tras la desaparición de Corax, Primarca de la Guardia del Cuervo, los Puños Imperiales fueron requeridos para repeler la Cruzada Negra que acababa de aparecer en la Puerta de Cadia. Phalanx y la mayoría del Capítulo estaban destinados a observar los movimientos de Ulthwé, el mundo astronave Eldar, y no podían abandonar su cometido. Rogal Dorn consiguió reunir tres compañías y se dirigió a la Puerta de Cadia. La Cruzada Negra amenazaba con engullir Cadia y la armada imperial no había sido capaz de detectarla hasta que fue demasiado tarde. Rogal Dorn, al mando de tres cruceros de asalto, sorprendió a los herejes en el Cinturón de Pelenos antes de que pudieran reaccionar. Los Puños Imperiales golpearon en el centro de la Cruzada Negra y causaron grandes daños en los transportes de tropas enemigos con sus Thunderhawks mientras la infantería se teleportaba a las naves más grandes antes de que estas pudieran desplegar sus escudos. Aunque la armada del Caos hubiera podido acabar con los cruceros de asalto, no estaba preparada para detener los equipos de asalto teleportados, que inutilizaban los motores de una nave y después contactaban con su Thunderhawk para que los teleportase a otra. Algunos consiguieron utilizar los teleportadores de sus víctimas; otros se dedicaban a abrir fuego desde estas naves contra otras del Caos. Aunque la batalla no estaba equilibrada, Rogal Dorn estaba dispuesto a acabar a toda costa con esta amenaza. Su último combate fue en el Espada del Sacrilegio, un acorazado clase Saqueador que había sido abordado por el último de los cruceros de los Puños Imperiales. El bibliotecario jefe encomendó las almas de los defensores de la nave al Emperador poco antes de que Dorn dirigiera un asalto suicida contra el puente de mando.

No hubo ataque del Caos contra Cadia. La armada imperial llegó poco después mientras los traidores todavía se lamían las heridas. Con la repentina desaparición de Ulthwé, Phalanx y los Puños Imperiales pudieron liderar el contraataque imperial. Llegaron cuando la flota del Caos estaba en mitad de las reparaciones de sus naves y acabaron con ella definitivamente. Incluso sin su Primarca, llegaron al lugar adecuado en el momento adecuado. Abordaron el Espada del Sacrilegio antes de que pudiera escapar y recuperaron los restos de Rogal Dorn. La mano esquelética de su Primarca se mantiene sumergida en éxtasis (es el icono más sagrado del capítulo) y sirve como recordatorio constante de la devoción que se espera de un Marine Espacial.

Los largos años de guerras empezaron a cobrar su tributo en Bjorn, cuyos periodos de letargo en las cámaras selladas de éxtasis que hay debajo de los Salones de El Colmillo eran cada vez más prolongados. En honor de un guerrero tan leal y valiente, los Sacerdotes de Hierro del Capítulo le permitieron descansar mientras mantenían amorosamente su envoltura de adamantium. Una vez cada mil años, Bjorn despierta de su sueño, conversa con los Sacerdotes Rúnicos, les regala los oídos con sagas olvidadas largo tiempo atrás y pone a prueba sus conocimientos de las antiguas leyendas para asegurarse de que todavía se sigue a Russ. Solo en momentos de extrema necesidad los Sacerdotes de Hierro llegan a considerar la posibilidad de despertar a Bjorn: una de esas ocasiones fue la Primera Batalla de El Colmillo.

Las circunstancias que llevaron a la Primera Batalla de El Colmillo y al despertar de Bjorn forman parte de una leyenda instructiva que avisa del peligro de confiar en las visiones enviadas por el Caos. Magnus el Rojo, el ciclópeo Primarca de los Mil Hijos, sentía un odio acérrimo por los hijos de Russ desde que destruyeron su mundo natal de Prospero durante los oscuros días de la Gran Traición. Los seguidores de Magnus atacaron los planetas cercanos a Fenris exterminando a poblaciones enteras y reduciendo a escombros planetas en su totalidad en una campaña de terror que duró muchos años.

