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La primera Guerra tiranida

AGRAMAR Enviado: 20.02.2006, 17:16
Vidente de Sombras
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Primera Guerra Tiránida (Batalla de Macragge)
745.M41

(Flota Enjambre Behemoth)
El primer contacto que tuvo la humanidad con la amenaza alienígena de los Tiránidos fue en el poco conocido destacamento Imperial en el sistema Tirán en los límites surorientales de la galaxia. El planeta Tirán era una estación de paso de los Adeptus Mechanicus, utilizada base para las misiones de exploración en los desconocidos sectores limítrofes. Debido a su aislamiento la base estaba muy bien protegida a pesar de su reducido tamaño e incluso contaba con un Astrópata en comunicación directa con la Tierra, a más de 60.000 años luz.
Los primeros informes inquietantes de Tirán hablaban de un puñado de mundos arrasados en el mismo borde del espacio intergaláctico. En exploraciones previas aquellos planetas habían sido catalogados como poblados, pero las misiones más recientes los catalogaban como rocas desnudas e inhóspitas. Al principio no se sospechó nada grave: muchas de las exploraciones anteriores habían tenido lugar cientos, o miles, de años atrás, y los errores no eran infrecuentes.
A medida que el tiempo fue pasando, los Tecnomagos se encontraron con que mundos que habían sido conocidos por tener unos ecosistemas florecientes habían sido convertidos en planetoides asolados. Los equipos de investigación no pudieron encontrar una causa para el fenómeno, y los informes que se enviaron al General Explorator recibieron poca atención. Los planetas en cuestión no albergaban formas de vida pensantes, y además estaban a miles de años luz de las colonias humanas más cercanas. En una galaxia de billones de mundos abundaban tales misterios naturales, por lo que durante bastante tiempo la información languideció en los cientos de miles de bancos de datos que forman el Administratum de la Tierra.
Como la avanzadilla de Tirán continuaba enviando diligentemente informes sobre mundos muertos, la creciente evidencia de que algo ocurría atrajo la atención de una organización que aborrece los misterios y los fenómenos inexplicados: la Inquisición. El Inquisidor Kryptman, muy respetado por sus agudas condenas en la Herejía Macariana, comenzó a realizar preguntas sobre lo que estaba ocurriendo en el lejano borde sureste de la Galaxia. Los Adeptos de la oficina del Explorator pudieron contarle poco, pero tan pronto como el Inquisidor Kryptman reunió y analizó los informes sobre mundos extintos se hizo patente que el fenómeno exhibía una pauta distintiva, que se estaba incrustando más y más en los sectores exteriores de la galaxia.
El Inquisidor presentó sus conclusiones al concilio de la Inquisición y recibió una dispensa para comandar una nave para viajar a los bordes surorientales del Imperio y recopilar más datos. Pero mientras el transporte del Inquisidor cruzaba la Disformidad, Tirán fue atacado.

EL ASALTO A TIRÁN

La Base Tirán Primus se encontraba en medio de los grandes océanos de Tirán, enclavada en una isla que era la punta de una gran cadena de antiguos volcanes. Los océanos de Tirán cubrían el 80% de la superficie planetaria y eran el hogar de una floreciente fauna marina que iba desde pequeños e inocuos pececillos hasta los peligrosos krakens de 200 metros. La propia base estaba fortificada para resistir violentas tormentas y las "atenciones" de las formas de vida marinas más violentas. Tirán Primus también contaba con cuatro gigantescos láseres de defensa planetaria montados en monstruosos silos blindados, para repeler cualquier nave alienígena o cualquier cosa que saliese de las profundidades abisales del océano.
Más de cuatrocientos hombres mantenían operativa la base. Escribas del Administratum, Genetors de los Adeptus Mechanicus, Ingenieros, Lexmecánicos, los Servitores y el Astrópata. Todos ellos estaban bajo las órdenes del Magos Varnak, un miembro de la casta gobernante del Culto Mechanicus. Las naves de exploración pasaban por el sistema Tirán para reabastecerse o entregar informes de sus viajes cada tres o seis meses. La última nave en partir había sido la Investigación, destinada a explorar en profundidad los mundos del Borde Oriental ya que Varnak temía que allí se producirían más casos de mundos extintos.