El Gran Lobo Harek Yelmo de Hierro buscó a Magnus en vano para retarle a un combate singular; pero solo perseguía sombras, ya que su enemigo le eludía todas las veces. A medida que iban cayendo nuevos mundos, el deseo de Harek de acabar con la vida de Magnus crecía, hasta que acabó convirtiéndose en una obsesión. Magnus se burlaba de el en sueños, mientras se alzaba sobre las ruinas de mundos imperiales, riéndose de él porque no podía alcanzarlo. Su búsqueda le llevó a adentrarse en el Ojo del Terror y, por casualidad, fue a parar al mundo de Gangava. Allí creyó encontrar la base secreta de los Mil Hijos, por lo que asaltó el planeta a sangre y fuego.

No obstante, Harek fue engañado: las fuerzas presentes en Gangava eran una mera distracción, cuidadosamente planificada por Magnus, cuyo objetivo era atraer a lo más poderoso del ejército de Harek hacia el planeta para que luchase contra sus aliados del Caos. Mientras tanto, los Mil Hijos aparecieron en la órbita de Fenris y lanzaron un ataque con todas sus fuerzas contra el hogar de los Lobos Espaciales, El Colmillo. Las defensas de El Colmillo consistían en una fuerza básica de Lobos Espaciales y de siervos, así que su caída parecía segura. Solo el líder más valiente posible podría tener alguna esperanza de salvar El Colmillo; por tanto, se decidió despertar a Bjorn Garra Implacable de su letargo milenario para que dirigiese a los defensores.

Bjorn se hizo cargo de los Lobos Espaciales en uno de los contados casos en que un Dreadnought ha comandado un ejército de Marines Espaciales. El valor y la sabiduría en batalla de Bjorn fueron un ejemplo para todos y, durante cuarenta días y cuarenta noches, los guerreros de Magnus no pudieron romper las defensas de El
Colmillo. Bjorn había luchado en Prospero muchos siglos atrás como un Garra Sangrienta y no había perdido ni un ápice del ímpetu salvaje por el que son famosos esos guerreros. Estaba decidido a hacer que el enemigo se retirase de las puertas de la fortaleza fuese como fuese y la defensa de El Colmillo que llevó a cabo se recuerda en todo el Imperio como una obra maestra del arte del liderazgo y la organización militar. Planeó atrevidos asaltos contra las filas de los Mil Hijos y, en los oscuros túneles que existen bajo El Colmillo, lideró defensas desesperadas y reagrupó a los Marines Espaciales y a sus siervos una y otra vez mientras eran empujados a niveles cada vez más inferiores.

Derrumbando los túneles a su paso, los defensores acabaron con cientos de guerreros enemigos conduciéndolos a emboscadas y fosos cuidadosamente preparados por Bjorn. Una manada de Exploradores Lobos al mando de Haakon Ala Negra logró romper el cerco que Magnus había dispuesto alrededor de Fenris e informó de la batalla al Gran Lobo.

La furia y la vergüenza de Harek fueron terribles y puso rumbo inmediatamente a Fenris junto con la totalidad del Capítulo. Los Lobos Espaciales descendieron aullando de la órbita, cayeron sobre los Mil Hijos y los barrieron por completo de El Colmillo. Harek y Magnus se enfrentaron en combate singular al pie de la fortaleza, pero Magnus era un Primarca y, además, había sido elevado a la categoría de Príncipe Demonio por los Poderes del Caos, así que era un rival demasiado poderoso para Harek. Por todo esto, el Gran Lobo cayó; pero, con su último aliento, fue capaz de asestar un golpe mortal a Magnus antes de que los Mil Hijos huyeran de Fenris. Se dice que fue el propio Bjorn el que transportó el cuerpo de Harek hasta su lugar de descanso definitivo, cerca de la cima de El Colmillo. Tras completar su trabajo, Bjorn volvió al Salón del Gran Lobo para sumirse en su letargo hasta que el Capítulo volviese a necesitarle una vez más.

Se dice que lo jóvenes escaldas de los Lobos Espaciales, así como otros miembros del Capítulo, suelen hacer peregrinación hacia la tumba de Harek y que este les habla en sueños previniéndolos de la maldad del Caos y sus engaños.
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Sidex Enviado: 17.06.2007, 16:12
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Gran recopilacion de informacion, felicidades.
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Mph2 Enviado: 17.06.2007, 16:34
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Faltaria Bibliotecanegrarizarlo un poco pero buena reco si señor!



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Lokyar Enviado: 17.06.2007, 23:41
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Que currado tio, ya tenemos a otro "Agramar" XD

Lokyar Seadragon, guardia del lobo de la manada de exploradores Espiritus de Fenris de la gran compañia del Lobo Marino
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AGRAMAR Enviado: 18.06.2007, 13:39
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siempre va bien tener un par por web! Smilie



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Mph2 Enviado: 18.06.2007, 14:50
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xD Ya seria demasiado 2 "Agramar", error 457 exceso de información xDDDD



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miguel Enviado: 18.06.2007, 17:10
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No nos chupemos todavía las pollas como dijo el señor Lobo, pero me queda mucho para igualar si quiera a Agramar.

Me alegro que haya gustado, a ver si entre todos podemos ir desentramando toda esta historia.

un saludo
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Mph2 Enviado: 18.06.2007, 19:20
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Palabras muy sabias ^^



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Datox5 Enviado: 20.06.2007, 19:26
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Lo lei! Pff... xD

A ver, comentemos. La trampa de Perturbado a Rogal me parece fantástica es uno de mis personajes preferidos de Warhammer 40K.

Lo otro que queria comentar, es que me hizo mucha gracia eso de que Fulgrim, bondadoso en el pasado (XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD), era ahora todo lo contrario... es que Slaanesh es Slaanesh XD

¿Qué prefieres, la República Monárquica Muista o ese tal Imperio? Alístate.
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Mph2 Enviado: 21.06.2007, 00:39
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Fulgrim nunca fue bondadoso..... Bueno, era piadoso.....y generoso es decir siempre que podia dar generosidad (a lo el Gran y "generoso" Gerges, para los fans o que hayan visto 3OO) la daba.....



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Asgaard Enviado: 21.06.2007, 14:18
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Fulgrim era hermano de Ferrus, y muy intimo... por eso no fue capaz de matarle... ahora, el demonio que lo poseyó... pueeees...

Creo que Fulgrim fue uno de los que se dió cuenta tarde de lo que estaba haciendo.



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AGRAMAR Enviado: 21.06.2007, 17:00
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demasiado tarde me temo,su cercania con horus le perdio,ya que al pasarse al lado oscuro,era fijo que horus arrastraria a su hermano.De hecho,alguno herejes dicen que algunos tuvieron una leve y muy breve duda de su lealtad al alzarse horus contra el emperador...



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Mph2 Enviado: 21.06.2007, 20:09
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Angron no creo que se lo pensase más de dos veces.... Ese tiene más instinto asesino que el propio Khorne, despues de Kharn claro.... Y ya es decir....)



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Asgaard Enviado: 23.06.2007, 13:53
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De hecho Angron no pensaba mucho... de todos los Primarcas Angron fue el único que no pudo liberar su mundo, el único que se dejo lobotomizar y el único que no tenia mucha idea de lo que era la batalla... XD

Simplemente era un ariete, y como tal lo usaron... no estoy muy seguro de que fuera consciente de mucho de lo que hacia XD



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Datox5 Enviado: 23.06.2007, 14:21
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Suficiente como para llevarse miles de vidas para entregar al dios de la sangre XD

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