Alrededor de un mes después de la marcha de la Investigación Tirán Primus detectó una nube de casi mil objetos no identificados entrando en el sistema solar de Tirán. Después de que las sondas informasen de que la nube no estaba formada ni por naves ni por escoria galáctica, el Magos Varnak pilotó personalmente una de las pequeñas naves de reconocimiento para realizar una investigación a fondo. Cuando se acercó, la nave fue atacada por un objeto no identificado casi inmediatamente. El Magos Varnak resultó herido, y muchos tripulantes murieron. La nave resultó tan seriamente dañada que apenas resistió el regreso a Tirán. Mientras Varnak se recuperaba, ordenó que la base fuese puesta en alerta máxima y equipó a los Servitores que servirían como primera línea de defensa en caso de invasión.
Una semana después comenzaron los primeros ataques a la base. Los cielos azotados por las tormentas de Tirán fueron iluminados una y otra vez por las ráfagas de los láseres de defensa planetaria que intentaban repeler a los agresores. Rayos de energía láser capaces de fundir bloques enteros de edificios eran lanzados al espacio mientras los proyectiles lanzados por el enemigo comenzaban a caer sobre la base. El Silo 2 fue derrumbado y destruido, pero los cánticos y ceremonias de los Tecno-sacerdotes lo mantuvieron operativo.
La desigual batalla se libró durante una o dos horas mientras las dotaciones artilleras disparaban contra los cientos de objetivos de sus radares. Entonces, sorpresivamente, el enemigo se retiró. Varnak envió sus restantes tres naves en persecución, para aumentar la destrucción causada por los láseres planetarios y confirmar las primeras observaciones de Varnak de los atacantes. Los objetos parecían ser criaturas alienígenas, organismos bastamente blindados con gruesos caparazones que parecían estar completamente aclimatados a la vida en el vació estelar.
Las naves fueron rápidamente desarboladas o destruidas por las bio-naves, y el Magos Varnak fue informado de que las defensas de Tirán habían destruido o dañado seriamente apenas una docena de naves de una flota de casi mil. La conclusión de que los atacantes volverían con ánimos renovados era evidente, por lo que la base de Tirán estaba condenada. La huída era imposible, ahora que por su imprudencia todas las naves a su mando estaban fuera de combate. Todo lo que quedaba era avisar al Imperio antes de vender sus vidas tan caras como fuese posible.
Pero el Astrópata no podía enviar mensajes. Las disrupciones causadas en la Disformidad por la llegada de las criaturas hacían imposible el uso de la astrotelepatía. La Disformidad se normalizaría en algunas horas o pocos días, pero por el momento Tirán estaba completamente aislado. Para preservar los conocimientos que tenían Varak ordenó que se crease un códex con los datos que se tenían de los invasores. Este códex se utilizaría para registrar el destino de la base, antes de que fuese sellado y a una señal de Varnak enviado a 3000 metros de la superficie del planeta, hacia una cámara en el corazón más recóndito de Tirán Primus. Mientras este códex comenzaba a prepararse, los alienígenas se pusieron en posición de combate una vez más.
Cuando llegaron a distancia de láser, los invasores lanzaron miles de cápsulas hacia el planeta. Cayeron hacia Tirán en densas oleadas sin destruirse ni dispersarse cuando entraron en la atmósfera. Aunque los láseres destruyeron todas las que llevaban rumbo de colisión con la base, muchísimas más cayeron en el océano de alrededor. Entrar en el mar era la muerte casi segura para cualquier humano, pero los alienígenas continuaban acercándose según los radares. Los mares se agitaban y hervían mientras más y más criaturas salían de las cápsulas y se abrían sangriento camino a través de los depredadores marinos hacia la base. Los láseres de defensa continuaron disparando contra las bio-naves en respuesta al bombardeo. Varias de las criaturas-nave entraron en la atmósfera envueltas en llamas para no volver a remontar el vuelo, pero el ataque continuó. Siseantes ácidos penetraron el blindaje de los silos y uno por uno los láseres de defensa fueron silenciados. El Magos Varnak contemplaba el avance de los alienígenas a través de las pantallas de la sacristía. Las criaturas caminaban erguidas y tenían seis miembros, con garras y colmillos demoníacos. El fuego defensivo de los láseres de los Servitores arrancaba trozos de sus duros caparazones como si fuesen de piedra.
Los alienígenas atacaron primero el puerto sur, y se abrieron paso a través de los campos eléctricos y los cierres de plastiblindaje como si fuesen papel y cristal. Los Servitores que defendían el puerto usaron sus lanzallamas y los primeros atacantes cayeron ante ellos. Pero otros seres gigantescos con brazos en forma de masivas guadañas salieron de los mares para asaltar la base, y el Magos Varnak tembló de horror cuando, ignorando los láseres y las llamas, se lanzaron contra las líneas de defensa llevando la muerte y el caos a los humanos.
En un instante el enemigo había penetrado en el puerto y se estaba extendiendo por la base, destrozando todo lo que encontraba. Los dedos del Magos Varnak jugueteaban sobre el interruptor que enviaría el códex de datos hacia su blindada cámara en lo más profundo de la base. Cada instante que retrasase su decisión podía aportar más datos vitales sobre el enemigo que los asolaba, pero también servía para acercar a los alienígenas más y más hacia la sacristía. Criaturas más pequeñas y escurridizas aparecieron entre los atacantes y comenzaron a tejer redes constrictoras sobre los Servitores y los Tecno-sacerdotes que luchaban en los corredores. Varnak miró al Astrópata de la estación y supieron que no podían permitirse ser capturados vivos por esta raza aterradora y desconocida. Varnak pulsó el botón, envió el códex a la seguridad de su escondite y ordenó la autodestrucción de la base. Mientras completaba sus oraciones las puertas de la sacristía se abombaron y chirriaron ante el envite de los enemigos. Con unos segundos de antelación, el Magos Varnak activó la sagrada runa de la terminación que estaba sobre el altar.
La Tierra recibió un mensaje final de Tirán. En las alas de la muerte llegó una profecía de perdición y una imagen mental de los cielos de Tirán volviéndose negros por la nube de enemigos. Del mundo muerto los invasores recibieron al fin su nombre - Tiránidos.

DE THANDROS A MACRAGGE

El Inquisidor Kryptman recibió la noticia del último mensaje enviado desde Tirán meses después del ataque. Cuando su nave llegó al sistema Tirán había pasado casi un año y no pudo reconocer el mundo seco y muerto que se encontró. Tras una larga búsqueda Kryptman desenterró los códex de datos de Varnak y comprendió todo el horror de la amenaza alienígena que se cernía sobre el Imperio.
Cuando el Inquisidor abandonaba el sistema se encontró con la estructura vacía y quemada por el ácido de la Investigación, dada por perdida meses atrás. La nave parecía haber sido seriamente dañada y luego abordada: toda la tripulación había desaparecido y la nave era poco más que un cascarón congelado. Claramente aquello era obra del mismo enemigo; Kryptman incluso sospechó que los alienígenas habían llegado al sistema Tirán siguiendo el rastro de la Investigación a través de la disformidad.
Kryptman ordenó a su Astrópata que enviase un mensaje prioritario de advertencia al Imperio, pero las turbulencias en la disformidad aún eran demasiado fuertes por el paso de la masiva flota alienígena. Incluso la matriz potenciadora telepática del cercano Thandros estaba obscurecida. Desesperado, Kryptman se dirigió hacia Thandros para intentar restablecer las comunicaciones por lo menos allí.
Pero los Tiránidos habían atacado el sistema y se habían ido ya mucho antes de que llegase el Inquisidor. Thandros no estaba tan bien protegido como Tirán. Los mineros que vivían en los túneles de Thandros II y III no pudieron esconderse o escapar al espacio. La matriz telepática que orbitaba alrededor de Thandros I fue encontrada con los cargadores de munición de sus torretas vacíos y los cristales de energía láser agotados, tras lo cual había sido asaltada y arrasada. Sin embargo los Adeptus Telepatica que servían en la base fueron incapaces de enviar mensajes sobre su situación al Imperio, una vez más por culpa de la gran disrupción en la disformidad causada por la llegada de la flota alienígena y el bloqueo psíquico de los Tiránidos. El sistema Thandros había luchado y muerto solo.
Kryptman arregló como pudo la matriz para conseguir enviar al Imperio el mensaje de advertencia que tanta falta hacía, ante su ignorancia de la amenaza alienígena. El Astrópata, con los ojos enrojecidos por los días de concentración necesarios para enviar el códex de Varnak y los informes de Kryptman, dio instrucciones al Inquisidor para que viajase al planeta Macragge en Ultramar, el imperio del Capítulo de los Ultramarines de los Adeptus Astartes. Allí ayudaría al Maestro del Capítulo a localizar y eliminar la flota Tiránida. Como dictaba la tradición Imperial la flota enjambre de los Tiránidos había recibido un nombre clave antiguo y olvidado, sacado de las leyendas: Behemoth.
El Navegador de la nave de Kryptman se esforzó por seguir la luz del Astronomicón a través de las cambiantes energías de la disformidad mientras la nave viajaba a través de las mareas y los escollos de semejante entorno caprichoso. En ocasiones la estela dejada por la flota alienígena amenazaba con tragarse a la pequeña nave para siempre pero el Navegador se las arregló para esquivar los remolinos con pericia consumada, haciendo que sus motores dejasen un rastro en forma de lágrima a través de la disformidad como el aceite sobre el agua.
En el sistema Macragge una docena de naves de guerra ya orbitaban a la espera de órdenes, y cada día llegaban varias más. Ominosos cruceros de combate de los Marines Espaciales colgaban sobre Macragge como gigantescos monolitos azules con su superficie abarrotada de tubos de lanzamiento, bahías de carga y torretas de bombardeo pesado. Estos leviatanes empequeñecían incluso a los rápidos cruceros de ataque que estaban llegando desde los puestos de avanzadilla más alejados del Imperio. Las fortalezas orbitales y los monitores de defensa rodeaban Macragge con un anillo de potencia de fuego desmesurada.
El Inquisidor Kryptman se encontró con Marneus Calgar, Maestro de los Ultramarines, bajo el pórtico de su palacio de brillante mármol blanco en lo alto de las montañas que rodeaban el Mar de Hera. Calgar era un gigante incluso entre los genéticamente alterados Marines. Nada escapaba a sus penetrantes ojos azules e incluso los terribles descubrimientos de Kryptman no lograron alterar su tranquila apariencia ni su confianza.
Los Ultramarines se estaban preparando para una guerra total contra los Tiránidos. El Emperador había enviado un flota de combate del Segmentum Tempestus desde los puertos orbitales de Bakka. Calgar creía que Macragge era el sistema más directamente amenazado por el avance de la flota Behemoth. El pripio Macragge, normalmente bien protegido, estaba siendo fortificado como nunca se había visto y los Marines y las fuerzas de defensa planetaria lo defenderían tenazmente hasta que las flotas combinadas del Imperio y Ultramar pudiesen dar buena cuenta de la amenaza Tiránida.
Un mes después los alienígenas llegaron a Macragge, su flota de casi un millar de naves rechazando sin esfuerzo los ataques de los cruceros Imperiales mientras continuaban su avance. Sin haber recibido aún señales de la flota que debía llegar desde Bakka, Calgar se vio obligado a emplear su propia flota de Ultramar en un plan arriesgado. Abandonando Macragge y retirándose a la periferia del sistema Calgar atrajo a los Tiránidos hacia la mayor presa del sistema, el planeta principal, el cual rodearon y asaltaron. La flota de Ultramar atacó entonces mientras la flota Behemoth estaba dispersa y era vulnerable a un ataque desde el espacio. Logró abrir un sangriento camino entre el bloqueo alienígena mientras Calgar intentaba volver a Macragge cruzando el denso fuego artillero de sus grandes cañones orbitales.
En lo más álgido de la batalla los cazas de Ultramar desarbolaron una de las naves más grandes de la flota Behemoth, y toda la flota enjambre alienígena pareció perder su cohesión. Los ataques Tiránidos se volvieron cada vez más descoordinados y la flota de Calgar llenó la atmósfera de bio-naves destruidas. Mientras la batalla aún continuaba los Tiránidos pudieron soltar miles de esporas sobre las fortalezas polares del norte y sur del planeta, que eran las llaves de la defensa global de Macragge. Cada espora que caía a tierra se abría y revelaba una criatura Tiránida, por lo que pronto miles de ellas infestaron las planicies heladas que rodeaban las fortalezas. En el espacio la castigada flota Behemoth comenzó la retirada, y desesperado por evitar su huída, Calgar ordenó a sus naves que la persiguieran. Aunque Marneus temía por sus fortalezas polares sabía que estaban bien defendidas por los Marines de la 1ª Compañía apoyados por auxiliares y Titanes de la Legión Praetor. La mayoría de la 1ª Compañía estaba formada por escuadras de Exterminadores que contaban con varios Dreadnoughts y la mejor selección de armas personales del Imperio. Dejando el destino de Macragge en manos de estos duros guerreros veteranos, Calgar persiguió a la flota enjambre.
Las oleadas de Tiránidos en Macragge surgieron de entre el hielo para asaltar las fortalezas polares. Bestias llenas de colmillos y garras surgieron de las llanuras castigadas por los láseres, su mero número haciendo que los individuos se transformasen en una sola masa compacta caparazones quitinosos y extremidades afiladas. Otros eran transportados por las frías corrientes del viento por sus correosas alas mientras arrojaban fuego líquido sobre los defensores. El ensordecedor tableteo de los bolters y los secos estampidos de la artillería apagaban los bestiales aullidos cargados de odio de los Tiránidos, que seguían avanzando con implacable ferocidad.
Los veteranos Marines de la 1ª Compañía lideraron a la infantería ligera de los Auxiliares en la defensa de la fortaleza, manteniendo cada palmo de muro y trinchera hasta el último momento posible antes de ser superados por la marea alienígena. Lentamente los humanos fueron empujados hacia el interior de la fortificación haciendo pagar a los Tiránidos con sangre... o ácido... cada palmo que conquistaban. Los Titanes de la Legión Praetor se movían por las planicies de hielo abriendo amplias brechas en medio de la masa atacante con sus armas de plasma. Las naves de los Ultramarines que Calgar había dejado en órbita cuando se fue lanzaban rayos de incandescente fuego y megatones de explosivo sobre las cabezas de los alienígenas, pero aún así seguían avanzando.
La ferocidad del enjambre era increíble. En la fortaleza del polo norte asaltaron los muros utilizando los cuerpos de sus caídos como cobertura y rampa. Algunos Titanes fueron derribados y despedazados por la simple fuerza del número, como animales sorprendidos y superados por un furioso enjambre de hormigas. Los cañones de las armas se recalentaban y encasquillaban pese al frío polar, mientras la munición llegaba a niveles preocupantes a pesar de que los arsenales contenían suficiente para meses de asedio. La nieve se volvía de un color púrpura enfermizo por los ícores y jugos de los alienígenas muertos.
Cuando la lucha se convirtió en una desesperada batalla cuerpo a cuerpo aparecieron los gigantes de cuatro brazos en forma de monstruosas cuchillas, que se abrieron paso a través de las líneas de los defensores como arietes vivientes, derribando metal y cemento como si no hubiese nada en su camino. Incluso los Exterminadores no podían hacer frente a los Tiránidos en una lucha cuerpo a cuerpo. Seis miembros provistos de afiladas garras, blindados con una gruesa capa quitinosa, de movimientos rápidos y saltos prodigiosos que los llevaban al combate en un abrir y cerrar de ojos, sus armas corporales atravesando ceramita y adamantium con horrible facilidad. Los Ultramarines tenían que confiar en la fuerte potencia de fuego a corta distancia de sus bolters de asalto, lanzallamas y cañones de asalto para derribar a sus enemigos.
En la fortaleza del sur pequeñas criaturas escurridizas penetraron en los laberínticos corredores de los subterráneos de la ciudadela a través de un supuestamente inaccesible sistema de alcantarillado. Los horrores con garras de mantis asesinaron a docenas de tropas auxiliares en los oscuros corredores antes de ser cazados uno a uno por los Exterminadores. Algunos hombres enloquecían de miedo o se quedaban reducidos a montones de carne temblorosa por el miedo mientras los Tiránidos penetraban en los perímetros una y otra vez. Con cada ruptura la guarnición de Ultramar debía retirarse a una nueva línea de defensa. Los Ultramarines estaban siendo empujados paso a paso hacia el interior por la marea de máquinas de matar orgánicas a las que se enfrentaban.
En el espacio Calgar perseguía a la flota enjambre hacia el mundo de Circe, en los bordes del sistema Macragge. La providencial llegada de la flota Tempestus desde Bakka selló finalmente el destino de la flota Behemoth, cogida en el fuego cruzado de ambas fuerzas Imperiales. Aún así fue necesaria una furiosa lucha para destrozar las bio-naves restantes, y hubo una gran pérdida de vidas humanas y material.
La flota Tempestus de más de doscientas naves de guerra, entre las que se contaba el inmenso acorazado clase Emperor Dominus Astra, fue barrida casi por completo en las cercanías de Circe. La batalla sólo se decantó claramente a favor de los Imperiales por el heroico sacrifico del Dominus Astra, que aguantó el fuego enemigo para introducirse en medio de la flota enjambre y hacer estallar sus reactores de disformidad. Los Tiránidos fueron destruidos por un torbellino incontrolado de disformidad que también se llevó los restos del Dominus Astra para siempre. Las naves supervivientes de Calgar se reunieron junto a las de la flota Tempestus y rápidamente regresaron a Macragge para ayudar a las asediadas guarniciones polares.
Los restos de los defensores de Ultramar habían sido empujados hacia lo más profundo de los subterráneos por las incesantes oleadas de Tiránidos. Elementos supervivientes de la 1ª Compañía de Ultramarines aún combatían entre las cámaras de refrigeración y los alimentadores de los silos de los grandes láseres de defensa planetaria en la ciudadela norte, pero se perdió todo contacto con ellos después de que los Tiránidos superasen completamente las defensas de la superficie. En la fortaleza del sur el resto de los destacamentos de la 1ª Compañía habían sido completamente aniquilados cuando intentaron un contraataque para liberar un importante bastión tomado por los alienígenas. Pequeños focos de resistencia aún se dejaban sentir en algunos búnkers de la superficie. Calgar, presintiendo que la situación se había vuelto crítica, envió a las 3ª y 7ª Compañías de Ultramarines como vanguardia a bordo de los veloces cruceros de ataque mientras el resto de su dañada flota continuaba su renqueante y lento avance.
Cuando los ágiles cruceros planearon sobre la atmósfera de Macragge, los Marines Espaciales de las 3ª y 7º Compañías fueron lanzados en cápsulas de desembarco sobre los polos mientras sus unidades de apoyo las seguían a bordo de cañoneras. Abajo les esperaban increíbles escenas de carnicería. Pilas de restos mutilados de Tiránidos y equipo militar destruido se extendían hasta donde alcanzaba la vista por las planicies heladas. Inmensos cráteres humeantes de vapor perlaban la superficie de los polos donde los reactores de plasma de los Titanes se habían fundido y el hedor de la muerte lo llenaba todo.
La 7ª Compañía, desplegada en la fortaleza sur, aterrizó sin encontrar resistencia y rápidamente entró en contacto con los supervivientes de las guarniciones de la superficie. Juntos fueron avanzando por los niveles subterráneos que habían sido conquistados para ir limpiándolos metódicamente. Sólo quedaban un puñado de Tiránidos para oponérseles pero todos ellos se defendieron con ferocidad maníaca. Los primeros avances fueron sangrientos, con los escuadrones de avanzadilla siendo hostigados continuamente por alienígenas solitarios o en pequeños grupos que se cobraban un caro peaje. Pero los ataques de los Tiránidos carecían de estrategia o coordinación y muchas de las criaturas cayeron bajo el fuego de los bolters cuando eran cogidas por sorpresa.
En el norte la 3ª Compañía fue atacada tan pronto como tocó tierra. Cientos de criaturas emergieron de oscuras bocas de túneles, de los búnkers derruidos o de los cráteres humeantes para asaltar a los Marines Espaciales, amenazando con arrasar la zona de desembarco antes de poder asegurar el perímetro. Sólo el denso fuego defensivo de algunas Compañías de Devastadores pudo mantener a raya la marea alienígena lo suficiente como para dar tiempo a las Cañoneras Thunderhawk a llegar para limpiar la zona de enemigos. El Capitán Fabian esperó prudentemente la llegada de sus tres Dreadnoughts antes de adentrarse en la propia fortaleza para buscar supervivientes.
Los oscuros y opresivos pasadizos bajo la fortaleza norte ya habían sido ligeramente mutados por la presencia alienígena. Sustancias mucosas goteaban de techos y paredes y una continua sensación de humedad llenaba el aire. Rugidos y chillidos de alienígenas levantaban ecos en cada esquina a través de los túneles. Lentamente avanzaron los Marines, la oscuridad retrocediendo a regañadientes ante la luz de las linternas de sus trajes. Los corredores estaban llenos de cuerpos de Tiránidos y Marines de Ultramar, e incluso los bio-escáners eran incapaces de detectar a las pequeñas criaturas que estaban emboscadas entre los cadáveres. Tales atacantes solitarios causaban grandes daños en cuerpo a cuerpo, cayendo sobre los escuadrones con sangrienta furia antes de poder ser eliminados.
Las escuadras de avanzadilla comenzaron a usar sus lanzallamas para ir limpiando las secciones de pasillo ante ellas. Incluso envueltas en llamas, las criaturas saltaban contra sus enemigos con las garras extendidas para desgarrar y matar.
Dos escuadras enteras de Marines Espaciales fueron eliminadas en un cruce de pasillos por el furioso ataque relámpago de una docena de Tiránidos. Sólo la presencia de un Dreadnought evitó que las criaturas avanzasen contra las desprevenidas escuadras que venían detrás, aunque perdió uno de sus brazos antes de eliminar a los últimos alienígenas con su cañón de asalto. Cuando la Compañía entró en una gran cámara que se encontraba bajo el Silo 8 fue asaltada desde todos lados por una pesadillesca horda de seres salidos de las sombras.
Una salva de obscenos proyectiles cayó sobre los Marines, quemando sus armaduras y rociándolos con mucosidades corrosivas. Las espadas sierras se enfrentaban contra las grandes garras mientras los bolters entonaban su catecismo de muerte. Un poderoso líder Tiránido, grande como un Sentinel, cayó sobre la línea defensiva de los Ultramarines como un león en medio de una manada de cebras. Tras matar a tres Marines con un sólo barrido de su brazo-cuchilla, recibió la carga de un Dreadnought.
Comenzó entonces una titánica lucha a muerte entre el monstruo y la máquina. El Dreadnought retrocedió ante un poderoso golpe, y las chispas saltaron cuando la garra de combate de la máquina atacó el caparazón de la bestia. Goteando apestoso ícor de sus heridas la criatura alzó uno de sus brazos-cuchilla y tajó limpiamente una de las piernas del Dreadnought, haciéndolo caer. La bestia aulló triunfalmente y alzó de nuevo sus extremidades para dar el golpe mortal. Entonces el Capitán Fabian se adelantó, uniéndose al combate. La espada de energía se enfrentó a las armas óseas de la obscenidad galáctica con una descarga de energía. El comandante Tiránido lanzó un rápido golpe contra la cabeza de Fabian mientras reculaba por la descarga del ataque inicial, pero el Capitán saltó hacia un lado, con tan mala suerte que su espada de energía se clavó en el suelo de plasticemento. En la fracción de segundo que la bestia necesitó para recuperarse y avanzar de nuevo hacia él, Fabian desenfundó su pistola de plasma y comenzó a disparar sin control contra el engendro. El Tiránido reculó finalmente con un agónico chillido tras lo que cayó al suelo para no volver a moverse.
A su alrededor los Ultramarines estaban a punto de ser superados, con su foco de resistencia alrededor del Bibliotecario que con sus ataques psíquicos evitaba una carnicería mayor. Pero cuando el comandante Tiránido cayó muchos de sus sirvientes tuvieron un instante de confusión y duda, en el cual fueron eliminados por decenas. Los que continuaban luchando fueron eliminados por un nutrido fuego de los Marines que en aquellos momentos de confusión barrió también a sus propias tropas. Al final de la lucha apenas una cuarta parte de la Compañía había sobrevivido y los tres Dreadnoughts estaban dañados. El Capitán Fabian ordenó secamente a sus hombres restantes que continuasen la caza y la búsqueda de supervivientes.
Una vez más la diezmada Compañía se abrió paso con sus lanzallamas y finalmente llegó al penitorium del nivel más inferior, donde los restos de la 1ª Compañía habían ofrecido su última resistencia. Los cuerpos de los Tiránidos estaban apilados alrededor de las puertas y en el interior de la sala un círculo de Exterminadores yacía en el suelo donde habían luchado espalda con espalda. Todos estaban muertos. La 1ª Compañía de Ultramarines había sido exterminada hasta su último hombre, un duro golpe del que el Capítulo aún tiene que recuperarse.

La Flota Enjambre Behemoth había sido detenida, pero sólo a un alto coste para el Imperio de la Humanidad. Tras la Primera Guerra Tiránida hubo poco que el Imperio pudiese hacer para devolver el ataque a su enemigo. Behemoth había llegado desde un cuadrante inexplorado y había desaparecido por completo tras la Batalla de Macragge. La estela de los restos de la flota enjambre llevaban hacia el vacío espacio intergaláctico. Los Tecno-Magos de Marte pasaron muchos años clasificando los artefactos y cuerpos de los alienígenas recuperados en Macragge, pero aún así pudieron deducir poco. Los hechos obvios eran que los Tiránidos, como los Eldar, empleaban alguna forma de bio-tecnología para crear armas orgánicas (aunque en el caso de los alienígenas se limitaban a armas de corto alcance o de cuerpo a cuerpo). Los propios Tiránidos formaban una raza increíblemente diversa, mucho más que los Orkos, Gretchins y Snotlings que infestan la Galaxia.
El único descubrimiento de importancia fue que los Tiránidos empleaban Genestealers como tropas de choque. Hasta entonces estas criaturas habían sido clasificadas como autóctonas de las lunas de Ymgarl, desde donde se extendían por el espacio a bordo de naves de carga. Su presencia en las hordas alienígenas era la prueba de que esta teoría era un error. Las muestras genéticas indicaban que eran criaturas Tiránidas, por lo que su existencia en el noroeste de la Galaxia era preocupante. El Capítulo de las Salamandras llevó a cabo una campaña de genocidio en las lunas de Ymgarl y los Inquisidores aumentaron su búsqueda de infestaciones de Genestealers, pero poco más se pudo hacer.




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